Decisión

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Estábamos a una distancia considerable para llegar a su casa,  Margarita me pidió que la deje ahí, justo frente al centro comercial, de nuevo ese sentimiento de frustración. Que podía hacer en ese caso, no podía obligarla a ir a su casa, tampoco podía llevar a cabo mi plan. Se bajó algo nerviosa y se despidió con una leve sonrisa. Por un memento pensé que tenia una cita con alguien mas, una sensación extraña recorrió mi cuerpo. Avancé algunas calles hasta que decidí dar vuelta y volver por ella, mi locura era indescriptible, si ella estuviera con alguien me alejaría definitivamente, pero necesitaba verlo con mis propios ojos.

Con el corazón acelerado, dejé mi auto en el parqueadero del lugar y entré, ya no razonaba. Pase por varias tiendas, mirando y buscando, estaba decidido a encontrarla. Cuando me vio entrando a la tienda de ropa quedo muy sorprendida, la salude desde lejos, me acerqué y me ofrecí a esperarla para llevarla luego a su casa. Se veía algo nerviosa, llevaba algunas blusas en su mano, la idea de que salía con alguien se esfumaron en ese instante, enseguida mis pensamientos se concentraron solo en Margarita. No podía dejar de ver sus labios e imaginar que esa noche los probaría por primera vez, ya nada más que eso me importaba. Estaba ansioso, quería que termine de comprar rápido.

Salió muy feliz con sus blusas, de camino al auto se me ocurrió invitarla a comer algo, me puse muy emocionado cuando aceptó. No podía pensar en nada más que en ella. Se me olvido Lucia, no sabía si estaba en casa esperándome, no me había llamado lo que era inusual en ella, tal vez fue porque no era tan tarde y era viernes. Por la razón que haya sido, yo estaba feliz de que nadie interrumpiera ese momento. No me imagino que hubiera hecho si Lucia hubiera llamado.

Mientras comíamos, conversamos mucho, no había manera de terminar la conversación, los temas eran infinitos, teníamos muchas cosas en común y otras que me hacían confirmar lo valiosa que era. La vi sonreír una y otra vez con mis ocurrencias, se veía tan radiante, tan segura, era obvia la química entre los dos, estar con ella me hacía sentir ilusionado, hace años no me sentía así, esa sensación de querer intentarlo a cualquier precio porque sabía que valía la pena, ella valía mucho la pena. Fue imposible para mí no compararlas. Al inicio de mi relación con Lucia me sentía casi igual, el sentimiento era parecido, pero no con tanta intensidad como ahora, podían ser muchas cosas. Las dos son hermosas: Margarita tenía algo que hasta ahora no puedo explicar, ese algo que me cautiva y enloquece a tal punto de querer dejar todo por ella y con Lucia tengo una historia de años, jamás pensé en la posibilidad de lastimarla.

No tenía espacio para cuestionar lo que sentía, tan solo quería relajarme y seguir disfrutando de su compañía. Una vez que terminamos la llevé a su casa, en el camino tomé su mano con el pretexto de que hacía frio, al notar que ella no se incomodó me sentí más seguro de lo que iba a hacer. Nada más que rozar sus labios pasaba por mi mente, me bajé del auto, le ayude con sus escasa compras y la acompañe a la puerta de su casa. El tiempo se detuvo para mí, miré sus ojos una vez más, tan penetrantes como hermosos con un brillo único y especial. Me acerqué sutilmente a su cara, cerró sus ojos, su rostro apacible deseoso de mis labios volvió a intimidarme, tal vez fue el recuerdo de Lucia que me hizo desistir de mi idea del beso, terminé colocando mis labios en su mejilla, su piel suave, su aroma único, con solo eso sutil roce, sentí que toqué el cielo con ambas manos.

Tal vez fue por Margarita, su mirada dulce e inocente, me hizo recapacitar, no quería hacerle daño, o tal vez Lucia, tenía que respetar mi compromiso con ella y desistir de mi desenfrenado deseo de ser uno con Margarita. Todo era muy confuso en mi cabeza, tenía claro lo que deseaba, pero también tenía claro que no podía hacerle daño a ninguna de las dos. Volví al auto después de despedirme, vi cómo se alejaba mi oportunidad de besarla, enseguida sonó mi celular regresándome al mundo real, un mundo donde Margarita no tenía espacio. Lucía un poco angustiada por la hora me llamó, se notaba algo impaciente, me mostré tranquilo al responderle, me dirigí a mi casa muy feliz, para mi había sido una de las mejores noches de mi vida.

Esa noche, aunque llegué tarde no hubo pelea, una semana tranquila, aunque sospechaba que Lucia empezaba a darse cuenta de mis cambios de ánimo tan repentinos. Y la idea de si estábamos o no en una relación me estaba volviendo loco. ¿Cuánto mas debía intentar que funcione con Lucia para desistir? ¿Cómo saber si ya era suficiente?

En temporada, la fábrica extendía su horario a los sábados tan solo medio día, pensé que vería a Margarita, tenía la necesidad de llamarla y caí en cuenta que nunca le pedí su número, ahora tendría que esperar hasta el lunes para verla. Después del trabajo tuve que presentar el informe de tarea de la semana, el objetivo de este era ver lo que producía cada chica, las que por más de una semana no cumplieran con el mínimo del requerimiento eran despedidas. La reunión se extendió toda la tarde, Lucia no dejaba de llamar y mandar mensajes que no podía responder, ella no sabía de mi reunión, aunque dormíamos en la misma cama de manera eventual, casi no hablábamos, su trabajo como visitadora medica era un poco menos demandante que el mío, tenía más tiempo libre que yo los fines de semana. Al ver tantas llamadas y mensajes estaba seguro que en la noche discutiríamos de nuevo, volví a casa con ese pensamiento, me imaginaba su mirada acusadora, su dedo apuntando mi falta de interés en ella, respiré profundo antes de entrar a mi casa.

Entre y apenas la vi le dije con voz firme "estaba en una reunión" Lucia no me dijo nada, tomo su bolso, salió casi empujándome sin dar ninguna explicación. Muchas veces no entendía su forma de reaccionar, lo medite un rato y salí de tras de ella, estaba sacando el auto, la miré cuestionando su proceder, me acerqué algo inquieto y le pregunte a donde iba, solo me respondió "voy hacer lo que tu hiciste toda tarde" entonces entendí que ella no me creyó, aparte me estaba juzgando y yo solo estuve  trabajando. Me enoje de tal manera que empecé a gritarle que se baje de mi auto. Sí, esas fueron mis palabras, mi auto. Se bajó molesta, entro a la casa, se dirigió al teléfono para pedir un taxi, no sé qué pasaba por mi mente y menos por la de ella, le pedí que cuelgue y que habláramos. Ahora gritaba ella, solo había pasado dos días desde la última pelea. Me dijo un poco de lo mismo de siempre, no sé cómo definir mi comportamiento, pero si ella gritaba yo tenía que gritar más fuerte, ya no me importaba, ella gritaba acusándome y yo gritaba tratando de hacerle ver que estaba mal, al final concluyó con la frase "¡no más!".

Su mirada reflejaba tristeza, no quería verla así de nuevo, bajé mi tono de voz, la miré a los ojos diciendo que ya fue suficiente para ambos y que lo mejor era separarnos. Lucia me atacó con la mirada, preguntó si estaba seguro, suspiré, cerré mis ojos y asentí con la cabeza. Me dolió, ya no podía verla triste y enojada por mi culpa. Se encerró en la habitación, esa noche casi no pude dormir.

¿Qué había hecho? ¿Cómo me atreví a decirle eso? Repasé una y otra vez mi vida junto a ella esa noche, por primera vez en días Margarita no era el centro de mis pensamientos. ¿Qué hice mal? ¿Por qué no funciono? ¿Ella tiene razón y no le pongo interés a nuestra relación? ¿Aun la amo? Tantas preguntas invadían mi mente, no sé si Lucia lloró, pero yo me quede con la sensación de estar roto.

En la mañana del domingo ella salió muy arreglada, pensé que eso era bueno, pasé las pocas cosas que aún tenía en la habitación común a la que ahora sería mi lugar de descanso. Sentí algo de nostalgia, me acosté un rato, revisé mis redes sociales y empecé a borrar fotos, sabía que eso no serviría de nada. La frase femenina "cerrar ciclos" se me vino a la mente, tenía claro que el siguiente paso sería el divorcio, una parte de mi estaba feliz al sentirse liberado y la otra sabía que la iba a extrañar.

Era lunes y ya no podía pensar en Lucia, en cómo se sentía, si me odiaba o no, me dedique a trabajar. De nuevo la rutina, visitar modulo tras modulo.

Mi estado de ánimo era pésimo, me sentía fatal, sin ganas de nada, no sabía cómo continuar, y la vi, apenas me vio entrando, sonrió fijando su mirada en mí, aun no sé cómo lo hace, solo eso basto para que mi mundo gris se llene de colores ¡Margarita! ¡Margarita! ¡Margarita! Ese era nuestro momento.

DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora