6 Solo son sueños

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- Pensé que hoy no vendrías – dice cuando llego hasta ella -. Toma asiento.

Me siento a su lado observando como caen las hojas de los arces, el atardecer es notorio y estoy perdido en su rostro mientras sirve el líquido caliente en la taza.

- Señorita Freda, ¿qué lugar es este?

- ¿No es obvio? – extiende el platillo en mi dirección -. Es un sueño...

- Pero, ¿por qué está usted en él? ¿Es real?

- Soy tan real como quieres que sea – sonríe haciendo que mi corazón se salte un latido -. Pero no estás aquí por eso.

- ¿No? – la miro después de dar un sorbo a mi té -. Mencionó que siempre toma el té sola, ¿es producto de mi imaginación?

- No, no soy producto de tu imaginación – me mira -. Pero, quiero saber de ti William, cuéntame, ¿a qué te dedicas?

- Soy un relojero - su rostro se ilumino -. También restaurador y juguetero.

- Y, ¿dónde está tu taller?

- En Londres, como ya le mencione con anterioridad señorita.

- Háblame de tú, no soy tan mayor como parezco – sonríe haciéndome sentir avergonzado -. ¿Qué te gusta hacer?

- Principalmente construir, armar, reparar y...

- De tu persona – coloca sus manos sobre sus muslos -, no tu profesión William.

- Armar cajas musicales me lleva a una paz infinita – me pierdo en el paisaje, dejándome llevar por esa paz que invade a la chica misteriosa -. Jamás nadie preguntó por eso...

- ¿Y tu familia?

- No tengo a nadie... Mis padres murieron cuando era pequeño junto a mi hermana mayor en un accidente.

- Lo lamento, no debí ser inoportuna – cubre su boca y su rostro se aflige.

- No importa, fue hace mucho tiempo – termino de tomar el té -. Mi tía Anastasia se hizo cargo de mí hasta que falleció hace un par de años atrás.

Me atreví a platicarle un poco de mi historia familiar a mi amiga imaginaria, porque no creo que exista tal belleza en la tierra tan comprensiva y atenta.

El cielo comenzaba a oscurecerse; la chica se levantó de la silla y se acercó a mí.

- Es hora de que regreses.

- ¿Volveré?

- Cuando gustes eres bienvenido a tus sueños, mi realidad – sonríe y extiende su mano, me mira con esos bellos ojos verdes y sonrió -. Vuelve cuando quieras.

Abro los ojos y el cielo comienza a clarear. Y por extraño que parezca no me siento cansado esta vez, mi pecho está tranquilo y mi cabeza no duele.

La rutina de todos los días es la misma, solo cambia el desayuno y la ropa.

Voy directo a la tienda para llamar a los proveedores y encargar lo que necesito para la restauración de la muñeca.

- Señor William.

- Solo dígame Will, señora Jones.

- Dígame María solamente.

- María Jones eh...

- No se ría, es el apellido de mi esposo.

- Lo sé, pero sus raíces mexicanas – la miro con atención viendo esos ojos enormes marrones que tiene -. ¿No quiere volver?

- No, mi vida está aquí señor, ya no tengo a donde volver – agacha la mirada y noto la tristeza en su rostro.

- Aun es joven María, así que puede encontrar a un buen hombre que la quiera y...

- Jamás, yo amo a mi esposo a pesar de todo – me mira y las lágrimas son notables -. No me pida tal cosa.

- No lo digo por ofenderla, no es mi intención – se enjuga las lágrimas y me mira.

- ¿A quién llamaremos hoy?

Le doy indicaciones y me quedo pensativo.

La mujer me cae bien, trabaja conmigo desde hace poco más de dos años y siempre ha sido bondadosa y carismática. Tiene un modo bello hacia la gente, no entiendo porque el destino le jugó de ese modo.

Me voy hacia el taller y destapo con sumo cuidado la muñeca que reposa en partes en la mesa y comienzo a trabajar en ella.

Procedo de nuevo con la limpieza, utilizando un algodón con agua y tallando con cuidado pieza por pieza. Al llegar a la cabeza, tomo las pinzas y procedo a retirar los ojos con la mayor delicadeza posible para no dañar las cuencas. Me doy cuenta que solo están desajustados y no estaban bien colocados; ya que una vez fuera abren y cierran correctamente.

- Señor, la pintura ha llegado – deja la caja con cuidado sobre la mesa -. Ya quiero ver lo que esas mágicas manos hacen.

- Gracias – sonrío -. Tampoco hago maravillas, pero hago el intento.

Sale y cierra la puerta.

- Veamos – abro con cuidado la caja de madera que acaban de dejar, veo la numeración de los frascos para ver si son los tonos que pedí -. Pronto quedarás como nueva pequeña.

Me asombro por las últimas palabras que salen de mi boca sonriendo al final. Saco mi grabadora y prosigo a seguir con el trabajo.

Nota #7: comienzo desbaratando los pasteles para mezclar y crear el tono perfecto para su piel, puesto que no es pálida o blanca. Una vez hecha la mezcla, prosigo a pintar las partes ya lijadas colocándolas en las bases para que seque a la perfección.

Procedo a mezclar el color ladrillo con beige, creando el tono perfecto para el rostro. Tomo el pincel delgado y comienzo con las mejillas, arriba de los parpados. Y voy pintado pelo por pelo las cejas.

- Señor, paso a retirarme – me mira extrañada -. Lo llamé a comer pero no me respondió y no quise interrumpir.

Miro a través de la puerta y noto que el cielo está oscuro.

- Lo lamento, me emocioné pintando y no me percate del tiempo.

- Lo entiendo, por eso no insistí, se lo que ama hacer esto – sonríe de un modo diferente -. Le dejé comida arriba, nos vemos el lunes.

- Que tenga bello fin de semana señora Jones.

Se va y quedo solo de nuevo.

- Bueno, creo que hoy es suficiente – miro la pieza que sostengo en mi mano -. Mañana terminaré de colorear tu hermoso rostro pequeña muñeca sin nombre.

Hecho un último vistazo a las demás piezas y me voy a casa.

- Diablos, olvidé por completo que debo comprar un nuevo teléfono – miro el que está colgado en la pared de mi pequeña sala -. Mañana será.

Ceno y miro laventana, el cielo hoy está estrellado tentándome a salir.

Te encontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora