-Señorita- llamó -¿Viene por favor?- este la llamaba, la invitaba a aubir las escaleras, pues ahora se encontraba entretenida viendo cómo se cocía el pato para la cena.Lo había cazado. En un descuido de ella y al verlo ya sin vida no tuvo más que resignarse. Tierna pensó el mayor.
Al subir se encontraron dentro de la extensa biblioteca, era un sueño ese lugar. Amplio, limpio, espacioso.
-Esto es.. el paraíso- dijo con asombro palpable.
-Me alegra que te guste, supongo que ahora tendré compañera de lectura- asintió enérgica.
-¿Volverá al segundo piso?- quiso saber pues este en los días de recuperación se había estado quedando en la habitación del primer piso, cosa que hacía sentir a la joven algo sola si tenía algún sentido.
-Lo haré- dijo con ternura. -Quiero mostrarle algo.- se acercó a la estantería y tomó un libro de tapa gruesa, -Es un libro sobre los mundos- le tendió. -Según mi padre, existen muchos mundos ahí afuera, mundos mágicos, mundos sin magia, mundos con criaturas y sin ellas, este libro explica el porqué y él como.- este sonrió -Sería hermoso tener el conocimiento si al menos alguien hubiese escrito en el- la joven lo abrió y en efecto, estaba vacío.
Tenía hojas, pero hojas en blanco que no dejaban ver más que su blanquitud. Así como lo tomó, lo colocó en su lugar y entonces le tendió el que quería mostrarle.
-Este libro tiene palabras muy sabias, da buenos consejos
-¿Un libro que da consejos?- dijo con tono no creyendo
-Todos lo hacen, los libros son para aprender y algunos nos enseñan mediante vivencias o consejos.
Estos se enfrascaron en una amena y entretenida conversación que terminó cuando el más alto hubo bajado a checar lo último para la cena, según dijo prepararían un banquete.
Y así fue
Se las había ingeniado para para luego de hervir el pato, colocarle especies y este tomó un color dorado que le hacía ver y oler delicioso.
Había cocido víveres de su huerto y realizado una ensalada con algunos vegetales cocidos.
La miel les ayudó a hacer un rico pastel de zanahoria del que la más joven estaba orgullosa, pues ella había hecho la mayor parte.
Ahora se encontraban colocando la mesa de lo más pintoresco para entonces sentarse a cenar al fin, morían de hambre. Ambos lo hacían.
Apenas el pato alcanzó el paladar de la menor gimió gustosa por el sabor, los vegetales no se quedaban atrás y en combinación con el fuerte sabor del pato quedaban de maravilla, los víveres fueron devorados de igual forma y ambos estaban rebosando, cosa que al momento de comer el trozo de pastel y el té que prepararon para ello se les olvidó.
Pues lo comieron con hambre, como si no hubiesen comido en días enteros.
-Estoy muy llena, creo que en toda mi vida no había comido tanto como en las semanas que llevo aquí.- admitió. -Subiré de peso- dijo por lo bajo con algo de pena.
-Si me permite opinar- está asintió invitándolo a continuar -En mi opinión personal esas libras le vendrían bien- dijo con todo el respeto del que era conocedor.
-¿Usted cree? -Asintió
Estos se despidieron para dormir, ambos apenados. Subieron en silencio y se adentraron a sus respectivos cuartos.
Este se encontraba con una risa boba hasta el momento que notó unas luminosas y poco camuflajeadas alas.
Salió del cuarto a paso rápido pero con sumo silencio para no llamar la atención de la joven cual posiblemente aún ni siquiera duerme.
Bajó las escaleras y luego se adentró a la biblioteca, abrió una puerta cual parecía una estantería y luego de encender una luz que su hermano le había traído del otro mundo como lo llama él espero por este.
-¿Porque tanto secretismo últimamente?- se quejó su mayor.
-Ya te dije hermano, es mejor si los espíritus no saben que vienes aquí.
-Patrañas, ¿como dejaría a mi hermanito solo?
-Lo has hecho ya- dijo con tristeza.
-Lo siento- el menor negó.
-Lo entiendo, la amas, es normal que fueras por ella- el tema quedó ahí, ninguno comentó más. -¿Que trajiste para mi?
-Arroz para sembrar, e instrucciones de cómo hacerlo, también para comer- señaló ambos sacos.
-¿Como trajiste ambos en tu espalda?- parecía turnado.
-¡Oye! Soy tu mayor por 1000 años, más fuerte también.- el menor sonrió. -Te ves más feliz Nanso- y así era, solo que no podía decir el porque.
Aunque Siono como se llamaba ahora en su nuevo mundo sea su hermano, no quería que los espíritus los escucharan, así que no lo decía en voz alta.
-Debería irme- el menor asintió.
Moría por abrazarlo, pero no era tangible en ese momento, extrañaba a su hermano.
-Hasta otro mundo
-Hasta otro mundo pequeño- dijo por último antes de desaparecer.
El menor tomó ambos sacos sobre sus hombros y luego de dejar las instrucciones en la estantería de libros se dirigió a la cocina.
Sin duda ver a su hermano así sea por unos cortos minutos era bastante gratificante. Pero por alguna razón le generaba tristeza luego de verlo irse.
Se sentía solo y a pesar de que la joven que alegraba sus días lo acompañaba no era lo mismo, no era como que pudiera decirle lo que era y él porque estaba ahí.
¿O si?
Siempre que escribo esta historia termino con hambre.
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La Princesa y El Dragón
FantasyTodo de ellos era un misterio, estaban ahí. Pero ¿cuántos eran?¿era cierto alguna cosa de las que se creía de ellos?¿de verdad estaba habitada esa enorme casa que se alcanzaba a ver a las lejanías del pueblo? Lo más curioso de todo, nunca nadie los...