Capítulo 12.

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Daniel y mi hermana se fueron y nos dejaron solos. Jesús fue a mí habitación a cambiarse de ropa porque llevaba el pijama.

Salió y bajó.

—¿Nos vamos? —preguntó Jesús.

—Dios, ¿a dónde vas tan guapo?

—No se, a pasar la noche con una bella princesa.

—Con Laura, ¿no? —dije molesta.

—¿Qué dices?

—Pues la verdad, esta tarde hos vi besandoos.

—Pero a ver, que eso no a sido nada, que a mí me sigues gustando tú y tus besos

—Si si... —dije dudosa y sonriendo.

—Oye en verdad no tengo ganas de salir, vamos a quedarnos aquí tu y yo solitos.

—Es que... —no me dejó terminar la frase y me tumbó en el sofá.

Se tumbó encima mía y empezamos a besarnos una y otra vez.

—Al final te tenías que haber quedado con la toalla.

—Bueno da igual, pero vamos mejor a mi habitación.

Subimos nos tumbamos en mí cama y empezamos a quitarnos la ropa poco a poco, hasta que terminamos haciéndolo.

Eran las 23:20, yo me estaba vistiendo y Laura me llamó por teléfono.

—Dime.

—Estamos en el muelle ¿te vas a venir?

—Sí, espera ahora vamos.

—Vale, venga no tardes, adiós.

—Adiós —colgué rápidamente.

Me sente en el sofá ya vestida y agaché la cabeza sosteniendomela con una mano.

—Madre mía.

—¿Qué? —preguntó Jesús muy contento.

—Que mira al final lo que emos hecho.

—Tampoco ha sido nada malo.

—¡Para ti! Yo tengo novio —dije nerviosa.

—Es verdad, soy un liapellas.

—Joder, anda vámonos —dije dándole la mano hasta la puerta.

Nos fuimos al muelle donde estaban Laura, Pablo, Juan, Patricia y Fernando.

Me senté al lado de Pablo.

—A buenas horas venís —dijo agarrándome de la cintura.

—Es que no teníamos ganas.

Jesus me miró y los dos sonreimos.

—Laura ven.

—Voy —dijo preocupada.

Nos apartamos. Me puse nerviosa, pero se lo tenía que decir.

—Hemos acabado...

—¿Qué? —dijo Laura más o menos sabiendo a lo que me refería.

—Imagínatelo.

—¿Lo habéis hecho?

—Sí —dije desviando la mirada al suelo.

—Esta vez te has pasado —dijo sorprendida.

—Lo sé, pero me he dejado llevar, no sabía lo que hacía.

Laura se quedó pensativa. Volvimos para donde estaban. Cuando lleygue no vi a Pablo por ninguna parte.

—¿Dónde está Pablo? —dije preocupada.

—Se a ido enfadado —respondió Jesús.

—¿Por qué?

—Porque son tontos y han empezado a hablar de lo que paso entre nosotros en Mallorca.

—Sois retrasados y que sepáis que entre Jesús y yo no ha pasado nada más, así que parad con el temita, ahora solo somos amigos y ya está.

Yo me fui a buscar a Pablo. Al rato lo encontré sentado en su puerta.

—¿Qué haces aquí fuera?

—Déjame en paz.

—Dímelo —dije acercandome a él.

—Alejarme de gilipollas, ya estoy harto.

—Lo siento, de verdad —dije triste.

—Tú en verdad no sientes nada, el único sentimiento que hay dentro de ti es lo que sientes por Jesús —dijo más enfadado aún.

—¿Qué hablas?

—Pues la verdad.

Pablo se levantó, iba andando muy rápido y yo iba detrás suya.

—¡Pablo espera!

—Vete, no te quiero ver.

—Vale, vale, me iré, tú sabrás lo que haces —dije decepcionada.

—Muy bien, adiós.

—¡Pues adiós y esta vez para siempre! —me detení y me di la vuelta y empecé a llorar.

Eché a correr hacia el muelle. No llegue allí, me quedé en una esquina.

—Jesús me voy a mi casa, cuando quieras ven.

—Espera que voy contigo —dijo Jesús corriendo hacia mí —¿qué te pasa preciosa?

—Nada, ya no estoy con Pablo, al final lo he perdido, le e hecho mucho daño y seguro que no me vuelve a hablar.

—No te preocupes, ya veras como todo volverá a la normalidad —dijo secandome las lágrimas.

Llegamos, yo subí a mi habitación, Jesús venía conmigo.

Mi perfecta maldición. - [Gemeliers].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora