Los próximos días intenté enfocarme en el trabajo, evitar a Margarita en horario laboral y llegar a casa a tiempo para hablar con Lucia, traté de no pensar mucho a pesar que tenía muchas dudas. En cada llamada que recibía o le hacía a Lucia me sentía más cerca de ella, me hacía sentir que le hacía bien, los temas que tratábamos eran en principio la salud de su madre, pero luego fueron siendo más diversos. Ambos teníamos un sueño en común, llegar a la vejez juntos para recorrer el mundo, ahora ella estaba en una de las que hubiera sido la parada y no podía disfrutarlo. Cada vez estaba más seguro que debía estar a su lado en esos momentos, acompañarla, darle esa fuerza que ahora mismo le hacía falta.
A pesar de todo lo que sentía no podía hacerle eso a Margarita, ella estaba confiando en mí, en lo que decía sentir por ella que para ese momento ya había cambiado, aunque las ganas de estar con Lucia me mataban, no quería hacer sufrir a Margarita. Mi instinto me decía que Margarita estaba sospechando de mis dudas. La noté tranquila ante mi alejamiento.
Llegó el mes de agosto, Lucia continuaba en espera de la muerte de su madre, ella no mejoraba pero tampoco empeoraba, Lucia perdió su empleo aquí, yo traté de ayudarla con lo que podía, seguía creyendo que era mi deber. Los días seguían pasando, me resignaba a solo hablar con Lucia, la compañía de Margarita era indescriptible, me hacía sentir bien e incluso lograba hacer que me olvide de todas las dudas estando a su lado. Estaba en un punto donde no tenía nada claro, estaba Margarita, su sonrisa, su compañía, no había nada malo en ella, por lo menos nada que yo haya notado en ese momento, Lucia por otro lado, en ese momento tan frágil, me hizo entender que ambos nos necesitamos, no tenía más razones para continuar con ella, pero de igual manera no creía que necesitara más.
Margarita tomaría las vacaciones correspondientes a su primer año de trabajo, ella estaba muy feliz, se iría esos 15 días a visitar a su familia en la costa. Iban a ser los 15 días más largos de mi vida, entonces pensé, porque no pedir vacaciones también e ir a España a apoyar a Lucia, esas locas ideas se terminaron al pensar en cómo lo tomaría Margarita si se enteraba. Pensé en eso toda la semana, no quería mentirle, no quería lastimarla por otro lado estaba ocultándole todo lo que pensaba con respecto a Lucia y nuestra relación.
Al ver a Margarita abordar el bus que la llevaría a la costa tuve una sensación extraña, como de alivio, la sentí como una despedida, como si ya nunca la iba a volver ver, lo más raro fue que no me molesto la idea de no verla más. También me negaba a creer que lo que sentía por ella era algo fugaz aunque mi mente y mi corazón ahora querían estar con Lucia. En varias ocasiones me cuestione de manera dura mi manera de pensar y llegando a la conclusión de que estaba enamorado de Lucia, pese a las peleas y desacuerdos yo necesitaba estar con ella, apoyarla ahora que estaba tan frágil.
El día que despedí a Margarita no tuve cabeza para llamarla, no quería seguir alimentando el amor que me tenía. A los dos días ella tomó la incoativa y me llamó, no hablamos mucho, puse varias escusas que la llevaron a colgar. En las pocas llamada ella me preguntaba si me pasaba algo, pero yo era incapaz de asumir la responsabilidad del sentimiento o la emoción nacía en ella. Margarita, aseguraba que no importaba lo que fuera, me escucharía y me entendería. Estuve a punto de decirle todo lo que sentía en ese momento, pero siempre me acobardaba. No sabía cómo encontraría la fuerza para romperle el corazón a Margarita, ella no había hecho nada mal, solo que mi decisión apresurada de separarme más su excitante presencia en mi vida me jugó una mala pasada y en ese momento estaba seguro que tomé la decisión equivocada.
Esa misma noche, en plena madruga recibí la llamada de Lucía, al parecer su madre no resistiría mucho, con su voz casi quebrada y con el ánimo por el piso me dijo "te necesito" ya no pudo contener las lágrimas y se rompió en llanto. Lo único que quería era tomar un avión e ir a consolarla. Llamé a la aerolínea y aparte un vuelo que saldría en dos días. Ahora el problema era informarle a Margarita la decisión que había tomado. ¿Cómo decirle todo lo que sentía sin lastimarla? Aun sin encontrar una respuesta para mis dudas estaba decidido a ir y reencontrarme con Lucia.
Al día siguiente informe en mi trabajo de la difícil situación de mi esposa y pedí un permiso dejando a cargo en mi ausencia a la supervisora de módulos. Todo estaba casi listo, las maletas, encargue mi casa a mi madre, solo faltaba infórmale a Margarita de mi actual decisión, así que sin esperar más esa misma noche la llamé para contarle la situación, su silencio y respuestas simples, o solo ruidos que los interpreté como molestia, al final me pregunto si iba solo por la madre de Lucía, me quede callado, siempre sabía que preguntar para despejar sus dudas, ¿Y como se lo iba a decir? si hace unas semanas yo le juraba amor eterno, me quedé callado, tragando saliva, hizo una nueva pregunta ¿Vas a volver con ella?, trate de explicarle que todo era muy confuso para mí en ese momento y no le podía dar una respuesta clara en vista de que yo no tenía nada claro. Note su voz muy diferente, como si la alegría que siempre desprendía se hubiera apagado. Se despidió de manera fría con un sutil "buen viaje". Ya no podía echarme para atrás, así me doliera hacerle ese daño a Margarita. Toda esa noche pensé mucho en ella, en como se encontraba, hasta el día de mi viaje hablamos muy poco y de manera muy fría, mi cambio de actitud y el de ella eran más que evidentes, no me incomodaba, mi cabeza estaba enfocada en hacerle compañía a Lucia.
Por fin llegó el día del viaje, aborde el avión con algo de nostalgia, no entendía que me pasaba, era como si una parte de mi esperara ver a Margarita antes de irse. Por otro lado, estaba muy ansioso de ver a Lucía de nuevo, la extrañaba, sin argumentos, solo la extrañaba, es que para mi no debía haber nada mas que solo eso, extrañarla.
MI desesperación el avión, hizo que el viaje se vuelva eterno, sabia que el esfuerzo de la paciencia valdría la pena, estar cerca de Lucia valía la pena.
Al llegar, la vi muy feliz de verme al igual que yo, fue tanta la emoción que ambos nos dimos un beso largo, era muy extraño sus labios ahora sabían diferente, sentía que en ese beso ambos nos dijimos cuanto en verdad nos extrañábamos. Salimos del aeropuerto tomados de las manos como dos jóvenes enamorados en busca de nuevas metas a cumplir juntos.
Como ella dijo, la situación de su madre era complicada, en esa semana ella se estaba apagando cada vez más, los doctores ya no le daban esperanza de mejorar, al desahuciarla la enviaron a su casa. A los tres días de estar ahí, ella falleció. Lucía y sus hermanas estaban devastadas, me sentía útil al estar ahí, poco a poco fuimos retomando la relación de esposos, ahora no me imaginaba la vida lejos de ella, sin poder protegerla y apoyarla en sus momentos difíciles. Ellas no querían enterrarla en España y decidieron incinerar a su madre y colocar sus cenizas en una urna que se quedaría en casa de su hermana menor.
Lucía y yo tuvimos que quedarnos una semana más en la que era la casa de su madre para poder desalojar el apartamento. En todo el tiempo que estuve fuera del país Margarita no llamó ni una sola vez. Al volver a convivir con Lucía me di cuenta de que la extrañaba.
A pesar del triste momento, Lucia y yo estábamos disfrutando de nuestra compañía, pasear por algunos lugares que quedaban cerca de donde nos estábamos quedando, hasta tomar un simple café era satisfactorio.
Fue un miércoles en la mañana cuando me levante y ella había preparado el desayuno, hablamos y decidimos intentarlo una vez más, ambos estábamos seguros de que nuestro matrimonio valía la pena. Ahora tenía que darle la noticia a Margarita, a pesar de no hablarnos la última semana sentía que aún estaba de cierta manera en una relación con ella. No sabía por dónde empezar, no quería llamarla por teléfono, me aterraba su reacción, no quería oírla mal por lo que iba a decir. De todas maneras, no podía esperar más, necesitaba decirle con urgencia que lo nuestro se acabó, escribí un mail largo y emotivo, señalando todas las razones que tenía para volver a intentarlo con Lucía, de cierta manera justifiqué mi decisión. Los días fueron pasando, con Lucía todo iba bien, ambos ilusionados con nuestra reconciliación que para mí tenía un sabor semidulce.
Llamé muchas veces a Margarita, pero ella nunca contestó, di por hecho que leyó el mail y no quiso saber más de mí. Por un lado, me sentía tranquilo porque fui sincero con ella, por otro lado, me dolía mucho el ya no saber de ella. Tenía algo de miedo de llegar al trabajó y ver sus ojos juzgando y reprochando mi decisión.
La exótica y pasional luna de miel se terminó, viajamos de vuelta a nuestro país, este era un nuevo comienzo, Lucía tenía que intentar recuperar su trabajo, no le fue difícil tras algunas conversaciones con su antiguo jefe.
Parecía que las cosas iban volviendo al rumbo habitual. A mi aún faltaban unos días para volver a trabajar, estaba algo tenso, muy nervioso, la presencia de Margarita en el trabajo no sería fácil de llevar para mí.
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Deseo
RomanceLuego de 10 años de matrimonio Daniel empieza a sentir una atracción irresistible por una muchacha menor que él. Su vida se vuelve un torbellino de emociones, cada día lucha contra el sentimiento intermitente de querer a su amante y a su esposa.