Capitulo 3

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Un pequeño ángel se encuentra arrastrando por detrás de una cabaña, intentando alcanzar la entrada que se encuentra en la zona al campamento, apenas se está curando y su cuerpo se encuentra con muchas quemaduras y heridas profundas, de las cuales se ven los huesos y la carne, y de sus alas, quedaron muy poco de su existencia.

—No... Puedo... Más... —susurró adolorido mientras da quejidos, su cara está empapada en lágrimas gracias a sus sollozos y empezó a temblar un poco en el lugar en donde decidió descansar, pensando en lo que hizo mal para que esos demonios lo capturaran.

Sus quejidos y sollozos se empezaron a escuchar, intenta detenerlos, pero cada vez son más fuertes, sabe que es su fin, cualquier otro de sus enemigos puede llegar a aparecer y llevárselo para seguir torturandolo, o la mejor opción hasta el momento, que lo terminen matando de un golpe.

—¿Qué...? —pudo escuchar esa pregunta, por lo que a duras penas pudo girar su cabeza hacia donde provino, viendo a una joven, la cual tiene 16 años, pero se ve un poco bajita para su edad, ¿como ella lo podía ver si en ese estado no se esta mostrando hacia los humanos? ¿O era una híbrida y no se daba cuenta?

El ángel antes de procesar bien lo que está pasando, termina inconsciente, la chica se asustó más, así que agarrando su celular, marcó el número de su hermana de 18 años, después de dos tonos, está contestó.

—¿Qué pasa, Elise? —preguntó suspirando resignada, esperando la respuesta.

—Es que vine a jugar detrás de la cabaña, me encontré con algo extraño... Por favor, ven —dijo preocupada, su voz se escucha temblorosa, piensa en quien pudo atacar al que tiene delante, la mayor se preocupó—... Tengo miedo...

—¡Ya voy! Leo, acompáñame... —escuchó eso último y la llamada se cortó.

Pasaron unos pocos minutos hasta que aparecen Leo, su hermanastro de 23 años, el cual tiene la piel morena, y Samara, su hermana de sangre, la cual es un poco rellenita; Elise fue a abrazar enseguida a la otra chica y le apuntó hacia el ángel que se encontró.

—¿Qué es esa cosa? —preguntó Leo con intriga, acercándose con cuidado, teniendo un palo en mano que recogió del suelo y moviendo a la "cosa", escuchando como esté da quejidos bajos.

—No sería buena idea que nos lo lleváramos —mencionó Samara mirando a ese ser, bastante desconfiada, tiene el ceño fruncido, está acariciando la cabeza de la menor.

—Pero es muy pequeño... Esta muy lastimado —susurró la que lo encontró, aunque tiene miedo, más que nada por quien le habrá hecho esas heridas a esa "cosa", siente lástima por él y no lo quiere dejar a su suerte.

—Siento que si no lo ayudamos, vas a venir a cada rato para ver como esta y te puedes encontrar con los que le hicieron esto —susurró Samara suspirando con resignación, Leo la escuchó y encajó más la rama en el pobre tipo.

Ambos hermanos mayores suspiran con fastidio y Leo carga al herido hacia la cabaña, la cual están arrendando por esa semana antes de regresar a clases; llegando al sitio, el hombre dejó al pequeño recostado en el sofá, pero en un momento ya no lo logra ver, por lo que cierra sus ojos y se pasa la mano unas cuantas veces por estos, cuando los abre nuevamente, sigue sin verlo.

—¿Qué está pasándome? —susurró para sí tocando su cabeza, las chicas llegaron, la menor con un botiquín en las manos, ellas vieron como Leo dejo al que trajeron en el sillón y no sintieron después de eso otro ruido, no entienden entonces porque ahora no está, o mejor dicho, no lo ven.

—¿Eh? ¿Dónde esta? —preguntó Elise mirando hacia todos lados, sentándose en el taburete que está al lado de ese sillón.

—¿Lo dejaste botado cuando empezamos a buscar el botiquín? —solo recibió una negación, haciendo que la chica mayor se cruzará de brazos mientras suspira con frustración, preguntándose que acababa de pasar.

Híbridos: La ira de Lucifer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora