Capítulo 13

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La joven tenía todo el día dentro de la habitación que le fue dada, estaba triste y era normal.

Aún así el alto moreno parecía desear que cada cosa que la aquejaba fuera desecha. Que su vida fuera devuelta.

Incluso si debía entregar su magia, sus recuerdos o su propia vida. Parecía irreal para el el pensar algo como eso.

La noche cayó y este dejó el plato de la cena y llevó el del almuerzo, estaba sin tocar siquiera. La llamó, no respondió pero la escuchaba sollozar.

Decidió ir a la biblioteca buscando algún sosiego mas no lo consiguió, optó por leer en busca de algo que le sirva.

Pasó horas enteras en las que nada aparecía, en la que por mas que buscaba todos los libros estaban en blanco. Del mundo mágico en el que se encontraba se sabía que cuando estuvieras buscando algo lo demás libros aparecerán en blanco, de esa manera solo obtendrás la información que necesitas.

Mas no hallaba nada.

Alcanzó a notar esas alas características a la lejanía y se dispuso a entrar al escondite donde los espíritus no los notaban.

Pocos minutos después su hermano hizo presencia.

-Soy padre.- pronunció con tal alegría como tenía su corazón. -Si pudieras verlo, tiene mejillas rellenas, doble parpado en un solo ojo y la sonrisa cuadrada de mamá.

-Felicidades hermano, supongo que lo que para mi fueron algunos días para ti fueron años.

-Dos años- lo miró fijo -Algo pasa pequeño.- el moreno sonrió

-Soy mas alto, mi dragón mas grande.

-Pero soy tu mayor- este suspiró resignado.

-Ella lo descubrió

-¿Ella tu encargo?- asintió -Es bueno, eso indica que pronto irá con los espíritus.- lo miró mejor. -La amas- afirmó -Pequeño- confortó

-Ayudame

-No puedo, debes concretar tu tarea antes de pedir tu deseo- dijo con tristeza -Si pudiera hacerlo te daría lo que fuera de mí.

-Descuida. Aun así..

-Espera mil años, cuando logres esos mil años de trabajo..

-Ella tendrá su destino concretado, habrá reencarnado ya. La habré perdido.- era de saberse que las almas reencarnaban indefinidamente, con la salvedad de que solo una vida se encontrarían dos almas que estaban unidas por algún lazo de sangre o amor en alguna.

Es decir, tu madre, no volverá a tener algún lazo contigo, muchas veces ni siquiera compartían el mismo tiempo entre mundos.

Al ser infinidad de mundos estos tenían infinidad de espíritus, espíritus que regían en cada uno y cuando los servidores, como eran llamados seres de luz como nuestro protagonista, cumplían con su servicio. Ya sea ayudar a las almas a encontrar su paz, guiarlos o protegerlos, estos obtenían un deseo, para entonces reencarnar.

Su hermano había concretado su tarea, pidió conservar sus recuerdos. Los espíritus no vieron problemas en esto, cosa mal hecha. Pues este tenía los conocimientos necesarios para saber como viajar a su antiguo mundo y visitar a su hermano cada vez que podía.

Se le complicaba era obvio, debía agotar prácticamente toda su energía transformándose, pues los espíritus tampoco previeron que la conversión en los dragones era por conocimientos y no por composición física, también debía esperar años para visitarlo nuevamente pues la energía consumida tardaba en regresar en el mundo en el que estaba.

-¿De que me servirá recordarla si estará destinada a amar a alguien mas?

-Amala ahora, debes amarla hoy, mañana y hasta el día que ascienda con los espíritus.

-Está asustada

-Hazle entender que no tiene nada que temer. No contigo, no a tu lado.- los ojos del menor se inyectaron en ira. -Para, por favor.

-Apenas comenzaba a vivir, la persiguieron hasta hacerla morir, sus asesinos se regodean por lo pasado. Por lo obtenido.

-No hagas algo que pueda traer la furia de los espíritus a ti. No me lo perdonaría- lo miró a punto de llorar -Por favor.

-No lo haré- negó -La haré feliz mientras asciende.

-Se feliz tu también- este asintió y se dieron un rápido abrazo, el mayor debía regresar.

Cuando se hubo ido este tomó una bocanada de aire y salió del lugar con los pies pesados.

Se dirigió con determinación y tristeza al pasillo que daba a ambas habitaciones, miró la cena en el mismo lugar y entristeció, había preparado galletas para ella y aún así no las comió.

Tomó la bandeja entre sus manos y abrió sin antes tocar.

-Diana- llamó tras la cama, la veía sentada viendo a la pared. -Pida, pídame lo que sea y se lo daré.- negó

-No puede devolver mi vida. Tampoco quiero regresar allá- lo miró a los ojos -¿Me puedo quedar aquí?-  la cara del alto le hizo saber que no.

-La vengaré- esta negó

-¿Me abraza?- este se acercó. Se sentó a su lado y abrazó su cuerpo. -Abráceme.- este sintió sus lágrimas en su cuello mas no dijo algo. -Ni siquiera supe amar, reír, no pude ser madre. Amarlos por sobre mi vida.

-Tendrá todo eso, estoy seguro.

-Sus palabras suenan confortantes mas el nudo en mi pecho crece a cada segundo.

Este se las ingenió para recostarse con esta a su lado en la cama. -Mire arriba- movió su mano e hizo el techo desaparecer dejando las hermosas estrellas asomarse.

Brillaban con intensidad y los arboles que los rodeaban les hicieron refrescar. Se abrazó aún mejor al mas alto.

-La haré sentir felicidad

-¿Será mentira como todo esto?

-Yo no lo soy.- tomó asiento para mirarla

-¿Seré feliz sin al menos alguna de las cosas que deseo?

-Tendrá la más importante

-¿El amor?- asintió -¿Quien me amará?

-Yo, yo lo hago. Con apenas verla mi pecho fue golpeado con fuerza, es la razón de mi sentir, el motivo de mi respirar y el objeto de mi deliro. La amo y aunque ese hecho no sea mucho para cualquiera para mi es la unión de todo mi mundo. Lo que sea que me pida como prueba de lo que siento lo tendrá y de esa manera vea lo verídico en mis palabras.

-Béseme.



Me voy a llorar



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La Princesa y El DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora