¡ O2 ⚝ paleta colorida !

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La empresa donde Jeongin trabajaba como contador quedaba a unas cuadras de una tienda de dulces bastante llamativos y de precios altos por la calidad de su sabor; por fuera tenía un gran letrero con el nombre pintado de rojo con letras blancas, y flores en las vitrinas coloridas donde se podían visualizar los dulces que estaban a la venta, solamente como muestra para llamar la atención de las personas que pasasen por ahí cerca.

A las seis y treinta de la tarde cuando Yang salía, la ciudad se abrazaba del viento helado, por incitación suspiraba, colocándose un suéter delgado sobre su saco gris para evitar un resfriado, tenía la mala suerte de ser alérgico al frío; pasaba por la dulcería, justo al frente sólo debía cruzar, algunas veces se le antojaba algo y compraba, como en ese momento. Hyunjin siempre lo molestaba con que se comía a sí mismo al verlo morder panecillos.

Justamente a las seis con treinta y cinco después de cruzar, se paró frente a la vitrina, viendo los nuevos dulces que estaban, uno de ellos era una gran paleta de colores con un listón simulando un moño, demasiado pegajosa para su gusto.

Colodes —su mirada bajó hasta un niño que vestía prendas bastante desgastadas y pequeñas para su tamaño, se notaba la suciedad en su cuerpo y el olor debido a la falta de higiene, era difícil saber su tono de piel.

El pequeñito sacaba su lengua saboreando en su imaginación el llamativo dulce, su mano diminuta sobando su estómago. Su corazón se hizo chiquito por lo que estaba presenciando, haciendo cálculos no pasaba de los cuatro o cinco años, era delgado, y su cabello negro y liso le llegaba a las pestañas.

— ¿Te gustan los dulces? —preguntó entonces en un hilo de voz, la respuesta del niño fue afirmativa y lenta.

Dicos, mucho dicos.

— ¿Sabes qué es más rico que un dulce? —el pequeño negó, curioso giró hasta él con un rostro que se preguntaba qué podía ser mejor que el azúcar— Un rico emparedado de mantequilla de maní.

Nuca comí uno.

— Que suerte tienes, hoy lo harás, mira, en este maletín tengo uno destinado especialmente para ti —los ojitos llenos de curiosidad del niño brillaron cuando el objeto se abrió, y el adulto sacó de él un tupper con una bolsita de plástico con sello propio, tendiendo su mano hasta él esperando que lo tomara.

— Tómalo, es tuyo.

— M-me dan comida y... ¿tengo que hacer un cambio?

La manera en que lo dijo fue tan devastadora, que Jeongin quiso romperse a llorar ahí mismo, su vocecita estaba llena de inocencia. Las manitas habían pasado a sus pantalones con intenciones de bajarlos, por lo que Yang lo detuvo con voz rota.

— N-no, no debes, sólo ti-tienes que comerlo y eso será suficiente.

El niño dió la vuelta y comenzó a caminar sin tocar el emparedado, Jeongin fue detrás suyo, queriendo que comiera porque no sabía hasta cuándo lo haría. En ese camino fue testigo de como las personas lo denigraban, lo veían con asco, la doble moral en toda su extensión porque fue capaz de reconocer a la gente que participaba en marchas con el pañuelo celeste, ahí frente a él caminaba una vida que necesitaba ayuda y era la primera en ser ignorada.

Por la apariencia del cielo que se encontraba lechoso, ya eran pasadas las siete, seguramente Hyunjin ya había regresado de pasear a Kkami y lo esperaba para poder cenar, pero él continuaba siguiendo al niñito que caminaba descalzo a un barrio en mal estado que se desplomaría en cualquier momento, todo estaba en silencio y lo único que logró captar fueron cartones tirados y olores putrefactos, no había demasiada gente, pocos durmiendo y otros ingiriendo drogas. Sí, estaba asustado.

— ¿Vives aquí solo? —el menor dio un brinquito por el susto, mas asintió colocándose al frente suyo. Estaba en lo que parecía una casa y cenizas esparcidas con basura rodeándola— Dios, entonces... toma esto, cómelo despacio, te dejaré la botella de agua que compré en la salida —frente a él estaba la necesidad, nunca antes viéndola tan de cerca, un niño cargado de ignorancia e inocencia comía con tantas ganas. ¿Cómo no? Si seguro no lo hizo en meses. Realmente quiso quedarse, pero el olor ciertamente lo mareaba, y debía volver a casa—. Ten mucho cuidado, nos vemos, pequeñito.

No recibió respuesta porque el infante seguía comiendo de su emparedado, dándose regaños mentales porque debía guardar para comer al siguiente día, segundos después de seguir viéndolo se retiró, tomando un taxi ya que iba tarde.

En casa, Hyunjin lo recibió con un beso dulce y delicias de comida en la mesa para casi cuatro personas. Hwang trabajaba como chef principal en un hotel con turnos mañaneros, sus conocimientos de gastronomía comprobados en el sabor de cada plato y adquiridos con la experiencia; sin embargo, Yang veía detenidamente la comida sin probar alguno, el mayor inmediatamente se preocupó pensando que la dieta extrema pasaba por su cabeza de nuevo.

— ¿Sucede algo, no te gusta cielo?

— No, no, no es eso, es que yo... hoy, uhg —tomó aire antes de continuar— Después del trabajo me detuve en una dulcería y me topé con un niño en pobreza, solo y hambriento, le dí mi emparedado de maní porque leí que era bueno para niños desnutridos en las revistas que tienen en las salas de espera de los hospitales... ciertamente, Jin, no puedo comer sabiendo que eso será lo único que él probara hasta que encuentre un pan en buen estado o una bolsa sin hormigas. Mi pecho se siente ácido.

— Jeonginnie, tranquilo, cariño, hiciste algo maravilloso y estoy orgulloso de tus actos, seguramente él está muy agradecido, venga, guardamos esto para la semana y vamos a dormir, pero come un poco de arroz por lo menos.

Después de guardar gran cantidad de comida en el refrigerador, la noche llegó hasta ellos, Jeongin dormía en los brazos de Hyunjin con un agujero en el corazón; mientras que, al otro lado, un pequeño se cubriría con una sábana roja, sucia, con agujeros y manchas, agradeciéndole al cielo por tener algo en su estómago ese día que, sin duda, guardaría por mucho, mucho tiempo.

── we are jaune !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora