Llamada

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~Capítulo 29

Inspirando hondo, llamé al interfono. En menos de 10 segundos se escuchaba la voz de Alan a través de él.

-¿Si?-pregunto en español.

-Eh, Alan, soy Sarah.-dije mientras cerraba fuertemente los ojos para esperar que me gritara a través de aquel cacharro.

-¡Sarah!-gritó.-Sube ahora.

Y después de esto, colgó. ¿Ya está? ¿No me iba a decir nada, que solo subiera? Bueno, aun no me podía fiar.

Se escuchó un sonido que significaba que Alan me abría la puerta de la entrada para que pasara. Abrí la puerta antes de que el sonido dejara de sonar y no pudiera entrar y una vez dentro llame al ascensor. Mientras esperaba al ascensor iba mirando todo lo que me rodeaba, intentando tener la mente en blanco, mierda, sabía muy bien que me iban a regañar.

Otro sonidito salió del ascensor mientras se abrían las puertas para que pudiera entrar. Entre en el minúsculo cubículo y piqué el número 2. Tras eso, las puertas se cerraron y el ascensor empezó a ascender. Cuando estuve en mi planta, otra vez sonó el sonidito del ascensor y salí del él. La puerta de mi apartamento estaba cerrada, cosa que me extrañe, en un momento pensaba que me encontraría a Alan y a Federico en la puerta, con los brazos cruzados y mirándome con cara acusatoria. Pero nada de eso que me había imaginado en mi cabeza, había pasado.

La puerta se encontraba entre abierta y nadie me estaba esperando en ella. Vaya chasco. Aunque supiera que me iba a tocar recibir una buena bronca, dentro de mí me hubiera gustado que Alan y Federico estuvieran en la puerta esperándome para ver si estaba bien.

Ande poco a poco con algo de miedo ya que no sabía lo que me iba a esperar dentro.

<<Si lo sabes Sarah lo que te va a esperar dentro, no te engañes>>me dijo mi yo interior.

Abrí la puerta de par en par y andando a paso lento, llegué al salón donde Alan y Federico estaban esta vez sí, de brazos cruzados y con mirada acusatoria.

-Eh, hola.-saludé como si nada.

-¿Hola?-dijo Federico mirándome fijamente.- ¿Solo vas a decir eso?

-¿Qué quieres que diga?

Federico se pasó una mano por su cabeza mientras soltaba un bufido y negaba con la cabeza. Miré hacia Alan que aún seguía callado analizándome con la mirada. Me estaban poniendo incomoda.

-Si me queréis regañar, no perdáis tiempo, adelante.-dije dando un ademan con la mano mientras iba hacia la cocina por algo de comer, me moría de hambre.-soy toda oídos, decirme.

Y nadie hablo. El apartamento se mantuvo en silencio y nadie osaba a decir nada. ¿Qué les pasaba?

Cogí una bolsa de patatas y mientras metía la mano en ella para llevarme un puñado de patatas a la boca, si, a veces podía ser poco femenina, pero es que ¡tenía hambre!, y volví al salón esperando la contestación de alguien. Como vi que nadie hablaba, o bien me miraban seriamente o estaban mirando un punto fijo de la casa, me encogí de hombros y me senté en el sofá siguiendo con mis patatas.

-Eres imbécil.-soltó a los pocos minutos Alan volviendo su mirada a mi.

-¿Perdona?-le pregunté mientras alzaba una ceja.

-Que eres imbécil, eso es lo que he dicho. ¿¡Como mierdas se te ocurre irte tu sola por Londres!?

Muy bien, Alan ya se había encendido, de la regañina que había pensado que ya me libraba, a buenas horas, había reaccionado para empezarme a gritar. Mientras tanto, Federico me miraba sin decir nada.

Como dos gotas de aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora