Segunda Historia; Capítulo 4: El inicio de una leyenda.

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La situación no era para nada bonita. La mantis gigante se había enfocado en mí ahora. Cuando intente correr casi me corta con sus guadañas al instante. Incluso si pudiera salir, Janice estaría en peligro. Hablando de ella ¿Dónde está?

Fue entonces que una piedra golpeó la cabeza de la mantis. Aunque le provocó algo de daño (mínimo) esto sólo sirvió para llamar su atención. "¡¿Qué carajos haces?!" Pregunté aterrado, su respuesta, no podría ser menos desalentadora.

"No lo sé..." Sus piernas le habían fallado y mi visión empezaba a nublarse mientras la sangre seguía saliendo. Aunque pude ponerme de pie, mis piernas temblaban como gelatina. El temblor hizo sonar el báculo en mis manos. ¡Eso es! Fue en ese momento que noté que aún tenía la vara que amplifica vibraciones. Quizá sería inútil, pero en este momento, no tenía otra opción.

Con mi brazo sano apunté la bocina hacia la mantis y comencé a vibrar. Por suerte el animal no se movía tan rápido, por lo que aún seguía en mi rango. Al escuchar las vibraciones, parecían no afectarle al principio, pero lo detuvo. En ese momento noté como las placas de su cuerpo temblaban, bueno, más correcto sería decir que vibraban por el sonido. Las ondas comenzaban a hacer efecto. Un zarpazo voló por mi costado, puede que fallara por el dolor, mientras sangre amarilla brotaba poco a poco del cuerpo de la bestia. Sus quejidos retumbaron mientras el sonido de placas golpeando la carne rápido y sin descanso ahogaba cualquier grito. La verdad me sentía hasta mal por el animal, pero esto era matar o morir. Mientras más fuerte golpeaban las placas del exoesqueleto al animal, más líquido amarillo brotaba. Tras unos pocos segundos, las placas comenzaron a desprenderse por el violento movimiento y el animal cayó muerto. Fue entonces que yo caí también. Vibrar con una herida abierta no es buena idea, recordaré eso.

Desperté un rato más tarde. Janice tenía mi cabeza sobre su regazo y estábamos al costado de la carretera. "Eh... como en los animes." Dije por lo bajo. La chica me miró y arqueó una ceja.

"Eso que hiciste fue muy estúpido." Se quejó mientras acariciaba mi pelo con una mirada preocupada. Yo sólo le lancé una sonrisa.

"Estúpido es mi segundo nombre." De hecho, lo es, creo que mis padres no me querían tanto...

"Pero gracias. Me salvaste." En ese momento besó mi mejilla. "Considéralo mi agradecimiento." No mentiré, yo quería algo más. Tras unos momentos más me terminé por levantar. Fue entonces que noté el vendaje en la herida de mi brazo. Un paño blanco simple mojado con algo.

"¿Y esto?" Dije al ver el trabajo.

"Mojé una tela con extracto de flor blanca. Son fáciles de encontrar y matan las bacterias, por lo que son buenas para tratar heridas." Tras aquello fue que noté el animal desarmado por las vibraciones. La que antes fue una mantis se había convertido en una masa de carne aplastada y placas de queratina dispersas. Tomé una de ella y me quedé mirándola un segundo.

"¿Te sirven para algo?" Pregunté a mi compañera de viaje. La chica se acercó y las miró detenidamente.

"Podría usarlas para fabricar escudos o armaduras... aunque también podríamos usarla para armar platos." Al final cargamos todas las placas, incluyendo las de las pinzas. Sólo por orgullo me llevé también la cabeza. Aunque estaba algo magullada, quizá podría venderla como trofeo.

Tras caminar un poco llegamos a una ciudad cercana. Amurallada con piedra y con cuatro puertas en cada dirección cuidadas por guardias. Bueno, supongo que eran guardias por su aspecto. Sus armas eran de piedra y madera. Alguna que otra de hueso. Aunque no había visto metal desde que llegué, supuse que era sólo porque sólo habíamos visto aldeanos.

"¡Identifíquese!" Dijo uno de los guardias cuando nos acercamos a la puerta.

"My name is Clyde, tengo 16 years old..." Janice me golpeó tras la nuca.

"Deja de hacer el imbécil." ¿Qué? Dicen que el inglés abre muchas puertas. "Somos viajeros, venimos para ver si podíamos vender algunas cosas." Los guardias se miraron el uno al otro.

"Esta es la ciudad de la compañía Thompson. Si quieren vender, tendrán que venderle a él." Parece justo. Al final uno de los dos, un tipo fornido y un hacha de piedra en la espalda y armadura de placas de insecto nos llevó hasta la gran torre al centro de la ciudad. De allí, nos movimos a la pequeña puerta al costado. Esa puerta llevaba a un pequeño cuarto con un mostrador y tres chicas atendiendo.

"Buenas ¿Qué desean?" El guardia nos señaló con el dedo.

"Estos chicos quieren vender cosas al señor Thompson." Dijo el guardia mientras se retiraba. La recepcionista asintió.

"La compañía de manufactura Thompson siempre está abierto a recibir nuevos cazadores. Si desea vender firme el contrato y procedamos." Cuando presentaron la carta tomé la pluma, pero Janice me detuvo. En sus ojos se veía desconfianza, aunque los de la recepcionista parecían los de una muñeca.

"Si firmas te volverás un esclavo de la moneda..." Dijo recelosa Janice. Yo no entendía a que se refería. Por suerte la recepcionista explicó.

"Un seguidor del blanco. Qué raro ver uno dispuesto a trabajar." Dijo acompañado de una risita. Janice se mantuvo recelosa unos momentos. Al final terminé por leer el contrato. Básicamente decía que con esto sólo podía venderle a esta compañía, pero a cambio podía usar sus servicios en las diferentes sucursales que había en todo el territorio. Estos servicios ofrecían, una posada a precio reducido, acceso los baños públicos, descuento en las tarifas de viaje de la compañía Thompson y acceso al servicio de formación de equipos. A cambio sólo podríamos vender nuestras cacerías a la compañía bajo el precio que ellos establecían y en caso de alcanzar cierto nivel, que se subía vendiendo suficientes materiales, podría tomar misiones como guardia, escolta o hasta peleador para eventos de la compañía. No parecía mal trato y era la única forma de vender las piezas de la mantis. Al final Janice cedió.

"Haz lo que quieras." Dijo refunfuñando. Empiezo a creer que será un dolor de cabeza en el futuro. Pero luego terminó por firmar cuando la recepcionista mencionó que la posada sólo podía ser pedida por trabajadores. Siendo 30 platas al mes, era una oferta demasiado buena para que siguiera siendo terca.

Tras terminar el papeleo nos dieron unas placas de madera con un "1" tallado, según la recepcionista, subiría a 2 una vez vendamos el equivalente a 10 platas. por lo visto si llegábamos al nivel 10, podríamos tomar misiones que pagaban mejor que las cazas promedio. En ese momento fue que presentamos las piezas de la mantis. La recepcionista, hasta ahora estoica, abrió los ojos de par en par al ver la cabeza de la mantis.

"Son de un Tao-Ken-Shin." Dijo orgullosa Janice. Pero la recepcionista la ignoró por completo.

"El degollador..." Dijo sin salir de un asombro que no sabía si debería darme miedo o alegría...

Tres imbéciles en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora