Capítulo 4

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La chica no supo en que momento se quedó dormida o por cuanto tiempo, solo sabe que al despertar estaba la puerta del cuarto donde se encontraba abierta y un papel sobre esta, lo tomó y leyó las indicaciones.

La misma letra fina y delicada de la vez anterior, supuso que siempre escribía la mujer pues los hombres rara vez tenían tal delicadeza para el simple acto de escribir.

Se le indicaba ir al final del pasillo y así lo hizo, encontrando sobre la puerta de otra lujosa y espaciosa habitación otro trozo de papel.

Se le indicaba que sería ese el cuarto que la acogería desde ese momento, pues ese contaba con un cuarto de baño para su propio uso, también habían varios vestidos sobre cama, parecían antiguos pero bien cuidados.

Cerró tras de sí y se despojó de las prendas que vagamente la cubrían, se adentró al baño y encontró la bañera ya llena, también había un poco de agua calentando y aún rodeada de leña, tomó los guantes y vertió como pudo el contenido hirviendo dentro de la tina de metal hasta que no quedó nada más.

Se adentró a la calidez del agua y se permitió cerrar los ojos para deleitarse. Luego tomó entre sus manos una enorme pasta entre sus dedos, olía fuertemente a miel, apenas tocó sus dedos húmedos la espuma se hizo presente y supo que era alguna especie de jabón, ella estaba acostumbrada a uno duro y sin olor, pero este parecía más elaborado, más sofisticado quizás.

El baño la dejó oliendo de maravilla, dulce, y a su piel suave y descansada, luego de haberlo analizado bien notó que tenía algo de manzanilla también, solo que no lo supo hasta no encontrar algo de la flor dentro de la pasta.

Se colocó uno de los vestidos sobre su piel ahora limpia y reluciente y tomó la nota antes recibida, y como supuso debajo de unas hojas en blanco encontró un lápiz.

Nueva vez agradezco por tan maravillosa hospitalidad, gracias por las atenciones y por la rica comida, la ropa y las comodidades, son tantas que me vería en la obligación de compensarlos de alguna manera, si algo necesitan véanse en la confianza de hacérmelo  saber, entiendo que no quieran arriesgar su paradero o existencia por mí así que  no preguntaré o pediré algo más de lo que se me a dado pues es más de lo que una desconocida merece, lo que sí quisiese saber es qué pasó con el puma  que me amenazó, si es que en verdad había uno, pues no confío en mi cabeza en estos momentos. Mis más altas gracias
Diana

Terminó de escribir y deslizó la carta bajo su puerta, luego notó que en esta habitación tampoco habían ventanas por lo que no sabría que tan lejos o cerca estaba de su peligro, pero aún así sabía que una mansión con tales comodidades solo podía ser alejado de Dramón, pues apenas el palacio mismo las tenía.

Divagó hasta ver el papel ser devuelto por donde mismo fue expulsado y se alejó de la cama para tomarlo.

Es de alegrar que se sienta tan cómoda joven Diana, pero he de informarle que por el momento no se necesita de su ayuda, aunque es de admirar que se ofrezca aún en su condición de paciente. La bestia que trató de atacarla no la tocó siquiera, descuide. El golpe en su cabeza se debió a una roca, no fue profundo por lo que pronto sanará.
Con la cena traeré algo de especias para colocarlas sobre la herida, dentro de poco estará mejor, espero que si siente alguna dolencia pueda sentirse en la confianza de hacérmelo saber mediante este mismo medio. Sin más se despide
K. N.

La joven sonrió por tan educadas palabras
y se recostó sobre su espalda aún en el sueño de la habitación para observar los detalles.

El techo parecía labrado en madera, tenía delicados y finos detalles que combinaban con la cama, escuchó la madera rechinar a lo lejos por lo que supuso los dueños de la casa no eran tan silenciosos como pensó en algún momento, mejor.

Eso de estar escuchando sus propios pensamientos la volvería loca.

Luego de algunas horas en las que había anochecido y con ayuda de un metal igual al que sus doncellas solían usar para encender la luz de la velas, lo hizo para alumbrarse un poco.

La puerta fue tocada con delicadeza y luego escuchó pasos apresurados alejándose como si el suelo quemara, sonrió.

Esperó un poco a pesar de que su estómago rugía con fuerza y cuando abrió la puerta encontró dos bandejas.

Una contenía yerbas y dos piedras para ser molidas, otra agua y su cena.

Tenía toda un ave para ella, no era grande ni mucho menos, pero estaba completa, hervida y tierna, aún humeante. Habían patatas hervidas y picadas, con una especie de líquido blanco que le daba una pinta de estar delicioso y una galletita que olía a miel y avena.

Cuando tomó el muslo del ave entre sus dedos este se desprendió casi instantáneamente, dejándola sorprendida por la perfecta cocción. Pensó que si lo llevaba a su boca quizás se desharía en ella, así que adentró el muslo completo, tenía razón, la piel y carne se rasgó completa del hueso y su lengua ardió pues la tierna carne aún estaba humeando.

Aleteo como si eso fuese a ayudar en algo y cuando su misma boca enfrió el bocado, lo saboreó. Ajo, cebolla y otras especies que la dejaron nadando en un más de deleite.

La salsa que arropaba las patatas hacía honor a su pinta. Estaba deliciosa y hacía que las patatas fueran más suaves para su garganta.

Apenas huesos habían quedado en su plato, y la pequeña galletita cuando un fuerte erupto salió de ella.

Abrió los ojos horrorizada pues eso no era propio de una dama, miró a su alrededor y suspiró de alivio cuando se vió sola.

Luego sonrió por su estupidez, tomó algo de agua para pasar el sabor de las especies y dejó caer en su boca la galletita, dulce y deliciosa como olía.

La dejó deseando más.




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La Princesa y El DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora