Primera Historia; Capítulo 2: Cómeme el nabo.

29 3 0
                                    

- ¿Me estás diciendo que puedes evitar que muramos de hambre? -Dijo Incrédula Clara.

-Soy un Granjero, hacer comida es mi trabajo. -Respondí confiado. Tomando unos cuantos rábanos del sitio, les corté la parte de arriba y repetí el proceso con las zanahorias y tomé una papa que estaba a medio brotar. -En teoría los rábanos deberían crecer en menos de un mes. -Como cabría esperar, la leñadora seguía algo incrédula.

-Como sea, supongo que podemos darte el beneficio de la duda. -En ese momento fue cuando caí en cuenta que no tenía un azadón para arar la tierra. Podía regar usando la cubeta de la casa, pero no podía arar la tierra así.

-Oye... ¿No tendrás herramientas de cultivo a la mano?

- ¿No trajiste herramientas?

-No pensé que terminaría en medio del bosque aislado del mundo con una hermosa chica. - ¿Porque eso me suena a título de badfic? 

- ¿En serio te parezco hermosa? -Dijo algo orgullosa.

- ¿En serio es lo único que te preocupa de esa frase? -Al final terminé por armar un azadón usando la placa de madera que quedaba del cadáver a medio comer que antes era guardia y su lanza. Ofrecí una plegaria, aunque no sabía rezar ni a que dios hacerlo... así que lo hice bajo mi fe.

-Y protégelo gran monstruo del espagueti... -Dijo mientras terminaba el rezo. Arar el campo fue bastante sencillo, plantarlo también. Supongo que ese llamado talento me facilita este tipo de trabajos. -Supongo que vamos a necesitar una vaya para protegerlo de los animales.

- ¿Qué tan alta? -Preguntó la chica.

-Supongo que unos 40 centímetros está bien. -En ese momento la chica tomó su hacha, acercándose a un árbol de fácil un metro de grosor y de un solo golpe lo derribó. Aunque ver a una chica tan pequeña derribar tremendo roble fue impresionante, verla sacarle la copa con la misma facilidad y rodarlo hasta el sitio no se quedó atrás. -Tres de estos deberían hacer el trabajo.

-Ay mamita... ¿Tienes superfuerza?

-Sólo para mover madera... lo demás me pesa como a cualquier persona normal. -La vaya se hizo rápido, con la misma facilidad aplanó los lados del tronco para dejarlo semi cuadrado. Gracias a un pequeño canal que se acercaba a la cabaña pudimos regar los brotes.

De esto ya hace una semana. Sorprendentemente los brotes de rábano crecieron rápido y ya estaban casi listos para cultivar. Como sólo había una cama tuvimos que compartirla, aunque eso significaba bañarnos todos los días (son como 6 veces más baños que los que solía tener por semana). Además de que me ata las manos a la espalda antes de dormir.

-Es que no confío en lo que pudieras intentar hacerme. -Dijo sin titubear el primer día.

Gracias a los rábanos y otras verduras pudimos hacer pequeñas ensaladas de rábano y pepino, así como salsa para la carne seca. Comida modesta, pero cumplía su función.

Tal como indicó Clara, la temporada de lluvia estaba aquí. Llovía seguido, aunque no todos los días. Parece que por eso no hay muchos animales ni personas cerca. Aunque no era peligroso ya que la cabaña estaba en terreno elevado, sí que el bosque donde estábamos quedó aislado del mundo.

Para que aprovechen mejor el sol, solía hacer fertilizante de agua y ceniza para aumentar el fósforo de las plantas. Lo curioso fue que, al recoger los rábanos, podía sentir antes de comerlos cuales eran los más nutritivos y cuales darían lugar a rábanos más grandes.

Clara tampoco se quedó sentada la temporada. Cuando no llovía cortaba árboles para armar una estructura. Según dijo, su plan era agrandar el refugio o crear otro cuarto. Tomando troncos gruesos (unos 30 centímetros de diámetro quizá) losa cortaba, haciendo muescas para engancharlos mientras tallaba estacas en la parte de abajo para enterrarlo en el suelo. Ya tenía la base de un cuarto y probablemente para la semana que viene tendría algo aún más grande.

Esa noche me despertó de golpe. La chica estaba sobre mí y como de costumbre, yo tenía las manos atadas. Por su respiración fuerte y s escasa ropa podía intuir que pasaba. Mentiría si dijera que no tenía el ganso como roca, una semana sin acariciarlo era un infierno para este adolescente protagonista.

- ¿Qué pasa? -Dije algo confundido.

-Llevo más de un mes sola aquí y normalmente puedo "lidiar con mis ganas yo sola" pero contigo aquí, no tengo privacidad para ello. -En ese momento entendí a donde iba todo esto.

-Ok...

-Así que vas a tener que encargarte de ello.

- ¿Qué? -No daré detalles... quiero hacerlo, pero el autor dijo que entonces tendríamos que poner un +18 a la historia. Solo diré... que esa noche me las dejaron como pasas de uva...

Tres imbéciles en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora