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¿Cómo ayudar a sanar el corazón roto de alguien?
Es justo lo que se pregunta la inestable, descontracturada y un tanto alocada Cloé, preocupada por su romántica e insegura amiga Lucy, quien aún no ha logrado superar a su ex...
Mientras el reloj marcaba los últimos minutos del año, la cuenta atrás continuaba. Timothée estaba arrinconado en un extremo del salón, sintiéndose un tanto preocupado e inquieto. Había demasiadas personas hacinadas en el departamento de Cloé para su gusto. Aunque la rizada le había prometido que sería una fiesta tranquila y sin excesos, ahora el poco espacio que habia disponible estaba lleno de gente que jamás había visto en la vida.
Buscó a Lucy con la mirada, pues la había perdido de vista hacía varios minutos atrás cuando se abrió paso entre la multitud para dirigirse a la cocina; pero ahora lo único que veía era a Cloé encaramada en la encimera, en plan barman, siendo el centro de atención de un grupo de chicas.
—¿Has visto a Lucy? — Le preguntó, la música estaba tan alta que tuvo que gritar.
—¿Qué? — Gritó también ella.
—¡Lucy! — Timothée ya estaba de mal humor. ¿Como podría ser aquel un ambiente tranquilo para alguien en el estado de Lucy? No podía ser que su amiga no se diera cuenta.
—No lo sé — Contestó ella, encogiéndose de hombros — Quizá esté en el baño, ya sabes que va cada rato.
Timothée soltó un suspiro y se dio la vuelta para encaminarse hacia las escaleras, dando algunos empujones en el camino para abrirse paso, cuando Selena le tomó del codo para llamar su atención.
—Lucy — Gritó por encima de la música — Te necesita.
—¿Le pasó algo? — Preguntó preocupado.
—No, pero será mejor que subas a hablar con ella.
Faltaba poco más de media hora para que el reloj marcara las doce cuando la encontró sentada sobre el alféizar de la ventana en la habitación de Cloé, con el cristal levantado hacia arriba. Al acercarse, una ráfaga de frio helado le golpeó el rostro, haciéndole arder las mejillas.
—¿Qué haces aquí? — Le preguntó al tiempo que le colocaba por encima de los hombros uno de los abrigos que estaban amontonados en la cama de Cloé — ¿Quieres congelarte?
Bajó los postigos de las ventanas y se sentó junto a ella. Se quedaron observando las nubes, que estaban bajas y reflejaban las luces de la Torre Eiffel. El silencio jamás había reinado en Paris, y mucho menos ese dia, durante las celebraciones de la Víspera de Año Nuevo, que habían provocado un torrente de energía bulliciosa que se extendía por toda la ciudad.
