Estos días, eran los que Spreen no quería saber de nada.
Durante estos días, nada importaba; ni la pollería, ni el pueblo, ni la misa, ni las revistas. Nada.
Lo único que quería hacer el oso era recostarse y no mover un solo dedo durante todo lo que quedaba de la semana, con su gato Pelusa como única compañía. No era nada raro para él, a esta altura del año siempre le pasaba lo mismo.
Durante estos días del año, Spreen no dormía bien, ni se alimentaba correctamente y tampoco cuidaba su salud como debía.
Porque, aunque ya hayan pasado 3 años desde aquella tragedia, aún no podía superar los eventos de Dedsafío. No podía evitar ser sobrepasado de recuerdos caóticos que inundaran con tristeza su ser. Tampoco la culpa que apretaba su corazón cuando veía su capa verde, esa que antes le pertenecía a su mejor amigo, Conterstine, la persona que más le importaba en aquel pueblo de mierda.
Esa capa era de las únicas cosas que le habían quedado luego de esa batalla contra Revill, era de los únicos objetos que había podido salvar de sus amigos. También, por suerte, pudo conservar el casco de su antiguo líder, Farfadox, quien dio todo hasta el final para poder ayudar a los demás.
Dios... ¿Cómo se había ido todo tan a la pija?
Era uno de los pensamientos principales de Spreen, quien frotaba fuertemente sus ojos para evitar que cayeran >según él< las estúpidas e innecesarias lágrimas de dolor e impotencia, porque ¿De qué le servía llorar ahora? Ningún llanto traería a sus amigos a la vida.
Se sentó en su cama y sujeto su cabeza entre sus manos, tratando de respirar profundamente y poder tranquilizarse. Estaba a punto de nivelar sus latidos cuando, de repente, escucha un fuerte golpe en su puerta que lo hace sobresaltar y sacar su espada. Con pasos silenciosos pero desequilibrados, se acercó a la puerta (no sin antes colocarse su máscara) y, rehusándose a abrirla y aún con espada en mano, trató de poner su mejor todo amenazador.
-¿Q-Quién mierda sos y que querés?
Su voz salió tan débil y rasposa que le dio vergüenza hasta a él. Se insultaba mentalmente por haberse dejado estar hasta tal punto donde le era complicado estar de pie sin marearse. Sentía los nervios aumentar ante el pensamiento de estar indefenso en caso de emergencia; por suerte, Pelusa no tardó en reaccionar y se restregó en la pierna de su dueño para volverlo a la realidad.
Spreen tragó en seco y esperó por una respuesta.
Unos segundos después, habló una voz conocida para el empresario; era grave pero agradable, la reconocería entre cualquier otra persona del pueblo (porque, básicamente, fue de las 3 únicas personas que le hablaron cuando llegó).
-...¿Spreen? ¿Te encuentras bien, tío? ¿Puedo pasar?
La vergüenza del híbrido aumentó al sentirse expuesto, no pensó que había sonado tan mal como para que el otro se hubiera dado cuenta, pero parece que se había equivocado. Abrió la puerta lentamente, odiando con todo sus manos temblorosas, y le mostró al rubio una mirada llena de frialdad y seriedad con la intención de hacerlo sentir intimidado y que se retirara.
La reacción que recibió, sin embargo, no fue para nada la que esperaba.
El vikingo solo mostraba una cara de preocupación. Sus pobladas y rubias cejas formaban un seño fruncido que las arruinaba completamente. Sus ojos, los cuales generalmente brillaban de felicidad, se encontraban reflejando la abundante inquietud e intranquilidad que sentía el guerrero por su amigo.
Spreen se comenzaba a preguntar cómo era posible que alguien revelara tantas cosas en una sola mirada. Sin tardar demasiado, se corrió de la puerta y le permitió pasar a Carola a su humilde pero bella casa de madera.
Sin querer preocupar demasiado al otro, el híbrido trató de estabilizarse y responder con la mayor calma posible.
-Estoy bien, Carola. No te hagás drama.
Guardó sus manos en los bolsillos del pantalón y puso su mejor pose relajada. Pero parecía que el vikingo seguía sin creerle, puesto a que solo lo miró con más preocupación que antes. Carola abrió su boca un par de veces, queriendo decir algo pero sin saber cómo. No tardó tanto en que acomodara las ideas de su cabeza y le respondiera, con un obvio tono nervioso.
-No, definitivamente no te encuentras bien. Tú no hablas así y mucho menos abandonas tu posición defensiva, ya que nunca sabes qué es lo que puede pasar. Además tus brazos están temblando bastante como para ser normal. Así que dime ¿Qué te pasa?
La respiración de Spreen se cortó unos breves segundos y sus ojos se aguaron cuando pensó en todo lo que le estaba pasando. Quiso volver a negar lo que decía Carola, pero su garganta tenía un nudo y no quería volver a sonar vulnerable, por lo que guardó silencio unos segundos para enfocarse en su respiración.
Carola observaba esto sin entender del todo, ¿Qué era lo que le pasaba a su amigo el pollero? hace unos días se encontraba de maravilla.
Spreen estuvo a punto de responder. Avanzó unos pasos hacia Carola cuando sintió un fuerte mareo que lo hizo tambalearse y caer. Carola reaccionó inmediatamente y ayudó a su amigo a levantarse para dejarlo en la cama.
El oso se negaba a hacer contacto visual, la pena y vergüenza lo sobrepasaban y se sentía demasiado mal consigo mismo por verse en una situación tan patética. Se recostó en su cama y Pelusa no tardó en acomodarse al lado de su cuello.
-Amigo mío, por favor, dime qué es lo que te está ocurriendo.
Carola lo pidió de una manera que Spreen no pudo negarse. La voz del rubio era baja y parecía casi desesperada por una respuesta sincera del oso. El azabache inhaló temblorosamente y se permitió, por lo menos esta vez, el abrirse con alguien. Se sacó la máscara y Carola pudo ver por primera vez el rostro del contrario; rostro que se encontraba completamente masacrado, con notorias ojeras y ojos rojos que indicaba que había estado llorando.
--Yo... No estoy pasando por un buen momento.. Hoy es el día en el que mis antiguos compañeros y yo tuvimos que enfrentarnos con Revill.
Carola no interrumpió, pero no pudo evitar sorprenderse al escuchar el nombre de una de las criaturas más temidas del lugar. Asintió con la cabeza para indicarle al otro que podía continuar cuando quisiera y colocó su mano en el hombro del híbrido para mostrar apoyo.
-Bueno... la cosa es- un leve sollozo lo interrumpió, respiró tranquilamente y respondió con un tono forzadamente firme- Yo fui el único de mi equipo que logró sobrevivir. Murieron como héroes, sin embargo...-sus palabras se hicieron más débiles, hablando casi en susurros, pero continuó- aún no puedo dejarlos ir, fueron la única familia que tuve y sin ellos... Me siento demasiado solo.
Spreen no pudo resistir más y comenzó a llorar. La vergüenza le podía chupar la pija, al fin estaba recibiendo la compañía que tanto necesitaba y no la iba a dejar ir por unas lágrimas de mierda. No tuvo que preocuparse tanto por ser juzgado ya que sintió el abrazo protector de su mejor amigo. Un abrazo que lo liberaba del estrés, como los de Shadoune; uno que le daba la calidez y amor que solían darle los abrazos de Conter; Un abrazo lleno de seguridad y protección, como los que le daba Farfa luego de cada misión; un abrazo que lo llenaba de alegría como los que Cris solía darle en momentos de pena; y un abrazo lleno de paz, como los que le daba Serpias en momentos que lo sobrepasaban.
Pudo llorar y desahogarse como nunca lo había hecho en esos tres años. Pudo sentirse querido luego de tantas adversidades. Pudo sentirse protegido luego de esos tres tortuosos años de soledad. Pudo sonreír con las dulces palabras que Carola le dedicaba al oído. Pudo estar en paz consigo mismo luego de tanta culpa.
Y todo eso gracias a Carola, el único chico al que Spreen podía llamar ,con certeza, amigo.
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Días Plomos [Spreen - One Shots]
FanfictionPorque no todos los días del oso son jodas e insultos. (El dibujo de la portada no me pertenece)