Capitulo 8

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—Ven, tarde o temprano igual te ibas a enterar —mencionó Gabriel, lanzando un suspiró de resignación y tristeza.

A Jeremy se le vinieron demasiadas preguntas por ese comentario y comportamiento de su progenitor, las veces que lo ha visto, nunca se había comportado de ese modo con él, por lo que trago saliva nervioso, empezando a sudar un poco.

—Está bien —solo logró susurrar aquello, sus alas bajaron un poco por su preocupación, tiene un mal presentimiento.

Jeremy ve como aquel arcángel abre un portal, por lo que él pasa primero cuando vio la seña del mayor para que lo atravesará; ya estando ambos al otro lado, el menor le vino un pequeño mareo por no sentirse tan acostumbrado a lo que acaba de atravesar.

“¿Cuando me acostumbrare a eso?” —pensó lanzado un pequeño suspiró, cerrando unos momentos sus ojos para intentar apaciguar el como se siente.

Después de recomponerse, vio hacia el frente, por lo que aprecia un convento, el cual se encuentra destrozado en algunas partes, pero la gran mayoría está bastante quemado, sintió una mano posarse en su hombro izquierdo.

—¿Qué... Ocurrió? —se escuchó balbucear aquello en un susurró, el chico no quiere pensar que en ese lugar estuvo su madre.

—Blanca estaba en este lugar... —empezó a decir mientras aprieta un poco el hombro de Jeremy para intentar calmarlo un poco y que no se altere sus poderes— No se como pasó realmente las cosas, pero tu madre no se encuentra en este sitio.

—Pe... Pero... ¡¿No intentaron usar uno de los hechizos de rastreo?! —preguntó exaltado, viendo a Gabriel con desesperación, ya que para él, Blanca es su única familia, la única que la cuidó y velo por él en todos esos años que ha estado vivo.

—Si, pero ese lugar... —no quiso seguir hablando, ya sabe a donde se dirigía el rastro, pero no sabe como comentárselo al menor.

Como aquel arcángel se quedó callado a mitad de la frase, Jeremy pensó enseguida que aquél hechizo los pudo haber mandado al infierno, haciendo que bajé la mirada, con todo lo que ha pasado desde aquel día que su mamá le dijo que es un híbrido, ya se hizo con aquella idea.

—¿Infierno? —logró susurrar apenas esa palabra.

—Si —después de escuchar esa simple frase, el menor iba a decir algo, pero fue interrumpido enseguida—. Tenemos prohibido pisar esas tierras por nuestra cuenta... Si es que nos llevarán los demonios en contra de nuestra voluntad, sería otro tema.

Después de aquello, ya no hubo ninguna otra palabra, quedando en un silenció sepulcral. Gabriel la da unas palmadas en la espalda a Jeremy y le hace atravesar el portal para el campamento para después cerrarlo, él quedándose en el lugar.

“Buscaré el rastro de algún demonio para sacarle información” —pensó Gabriel, observando nuevamente el convento destruido.

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—¿Qué pasa? —le preguntó alguien a sus espaldas, haciendo que lo viera de reojo, fijándose en su aura, ya que puede verla de mejor manera que antes, por lo que comprobó que el trillizo que le habló, fue Jan.

—No es nada —susurró apenas eso, siendo escuchado por el contrario.

Le dio una pequeña sonrisa al contrario para seguir avanzando, pensando aún en aquello que vio y lo que habló con Gabriel, lanzando un gran suspiró.

“Si ellos tienen prohibido entrar, los híbridos también deberían tener esa condición, ¿pero cuál es la razón?” —gruñó un poco, aún sintiéndose un poco mareado por el regresó, a sus adentros, agradecía que por lo menos no fuera con vómito—. “Nos ocultan demasiadas cosas”.

Entonces se detuvo abruptamente cuando alguien lo abrazó por la espalda, colocando sus brazos alrededor de su cuello, atrayendolo hacia atrás.

—Se nota que lo necesitas —bajó la mirada, nunca entendería como él sabe lo que necesita una persona tan fácilmente—. Además, ten más cuidado, por poco entras con ese pequeño mareo al campo de tiro.

Jeremy lanzó un suspiró ante eso para darse vuelta y abrazar a Jan por la cintura, apoyando su cabeza un poco en su hombro, dándole a su vez palmadas en la espalda.

—Con que cara me lo vienes a decir tú, tonto —le susurró cerrando sus ojos, regañandolo en broma, para así apaciguar un poco el ambiente y qué a Jan se le olvidé el tema, ya que no quiere decir nada sobre al tema.

—En todo caso —empezando a darle pequeñas caricias al cabello rubio de Jeremy para calmarlo, aprovechando que este sigue apoyado en su hombro—. “Se nota que no quiere decir nada”.

Después de algunos minutos, se separaron un poco, Jan le da una pequeña sonrisa, viendo que ya se encuentra un poco mejor y que no lo ve mareado.

—¿Mejor? —le palmea los hombros, fijándose mejor en la poca diferencia de altura que tienen, él siendo más bajó que Jeremy.

—Si, si —mencionó lanzando una pequeña risa mientras abre los ojos, dándole al final una sonrisa para que no se preocupará—. No es nada por lo que preocuparse.

—Ay, aja —empujandolo un poco mientras niega—. “No es la primera vez que escuchó aquello”.

Híbridos: La ira de Lucifer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora