Los horarios laborales de Hyunjin llegaban a coincidir con Jeongin, pero el primero debía irse cuando su esposo empezaba su desayuno; preparado por el mayor, por supuesto, ¿quién sería sino un amoroso hombre que disfrutaba cocinarle al amor de su vida? Un don nadie tal vez. Por eso en cada desayuno le dejaba detalles pequeños o notas recordándole lo mucho que lo amaba, como trozos de manzana formando un corazón, o un puercoespín pequeño de kiwi.
Como esa mañana, que le dejó un oso de panqueques con un corazón de mantequilla como nariz, como bonus un dulce besito sabor a miel antes de retirarse.
Ahora, mientras estaba supervisando al nuevo empleado que pasaba por una prueba, también se encargaba de probar los platos que salían para el almuerzo de los habitantes en el hotel Stayville, uno famoso situado en el centro de Seúl que los extranjeros solían solicitar con frecuencia por su variedad en comida internacional y tradicional principalmente. Los beneficios a esto era su salario, una excelente paga.
Entrando por la puerta trasera que daba a la bodega, salió un hombre mayor dándole una mirada para avisarle su receso.— Hwang Hyunjin, tienes treinta minutos.
Amaba su trabajo, parte de su vida estaba dedicada a la cocina, sumando que había viajado a distintos países para tener personalmente el sabor de la comida internacional. Pero le gustaba tomarse treinta minutos para salir por unos momentos y dejar que sus pulmones respiraran más que sal y pimienta.
Era una mañana calurosa, el sol estaba en su punto medio, fuerte y cegador, por suerte llevaba ropa que evitaba algún bronceado no deseado. Decidió tomar el descanso en una plaza que quedaba cerca, a cinco minutos del hotel, bajo una sombrilla y un sofá individual con una bebida tropical en sus manos.
Levantándose se dirigió a un bote de basura para tirar el envase biodegradable, de pronto sus ojos se alzaron cuando detrás del local resaltaban dos pequeñas piernas colgando del gran contenedor, mismo que estaba a segundos de cerrarse sobre el pequeño cuerpo.
Con el corazón en la garganta, Hyunjin corrió lo que pudo hasta llegar a quien fuera que estuviera dentro, sacándolo en el minuto adecuado antes de que la gran tapa cayera sobre el niño, evitando así un deplorable accidente.
Respirando agitadamente, sostuvo los huesudos hombros del infante entre sus manos sin imponer fuerza.— ¿Estás bien, pequeño? Dime que no te lastimaste.
El menor tardó en responder, luego negó con sus ojitos cerrados, pequeñas lágrimas saliendo de sus ojos, al igual que sus mejillas, sucias y amargas. Una de sus manos estaba apretando parte de una bolsa, sus ojos llorosos viendo con pena el contenedor del local, Hyunjin lo veía con curiosidad, tratando de entender su mirada.
— C-comida... mía.
La expresión de Hwang se relajó al darse cuenta, lo que el pequeño buscaba era alimento, y el local solía tirar comida en buen estado que no se vendía en el día o la noche anterior, pero aún así con bacterias y uno que otro insecto. Le dió una mirada al infante, agachándose para quedar a su altura.
— Te traeré algo más rico, sólo tienes que quedarte aquí, ¿me esperas un ratito, pequeñín?
Al menor le brillaron sus ojitos rojos, hipando asintió, viendo como el hombre se levantaba y caminaba hasta la [casa grande ] de comida, esperó unos minutos y de pronto vió al hombre de nuevo con una bolsa parecida a la que se le rompió, pero con la diferencia de que estaba llena y limpia.
— Hay un pan de banana, fruta fresca y picada, incluye un tenedor. Oh, también hay una botella de agua, además de dos sándwiches de maní.
Le dió la bolsa al niño que nunca antes había visto tanta comida en buen estado, para él y solamente para él, el hombre bueno le había comprado comida rica. Iba a hablar, pero recordó que no tenía porqué hacer algo a cambio, como le dijo el otro hombre bueno y bonito.
Soltó una risita antes de ver hacia todos lados, buscando un lugar en el cual sentarse para disfrutar mejor su comida. Hyunjin lo siguió con la mirada hasta ver que se sentaba bajo un arbolito. Sacó primero el pan, quitando un pedazo para llevarlo a su boquita muy despacio, después de eso lo devoró, luego partió un pedazo de un sandwich, haciendo lo mismo, la fruta por otro lado se la comió enseguida, seguro sabía que no podría conservarla por mucho tiempo.
EI niño es inteligente; pensó.
El reloj de su muñeca comenzó a sonar, recordándole que tenía que volver a su trabajo en menos de diez minutos. Le dió una última mirada al niño que ahora tomaba agua con algo de dificultad. Al soltar un suspiro se encaminó de nuevo a su trabajo, pasando frente al pequeño que guardaba la botella de agua.
— Gaci... gacias —balbuceó, había aprendido que cuando recibía algo debía ser agradecido, especialmente con las cosas buenas que le pasaban. Aunque su habla no era la mejor al no estar del todo desarrollada, hacía el intento siempre que se le era permitido.
A vista de Hyunjin, los dos ojitos del pequeño brillaron como dos luceros, inocentes y resplandeciendo de una manera especial, su corazón dió un vuelco al encontrarse atrapado entre su mirada, pero su reloj y el tiempo lo estaban presionando para que volviera a su trabajo.
— Nos vemos, pequeño, cuídate mucho, espero que disfrutes lo que hay en la bolsa —despeinó sus cabellos ya revueltos y se retiró a paso apresurado hacia el hotel.
El menor lo siguió con la mirada, curioso, después de eso tomó la bolsa, yéndose del lugar porque vió a los monstruos acercarse y podían robarle su comida, la única que tendría en mucho, mucho tiempo, antes de que buscara en las bolsas de olores feos y ratas agresivas. A pesar de eso, su estómago lo agradecía, así como su corazoncito.
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── we are jaune !
De Todohyun + in ⚝ el poseedor de unos pequeños ojitos llegó a la vida de hyunjin y jeongin para ganarse sus corazones y así crear un bonito color; el amarillo. ❛ el color favorito de todo lo contradictorio, o del optimismo, al igual que de los celos... es...