III

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No recordaba la primera vez que había usado los deseos de los demás para su beneficio, sentada sobre la cómoda silla amueblada no lograba recordar siquiera el rostro.

Recordaba que para ese momento a su hermana ya la habían apodado la delicia del reino con todo derecho, pero a ella en secreto la llamaban el demonio blanco, ya que decían que era más que caprichosa, era violenta e irrespetuosa.

No esperaba que hicieran menos que servirle y no se doblegaba ante nadie, ni por su madre ni por su padre, excepto por su gemela, a quien adoraba.

Mientras esperaba la primera carta sentada en aquel salón vacío, solo acompañada por su Guardia, intentó recordar quién había sido su primer juguete.

Y mientras más se rompía la cabeza, un rostro se empezó a formar de entre las sombras, encontrándose con la cara de su primera Septa, rió por lo bajo, y sorprendida empezó a recordar poco a poco.

Era una mujer vieja, ya con unas buenas marcas de envejecimiento tanto en el rostro como en las manos, era gorda y muy alta, casi podía resultar aterradora, solo casi.

Recordaba que le gustaba enseñarles a ambas al mismo tiempo, ya que no quería estar sola con la impertinente segunda hija del Rey, ya que sin su hermana ella podía ser muy cruel.

Recordaba que las primeras dos veces que estuvieron solas ella salió enfurecida del salón, y en la segunda vez la abofeteó, su pálida mejilla se volvió roja como el carbón ardiendo y su labio explotó.

Al girarse a verla la vió con los ojos cristalizados, su cara de estupefacción por lo que había hecho fue casi poética, vió centenares de emociones cursar su rostro, pero la última y más intensa fue el miedo y la sorpresa.

Sus cejas estaban curveadas, y se miró la mano solo por un segundo, sintiendo que su sangre se helaba sobre sus huesos, Rhayna sintió que su rostro ardía fuertemente, sus dientes le dolían y su labio goteaba.

Era apenas una niña, no podía tener más de seis años, su cuerpo había caído contra el suelo cuando su mano estampó contra su rostro, y aún en el suelo intentó alejarse lo más que pudo de la Septa.

Quien parecía arrepentida, pero eso no sirvió de mucho cuando su Guardia real entró en la habitación al oír el golpe en seco, y se encontró con la repugnante escena de la princesa aterrada y sangrante escondiéndose de la mujer tras una columna.

La Septa intentó hablar pero el hombre sacó la espada y apuntó directo a la vieja mujer, acercándose a la pequeña niña, quien se levantó con lágrimas en los ojos y abrazó la pierna de su Guardia.

— ¿Está bien, Princesa? — Cuestionó y ella asintió con la nariz moqueando — ¿Qué pasó?

Esa última pregunta la hizo con más dulzura, sintiendo pesar por la niña, mientras veía fijamente a su Septa.

— Yo no quería, le puedo explica...

— Le pregunté a la princesa — Interrumpió el alto hombre — Y ciertamente usted no se ve como una.

Rhayna rió por lo bajo, lamiendo la sangre de su labio, conectó miradas con la vieja mujer, y por primera vez en su vida se sintió poderosa, viendo aquella perturbante mirada que mantenía en su rostro, sin poder respirar por el miedo y con los ojos rojos por las lágrimas acumuladas.

Ella se sintió bien, fuerte, poderosa, por lo que sonrió mientras se acariciaba su mejilla — Ella me golpeó, pero tubo razón en hacerlo — Dijo, sorprendiendo a ambos adultos — Pude haber sido un poco impertinente, puede salir, Ser.

Ordenó alejándose y acercándose poco a poco a la mujer, el guardia la miró confundida, vacilante a dejarlas solas, viendo cómo el rostro de la niña se volvía más rojo, con distintos tonos en toda su mejilla.

DEMONIO BLANCO • Rhaenyra x OC x Daemon •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora