Algo aliviado después de hablar con Margarita, volví a mi casa con un peso menos encima de mí. A pesar de ser intangible la culpa pesa más que cualquier objeto.
Lo que me esperaba eran las palabras más duras de parte de Lucia. Apenas cruce la puerta mi rostro relajado, Lucia empezó a disparar palabras sin miedo a estar equivocada. A pesar de su estado, su actitud ya me tenia cansado, no pude contener mi ira, estaba molesto y no dude en hacérselo saber, respondí de la misma manera que ella lo hacía. Era una guerra de gritos interminables, cuando se le acabaron los argumentos lógicos, corrió a la habitación y saco toda mi ropa de ahí, manteniéndose en la idea de que yo le estaba siendo infiel. Era imposible no darle la razón, a pesar que nada físico a mas de un suave roce de manos o un inocente abrazo, en mi cabeza Margarita era dueña de todo; desde mi sonrisa hasta los miles de suspiros que tiraba al aire cuando la pensaba.
Molesto, indignado y nada sorprendido, tomé toda mi ropa y la subí al auto a la misma velocidad que Lucia la tiraba. El último bulto de ropa lo arrojó con tanta furia sobre mi pecho, se quedó en la puerta para cerciorarse de que me fuera. En ese instante no lo dude, empecé a conducir, a las tres cuadras demasiado ofuscado y consciente de que estaba en un estado que no me dejaba poner mis cinco sentidos, me detuve.
Tras titubear con el teléfono en la mano, marqué el número de donde me había llamado Margarita, esperé un poco, esa parte de mí que amaba a Margarita quería que responda, mientras la otra veía como algo absurdo hablar de lo sucedido con ella. Al escuchar su voz no pude decir nada. Un "estas bien" hizo que empezara a hablar. Mis quejas no tenían fin, ella trataba de calmarme, le expliqué que lo único que quería era no volver a mi casa, por lo menos por unos días. Nunca me hubiera imagina su respuesta, cualquier mujer hubiera secundado mi idea, pero ella no.
Cuando terminé de expresar que me quería ir de mi casa, ella no dudo en hablarme de manera dura y franca "no puedes huir como un cobarde, esa no es la forma de resolver los problemas, vuelve a tu casa, habla con ella y demuéstrale que la quieres de verdad" era la primera vez que Margarita me regañaba y su voz firme hacían notar su enojo. No me dejó explicar siquiera el motivo de la pelea, aunque creo que ya sospechaba porque había sido. Por último, me pidió que cuando está de vuelta en mi casa le enviara un mensaje. Fui muy preciso al mencionar que no estaba lejos de mi casa. La luz del poste pegaba justo en el parabrisas, dejé que mi mente se fuera de esta realidad de la cual renegaba a cada instante. ¿Qué soy ahora? Solo un idiota que ama a una mujer con la que no puede estar, un imbécil que ha tomado tantas malas decisiones como pudo. Estoy llegando a los 40, estoy enamorado como un adolescente y me siento atado a un matrimonio del que reniego a cada instante. Sí, soy un perfecto tonto.
Me tardé más de quince minutos en poner en marcha el auto, conduje en círculos por los alrededores de mi casa tratando de hacer tiempo, la verdad es que no quería volver, pero la palabra "¡cobarde!" saliendo de la boca de Margarita resonaba una y otra vez en mis oídos. Un cobarde... como enojarme por lo que dijo, si a estas alturas era imposible negarlo.
Cuando regresé a casa volví a dudar en entrar o no, reviví el fuerte sermón de Margarita aquellas palabras, ya las tenía tatuadas en mi cabeza, giré la perilla como pude, mi mano temblorosa hacia algo difícil esa fácil acción.
Lucia estaba sentada en el sillón, su cara toda mojada por las lágrimas me hizo confirmar que aun estando con ella le estaba haciendo el mismo daño que le causaba a Margarita. Dejé la puerta abierta, comencé a meter mi ropa toda desordenada, ni ella ni yo dijimos nada, tan solo estaba ahí sentada, mirando como traía mi ropa de nuevo a la casa, hice dos viajes para meterla toda.
Una vez que terminé de meter mi ropa al cuarto de nuestro hijo, me acerqué hacia ella, la abracé por un largo rato intentando consolarla. Cuando por fin estuvo calmada la llevé a su cuarto, esa noche nuestra relación se rompió un poco más. No tuve ánimo de fingir un amor que no sentía, así que volví a dormir en el cuarto de mi futuro hijo. Lucia me insistió que no la deje sola, supongo que en mi rostro era notorio el desánimo, así que ella no tuvo más remedio que aceptar que esa noche no dormiría con ella, por lo menos no hizo más reclamos.
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Deseo
RomanceLuego de 10 años de matrimonio Daniel empieza a sentir una atracción irresistible por una muchacha menor que él. Su vida se vuelve un torbellino de emociones, cada día lucha contra el sentimiento intermitente de querer a su amante y a su esposa.