Capítulo 18.

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—Que valiente —dijo Fran.
—Seré valiente pero tengo frío.
—Toma mi camiseta —dijo. Me la puse y me quedaba súper grande.
Me eché en su hombro y él me abrazó. De repente me sonó el móvil. Era Jesús.
Fran empezó a darme besos en el cuello. No me pude aguantar la pequeña risa a causa de las cosquillas.
Jesús se molestó y terminó rápido la conversación.
—No paras —dije dándole un golpecito a Fran.
—Vale, ya paro.
Nos tumbamos en la arena mientras estaban jugando a la botella. No parábamos de reírnos y besarnos.
Pasaron dos o tres horas.
—Yo ya me voy, ¿te vienes? —me preguntó Marta.
Asentí. Me levanté.
—Toma tu camiseta —dije y empecé a quitármela.
—Quedatela.
Me negué rotundamente, pero insistió y no me quedó otra.
Me puse los zapatos. Esperé a que mi prima terminara de "despedirse" de Alex. Vino Fran y nos besamos, hasta que mi prima vino a jodernos.
—Vamos ya hombre.
—Og —refunfuñé.

Faltaba poco para llegar a la casa de mi prima.
—¿Te gusta Fran? —preguntó de pronto.
—¿A mi? Que va.
—Es que como os estábais dando el lote, pues...
—Pero es el típico rollo de dos o tres días chiquilla.
—Te gustan los rollos, ¿no?
—Sí —reí.

Llegamos, me duché y me dormí.
Me desperté. Mi prima aún seguía dormida. Bajé a la sala de estar y estaba mi tía.
Al poco rato bajó mi prima adormilada.
—Vestiros y nos vamos las tres a desayunar a una cafetería —propuso mi tía.
Mi prima resopló, se le acercó mi tía y le dio un beso en la frente.
Subimos las dos. Al poco rato ya estábamos listas.
Mi tía cogió su bolso y las llaves del coche.
Nos llevó a un centro comercial.
Era súper grande nos dirigimos a una cafetería que había allí. Desayunamos y entramos a las tiendas a ver.
A mí me encantó un vestido celeste que del ombligo hacia arriba era pegado y del ombligo hacia abajo, de vuelo. Y a Marta otro.
—Coged uno de vuestra talla —dijo mi tía.
La abracé —eres la mejor —.
—Gracias. Ya que en tu cumpleaños no te compré nada aquí tienes tu regalo.

Pagó los vestidos y salimos de la tienda. Las dos nos fuimos muy contentas. Al llegar Marta subió a la habitación a llevar los vestidos y yo me quedé en el sofa.
—Tita, ¿me puedes llevar esta tarde a mi casa para estar allí por la noche?
—Claro que sí. Después de comer te llevo, así que prepara tus cosas.

No contesté.
Subí, entré en la habitación de mi prima y me derrumbé.
—¿Qué te pasa?
—Necesito ver a Jesus y decirle que lo quiero y que lo necesito —respiré profundo —me vine aquí porque estaba enfada conmigo misma, no estaba bien y necesitaba pensar, saber que quería yo de verdad, ver a quién le importo y he decubierto que a nadie. Ahora solo quiero llegar a mi casa, tumbarme en mi cama y ahogarme en mis lágrimas
—Aquí tienes a todos y allí también.
—No tengo a nadie, mi ex y mi mejor amiga estan juntos y esa misma mañana, me dijo Pablo que volviera con él, que me quería demasiado, que no me podía olvidar y yo se que aún siento algo por él porque, no mucho, pero yo no olvido tan rápido y va la otra, sabiendo mi más mínimo sentimiento hacia él y ¡hala! a surgido el amor así por así... eso duele, ¿sabes?
—Tranquilizate, no dejes que los mismos gilipollas de siempre te pisen, vales mucho —dijo secandome las lágrimas.
—Pero espera, que no ha terminado todo.
—A ver, di.
—Antes hablo con mi hermana por teléfono y me dice que ayer Jesús durmió en la casa de una amiga de Leticia y —suspiré —a saber qué han hecho, yo lo amo y él según decía a mi también, ya se ve como son las personas que me rodean.
—Pero... —no terminó, se quedó callada, no sabía que decir y me abrazó.

Yo seguía llorando, esperando a que llegara la maldita hora de irme.

Mi perfecta maldición. - [Gemeliers].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora