Todavía no sé por qué, pero, cerraste, mientras yo creía que me invitabas a pasar, tú cerraste. Tras esa puerta infranqueable, yo intentaba recomponer todos los trocitos que esa misma puerta había roto.
Me quedé mirando aquella puerta con plena certeza de que no tardaría mucho en abrirse, que simplemente era un trance que solo nos llevaría a algo mejor, o eso me dijiste, pero para que ibas a volver a abrir si una vez cerraste.
Como no podía ser de otra manera, cuando ya había recompuesto casi todos mis trocitos a tiempo para que me volvieras a ver entera, esa puerta sé abrió, y yo te miré, pero no logré verte, y aunque jamás lo vayas a reconocer, tú tampoco me volviste a ver a mí, por mucho que me volvieras a invitar a pasar. Imagino que fallamos en lo de hacerlo perfecto, como dijimos al principio, dejamos de respirar y vivir a un milímetro el uno del otro, que tu boca y mi boca ya no se entregaban en la batalla y que ahoraexistía una herida donde antes había amor y no al revés.
Aunque volví a entrar, yo sabía que esa ya no era mi casa, pero no quise reconocerlo, porque confiaba en ti y en qué volverías a hacer de aquella habitación un hogar para los dos. Sabía que el tiempo que teníamos era reducido y tú y yo lo decidimos invertir en arder el mayor tiempo posible, quizás era la mejor despedida que pudimos darnos.
No había sentido tanto placer en mi vida, pero tenía el corazón a trocitos y la situación iba a vencer, algo en mí lo sabía.
Te quería a niveles estratosféricos, yo no tenía ni idea de que se podía querer tantísimo a alguien, lo eras (casi) todo para mí, (casi) todo podía irse menos tú, pero poco tardaste en hacerlo. Aunque esta vez fue distinto. No podías romperme más de lo que ya lo habías hecho aquella primera vez, pero sí dolía más, porque esta vez la que lo hacía definitivo era yo.
La decisión dejó de depender de ti, aunque me quedara en el portal por si necesitabas de mí, yo ya no te estaba esperando. Te lo avisé y tampoco me creíste nunca, estabas convencido de que mi lugar no iba a ser más lejos de tu portal, estuviera la puerta como estuviera. Pero yo me fui, aunque me doliera en el alma, tenía que irme.
Tú, sin embargo, volviste a abrir antes de que me diera tiempo a irme, imagino que no era fácil para ninguno de los dos vivir sin el otro, pero tú lo habías decidido así y ahora ya era tarde. No te he visto llorar tanto en mi vida y posiblemente, en el preciso momento en el que viste que me iba, me dijeras las palabras más sinceras que me habías dicho nunca y te aseguro que me lo pusiste más difícil que nunca. Yo deseaba sobre (casi) todas las cosas estar contigo y no había absolutamente nada que nos lo impidiera, pero no debíamos.
Siempre me habías dicho que querías que fuera feliz, pero tú ya no me lo hacías, ahí supe que debía irme, doliera lo que doliera, yo no iba a llorarte toda la vida y tú a mí tampoco.
Ahora la situación era otra, el freno me lo debía de poner yo, porque tú solo me invitabas a entrar, pero yo debía quedarme fuera por nuestro bien, créeme que fue lo mejor, por mucho que nunca te haya gustado escucharlo.
Hubiera preferido mil veces que jamás hubieras vuelto a abrir esa puerta, porque te prometo, que no hay nada más difícil que decirle que no a quien amas, y no entrar en la que había sido mi casa durante dos años. Pero lo conseguí. Amor salí, apreté fuerte las muelas y lloré mucho, pero salí. Se lo debía a todos los (casis) que he mencionado antes. Ellos no podían verme llorarte más. Se han merecido SIEMPRE la mejor versión de mí, porque te aseguro, que ni uno solo me ha soltado la mano ni un segundo desde entonces y dudo mucho que vayan a hacerlo nunca en la vida.
A día de hoy, puedo decir que hicimos lo correcto, por lo menos para mí lo fue porque tú y yo ya nos enseñamos todo lo que nos tuvimos que enseñar. En su momento dije que eras el amor de mi vida y podría mantenerlo perfectamente, porque gracias ti, supe hacia dónde debía caminar, los pasos que tenía que dar y los que no.
Gracias a ti supe como quería vivir y la mujer que quería ser, he conocido un mundo que jamás hubiera visto de tu mano. He conocido a personas maravillosas, que me han hecho sentir cosas brutalmente increíbles, que jamás hubiera sentido contigo.
He dedicado tiempo a personas, lugares y momentos que jamás me hubieras dejado dedicar. He crecido, madurado y lo he hecho yo sola, siento mucho que no puedas decir lo mismo.
He cambiado tanto hasta el punto de saber a ciencia cierta que tú ya no te volverías a enamorar de mí, o si, pero yo de ti no lo creo.
Me rompiste el corazón en tantísimos pedazos que hay muchos de ellos que jamás he podido recuperar, pero te voy a estar eternamente agradecida, por todo lo feliz que me hiciste y por todo lo que me enseñaste durante y después de romperme el corazón como lo hiciste.
Porque ninguno de los amores que sé que vendrán me enseñarán tanto como el nuestro.
Te di la mejor versión de mí, de hecho no se la he vuelto a dar a nadie más hasta el momento, pero no me arrepiento de absolutamente nada de lo que hicimos, ni tampoco, de lo que jamás llegamos a hacer, porque nadie me ha enseñado tantísimo a vivir como tu ausencia.
Hasta el punto de que si me dieran a elegir entre mi vida contigo, con toda la felicidad que nos envolvía y mi vida de ahora. Sintiéndolo en el alma, yo firmo para que me vuelvas a dejar. Sin duda alguna y se lo violento que suena esto, pero he aprendido a ser inmensamente feliz sin necesidad de depender emocionalmente de alguien que me sujete y eso no lo cambio por nada del mundo. Me hago muy feliz.
Posiblemente, jamás te hayas parado a pensar en todo esto y ojalá tu madurez me permitiera leerte la última carta que te he escrito.
La que te debía.

ESTÁS LEYENDO
A flor de piel
DiversosLlevo un año tratando de ponerle nombre, título y emoción a todo aquello que he sentido, siento, pienso y me pregunto. No sé si en estos 12 meses he sido capaz de encontrar las palabras adecuadas en el contexto adecuado con la explicación adecuada...