Capítulo 12: Descubriendo secretos.

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[Editado]



Candace

Habíamos recorrido toda la ciudad, el reloj marcaba las 10:00 p.m. y aún el seguía sin darme ninguna explicación. Su mirada se mantenía clavada hacia el frente y su mandíbula se encontraba tensa.

—Lo que sea que nos esté persiguiendo estoy segura de que ya se cansó, te iré a dejar en tu casa y luego me iré a la mía.

—De ninguna manera, Candace, o me quedo en tu casa o te quedas en la mía. No te dejaré sola —habló con un tono de voz que me hizo entender que no podía hacerlo cambiar de opinión, pero soy Candace Trainor y no rindo tan fácil.

—Mira Andrew amargado Callaham, yo no soy una niña a la cual puedes manipular a tu gusto. No me quieres explicar que rayos pasó y debo solo manejar porque estás ahí con tu ceño fruncido como si yo tuviera la culpa.

—La tienes —dijo con un tono monótono.

— ¡No te he hecho nada Andrew! —dije mientras orillaba el auto y volteando a verlo, su mirada seguía fija hacia el frente— No sé porque me odias, entiendo que no quieras casarte conmigo y supongo que es porque soy un poco tonta, pero yo tampoco quiero casarme con un gruñón y no sé cómo evitarlo. —Luego de eso estrujé mis manos con rabia, solté un gemido lleno de frustración y encendí el auto nuevamente—Vive siempre con tus secretos y barreras.

—Lo siento, Candace —dijo de repente, estoy segura que mi mandíbula pudo haberse despegado de mi rostro solo por mi expresión de impresión, no dije nada, no quería arruinar estos segundos—. Sé que tienes preguntas y responderé cada una de ellas pero no ahora, tampoco me gusta vivir con secretos pero aunque no lo parezca, no quiero que nada te pase y mucho menos por mi culpa. Cargo con muchas cosas fresita y realmente no quiero poner todo eso sobre tus hombros.

—Cuando uno tiene muchas maletas lo mejor es compartirlas con alguien que tenga menos equipaje —respondí con cuidado, realmente temía que en un momento su estado de ánimo cambie—. No preguntaré, supongo que hay cosas que no deben ser contadas. —Él asintió en mi dirección— ¿Te quedarás en tu casa?

—Sip, ambos. —Aquí vamos de nuevo, tome aire y hablé.

—Amargadito de mi alma ¿Cómo te explico que no me quedaré en tu casa?

— ¿Acabas de llamarme amargado? Soy muy divertido fresita, me dicen el rey de la fiesta, el rey de los chistes, el rey de...

—Sí, sí. Ya entendí, eres el rey de Celarium y sus alrededores —Él soltó una carcajada.

—No olvides el rey de tu corazón —Movió la cejas de arriba hacia abajo.

—Sueña, te dejaré en tu casa

—Dime tres razones para no quedarte en mi casa, además ya lo has hecho. Si no lo has notado estamos más cerca de ahí que de la tuya.

En eso tenía bastante razón, de tanto dar vueltas habíamos terminado a pocas calles de su casa así que me dediqué a pensar buenas razones.

—1. No tengo ropa —Él asintió— 2. No le he avisado a mi madre —Él movió su cabeza de un lado al otro dándome a entender que era una buena razón— 3. Tu madre pensará que me enrollo contigo —Luego de eso soltó una gran carcajada.

—Como chico eficiente que soy, te daré soluciones. Mientras, tu toma el camino hacia allá que ya me cansé de darle vueltas a la manzana —Iba a negarme pero vi que su humor era sumamente calmado y no arruinaría eso.

Celarium [Editando muy lentamente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora