Etapa 9: Volverá, ¡que no te haga dudar!

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Etapa 9: Volverá, ¡que no te haga dudar!

Harry no tuvo ningún tipo de sutileza. Draco se encontraba en la biblioteca y el Gryffindor llegó como un huracán furioso. Le agarró el brazo y preguntó si estaba ocupado mientras lo arrastraba fuera de ahí, bajo las miradas confundidas de Pansy y Blaise, que fueron ignorados al llamarlo para que se detuviese.

Draco parecía pensar que así era cómo funcionaban los Gryffindor, por lo que sólo le dijo a la bibliotecaria que regresaría después a buscar los libros que pidió y se dejó arrastrar por dos pasillos en absoluto silencio.

No era difícil deducir que algo le sucedía a Harry. Además de esa entrada tan brusca, la magia zumbaba en las palmas de sus manos como una corriente fuera de control. Era salvaje, mucho más similar a la magia de un poderoso mago oscuro de lo que el niño dorado debía ser capaz de admitir para sí mismo.

—¿Puedo saber por qué estoy siendo secuestrado? —interrogó Draco.

Harry le gruñó algo. Quería responderle, claro que sí. Él sabía que esta no era precisamente la mejor forma de tratar a alguien, ni siquiera a Malfoy, pero su mente era un caos y todo allí adentro iba demasiado rápido para que pudiese emitir sonidos coherentes.

Ya hacía bastante evitando quemar algo a medida que avanzaban.

Alcanzó la entrada de la Sala de Menesteres y se metió sin mirar atrás. Esta se cerró detrás de ambos y Draco vio hacia los lados, interesado en la sala que tanto buscó cuando tuvo que soportar a la bruja rosa.

—Bueno, ¿ahora…?

Harry se detuvo en medio de la sala. Tenía la respiración agitada y la cara muy roja. Y sus ojos parecían estar llenos de rayos verdes como los del Avada.

Draco guardó silencio y se limitó a observarlo.

De pronto, el Gryffindor sacó su varita y trazó un círculo en el aire con el brazo. A su alrededor, se levantaron hileras de muñecos de madera con una forma semihumana.

El Slytherin empezó a arrugar el entrecejo.

—Pelea conmigo.

Draco arqueó las cejas y echó otra ojeada al extraño escenario. Tras unos segundos, toda su expresión se transformó en un "ya qué" y deslizó la varita fuera de su manga.

—Te voy a dar el primer movimiento, porque si no, atacaré muy fuerte.

Draco volvió a arquear las cejas.

—Ya, claro. Qué miedo —resopló—. No me des nada. Empieza tú. A ver qué tan…

Harry literalmente lo mandó a volar con un hechizo. Draco golpeó dos muñecos de madera y se deslizó hasta el suelo, soltando una maldición por el dolor en la cabeza y la espalda.

Eso le dejó en claro que iba en serio. Y él también fue en serio, por supuesto.

No se suponía que adolescentes de su edad fuesen capaces de tener este tipo de duelo. La mayoría de los profesores se impresionarían y preocuparían a partes iguales. Los hechizos volaban de un lado al otro, caían, se levantaban, gritaban maldiciones, los muñecos eran destrozados y sus piezas llenaban el suelo de la habitación, que seguía ofreciendo más y más a un ritmo frenético.

Los usaban de escudo y de distracción. Draco escapaba entre los muñecos, Harry los rompía. Luego el Gryffindor lanzaba uno hacia él y Draco se agachaba a tiempo para que este fuese destrozado contra la pared.

Mientras más hechizos lanzaban, más fuerte y obvia era la magia fuera de control de Harry. La de Draco, muchísimo más controlada el resto del tiempo, parecía estar respondiendo a esto, hasta que la pelea estuvo más ligada a los instintos que a una cuestión de lógica que siguiese las reglas usuales de los duelos.

No tenían ni idea de cuánto tiempo estuvieron así. Los duelos más famosos de la historia duraron horas. El suyo quizás podría haber entrado en esa lista.

Ninguno quería ceder antes que el otro y tuvieron que agotarse tanto que sus cuerpos los regañaban con tirones en los músculos por el gasto de energía.

Acabaron en lados opuestos de la sala, Harry apoyaba su mano en la pared junto a él, Draco recargaba la espalda en la otra. En el medio de ambos, había una cantidad descomunal de madera y metal de los muñecos destrozados. Un verdadero campo de batalla.

Draco contempló ese desastre con cierto asombro durante un rato y Harry se fijó en eso también, ahora que su mente se encontraba más clara.

Si hubiesen peleado juntos, en lugar de en contra, podrían decir que este era el número al que "vencieron". Fue una idea muy fugaz y lo dejó extrañado, porque nunca se le había ocurrido pelear a su lado, y al mismo tiempo, sabía que no podría haber mantenido ese duelo con Ron ni Hermione.

Sus amigos tenían grandes capacidades mágicas, claro que sí, y a Harry no le gustaba pensar de modo egocéntrico sobre sí mismo y sus habilidades, pero sabía que era difícil seguirle el ritmo cuando se ponía así.

Que sólo una persona le había seguido el ritmo siempre.

—¿Lo dejamos aquí por hoy? —propuso.

—Quiero dejar constancia de que tú te has rendido primero —aclaró Draco, aunque sonaba agradecido al deslizarse hacia abajo para sentarse en el suelo en medio de los trozos de madera.

Harry le mostró el dedo medio. Él le devolvió el gesto.

Sí, ya se sentía mejor.

También se sentó en su lado de la sala.

—Fue una experiencia interesante —decía Draco. Tenía la respiración agitada, el rostro sonrojado y el cabello pegado a la frente por el sudor—, nunca pensé que sería sacado a la fuerza de la biblioteca un sábado en la tarde para tener un…

—Me pidió volver.

Draco permaneció con la boca abierta durante un instante mientras asimilaba lo que acababa de escuchar. Cuando lo hizo, lo apuntó con la varita.

—¿Te tengo que lanzar la maldición que acordamos si considerabas hacer eso?

Harry meneó la cabeza y soltó un sonido mitad risa mitad gruñido.

—Obviamente le dije que no, pero me puse tan…furioso. Ni siquiera actuó como si hubiese hecho algo malo. Y parece que sólo…sólo me buscó porque con el que salía la dejó.

—Insisto en decirle hija de Umbridge —alegó Draco.

Harry exhaló y recargó su cabeza en la pared.

Sentía que acababa de dar un salto que le evitó una experiencia todavía peor.

Realmente había sido extraño. Estaba ahí, la veía, la oía y una parte de su cabeza hasta lo quería considerar.

Y a la vez, en el resto de él sonaban alarmas que decían "¿por qué querrías pasar por ahí de nuevo?".

Fue más fácil después de preguntarle sobre la última persona con que salía y que le dijese que él la dejó. Todo cobró sentido de pronto y no quedaron dudas. Sólo la rabia.

Ya tampoco se sentía enojado, sino exhausto.

No pudo evitar soltar una risita más sincera esa vez.

—Gracias, Malfoy.

—Cuando quieras pelear —Draco hizo girar la varita entre sus dedos, claramente divertido—, aquí estoy. Mis amigos no me pueden llevar el ritmo si empiezo a ir muy rápido, a veces es fastidioso tener que contenerme tanto.

No debió entender por qué Harry se echó a reír al oírlo decir esas palabras exactas. Pero no importaba.

Con la mente cansada y al fin clara, todo parecía mejor.

Iría mejor.

Las seis (veinte, de hecho) etapas de la separaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora