Definitivamente, odio a mi hermana

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 ~Capítulo 11

 

Me desperté al día siguiente otra vez con el sonido de mi despertador que no tardó mucho en volar por los aires. Aun me preguntaba cómo no estaba roto. Era inmune a las caídas, de momento.

Me levante y me dirigí al baño para ducharme. Al mirarme en el espejo pude observar que-como había supuesto-dos ojeras debajo de mis ojos adornaban mi cara.

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No solamente estaba con insomnio, sino, que tenían tanta caradura que se acostaron en la habitación de mi madre y no solo a dormir. ¡Estuvieron toda la noche dale que te pego! Y lo que más me frustraba era que Alan me había dicho que le gustaba y que no me podía quitar de la cabeza, pero, para follarse a mi hermana si ¿eh?

Después de mi ducha relajante me vestí y baje a toda prisa con la mochila preparada, como siempre. En la cocina estaba Alan y Sandy acaramelados dándose besitos y metiéndose mano.

-Por favor, parar ya, que estoy aquí-dije molesta porque ni se inmutaban delante de mí en comerse la boca. Repito: Agg.

-Eres una sosa hermana, ¿ya se te pasó el cabreo?

-Pasa de mí, por favor

-Mmm…veo que no, bueno, a mí ya se me pasó.

Solté una carcajada llenísima de ironía-Seguro que se te paso. Por cierto, otra vez, no grites tanto que se te escuchaba desde mi habitación y no es que sea muy gracioso escuchar a tu hermana gemir ¿sabes?

En menos de 5 segundos Sandy estaba completamente roja sin saber que decir. Zas, chúpate esa hermanita.

-Ah, otra cosa, habréis cambiado las sabanas ¿no?-rematé. Se me estaba haciendo divertido avergonzar a mi hermana. Alan, en cambio, estaba mudo y hasta un poco pálido.

-¡Calla Sarah!-dijo mi hermana levantándose de golpe de la silla para salir de la cocina-Cariño ¿vienes?-le preguntó esta vez a Alan.

-Me quedó para acabar el desayuno, ahora voy.

Cuando mi hermana se fue, hice como si Alan no estuviera en MI cocina. Me hice mi desayuno de siempre, pero cuando me senté, Alan no me quitaba la mirada hasta hacer de sentirme intimidada.

-¿Tengo algo en la cara?-pregunté irritada

-Sí, que eres guapísima-me dijo.

Lo miré con la boca abierta. ¿Cómo se atrevía?

-Mira Alan, paso de tus jueguecitos ¿sabes?- acabé el desayuno puse el vaso para lavar y me puse mi mochila cargada en mi hombro.

-¿Pensaste en lo de ayer?-me preguntó de pronto

-A ver, Alan, me estoy planteando que no eres de la persona que pensaba que eras.

Como dos gotas de aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora