tercera historia: capítulo 3: Las pajas...

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A la mañana siguiente desperté en un cuarto diferente al mío. La hija del posadero, Lana, me observaba preocupada.

"¡Papá! ¡Ya despertó!" Dijo mientras se levantaba y gritaba desde la puerta del cuarto. El sitio era espacioso, un cuarto de 3x3 con una cama, escritorio, tocador y mucho más lujoso que mi pequeño desván. Clint se apareció rápidamente, su mirada era seria.

"Por lo visto ayer caíste por deshidratación." Dijo con tono firme. Lana se mantenía en silencio mientras esperaban mi respuesta.

"Perdón, creo que me excedí." Dije algo avergonzado.

"A todo esto ¿Qué era esa cosa en el tarro de tu cuarto?" Fue entonces que recordé el químico. "No lo tiraron ¿cierto?" Pregunté asustado. Clint negó con la cabeza.

"Era mejor no tocarlo." Dijo. Otra vez su hija interrumpió.

"Pero ¿Qué era ese líquido?" Supongo que podría decirles, aunque ¿Cómo le explico la hidrólisis a esta gente? Ni yo sé que es la Hidrolisis. Cuando iba a comenzar Clint interrumpió.

"Lana... ve a ayudar a tu madre... lo que viene es una charla de hombres."

"Pero..." Dijo la chica. Pero su padre fue tajante.

"¡Dije que vayas!" De inmediato la chica obedeció. Cuando se fue hubo un silencio que se mantuvo un tiempo hasta que el posadero habló.

"¿Estás bien?" Yo asentí, había bebido bastante agua mientras hablábamos para recuperarme. Clint se quedó pensando unos momentos antes de continuar. "No te culpo, sé que los invocados tienden a tener un lívido incontrolable, no por nada al rey de D le llaman 'El incubo' y siendo justos, no soy quién para juzgar, de no ser por mi querida Lisa probablemente estaría igual... pero controla la cantidad, aunque todos quieren romper la marca de las 72, créeme, no lo vale." Ok, no estoy entendiendo nada. "Aunque en serio ¿Por qué guardar cada tiro en un recipiente?" Empiezo a entender un poco...

"Supongo que medir mi... ¿progreso?" Dije tratando de seguir lo que pasaba. El posadero me miró sorprendido.

"¿A cuántas llegaste?" Esta charla se estaba volviendo incómoda. 

"Ahm... ¿32?" El posadero soltó una pequeña risa.

"Te queda un largo camino chico... pero puesto a ello, mejor ve a un prostíbulo cuando cobres tu salario, puedo recomendarte algunos." Que buen jefe. Al final le agradecí y tras eso salí de aquel cuarto, luego me enteraría que era el cuarto de su hija.

Cuando volví a mi cuarto decidí poner en marcha lo que venía preparando. Tomé el ácido, tomé las hierbas que recogí el día anterior y las volqué en su interior. En teoría esto debería romper las fibras para que luego de secarlas formaran papel, pueden hacerlo con blanqueador en sus casas... mejor no lo hagan, no me hago responsable de lo que pase.

Ese día era viernes, así que tenía un rato libre hasta mi turno. Desayuné en la posada la modesta comida que me prometieron, un té de hierbas con un filete de carne misteriosa, por lo visto la carne era la base de la comida en este mundo debido a que los monstruos eran comestibles y se reproducían sin parar.

Mientras comía escuché a una hermosa dama quejarse en la mesa de enfrente. Tenía cara de ángel, el pelo rubio, piel blanca como la nieve, proporciones modestas que se ocultaban bajo una camisa y pantalón, orejas de elfo y una espada de hueso colgando de su cinturón.

"En serio, no creo que pueda seguir peleando así." En ese momento noté su brazo colgante, parecía dislocado y extremadamente doloroso. La mujer a su costado, la loli tetona del otro día se encontraba sentado junto a él.

Tres imbéciles en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora