7 Perdido

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Las calles y el ruido notorio, me hacen caminar sin rumbo fijo.

- Señor, ¿gusta comprar flores?

Observo a la mujer que lleva ropas gastadas y me ofrece una sonrisa, un pequeño niño a su lado ofrece flores también.

- Mami, creo que ya es hora de comer, ¿no crees? – jala el vestido de la mujer, que se ve joven -. Mi panza dice que tiene hambre.

- Señora – la miro a esos azules ojos que tiene -. Acepte que los invite esta noche a cenar, con todo respeto.

- Señor, se lo agradezco – el niño se posa a mi lado y me toma la mano -. William, deja en paz al señor.

- Vaya, llevamos el mismo nombre – miro al niño y después a la mujer -. Por favor, no lo hago con mala intención. Además hay un lugar aquí cerca donde venden unos bollos deliciosos y té caliente.

- ¡Vamos mamá!

El pequeño y ahora eufórico niño, salta de emoción ante lo mencionado. La mujer lo jala a su lado y rechaza la invitación, a lo que de inmediato el llanto del niño suena.

- William, no hemos terminado las flores, sabes que mamá las tiene que vender para poder irnos a casa – se agacha a su altura y lo abraza -. Señor, por favor compre una flor y siga su camino.

Saco mi billetera y tomo un puñado de billetes que tenía dandoselos a la mujer a cambio de las flores.

- Quiero todas las flores – señalo las que tienen en los dos botes en el piso -. Así que creo que esto alcanza.

- Esto es demasiado señor – rechaza el dinero -. Por favor, deténgase.

- Buena dama, quiero ayudarla, así puede irse antes a casa con el resto de su familia – tomo su mano y dejo el dinero -. Así que entrégueme mis flores y lleve al pequeño William a cenar.

Sonríen contentos y tomo las flores yéndome del sitio.

Voy por el puente Westminster lanzado rosa por rosa por la borda, cuando noto una pareja de jóvenes enamorados, tan felices tomados de la mano; si tan solo la vida no fuera injusta. Cuando se acercan más a mí, el chico me pregunta por las rosas, a lo que miro a la chica tan ferviente de amor y sonriente; así que se las doy todas.

- Buen caballero, cuide a esta bella dama y hágala feliz – los miro a ambos -. Uno nunca sabe cuándo será la última vez que está aquí...

Se fueron y seguí mi camino, pensando en esas últimas palabras que salieron de mi boca...

Pareciera que he perdido todo realmente en la vida. A quien quería como compañera de vida me ha abandonado. Mi familia no está más conmigo y la única persona que se preocupa por mí es María; a quien quiero ver feliz y sé que trabajando conmigo no lo es.

- William – escucho mi nombre en el viento.

- ¿Quién?

Giro sin ver a nadie, estoy solo por la calle, los autos ya se divisan a lo lejos y me atrevo a acelerar el paso.

Al llegar a casa voy directo a mi recamara a dormir. Sin ganas de nada más.

- Ojalá fuese yo ese hombre a tu lado Joanne – miro al techo y me pierdo poco a poco en la oscuridad.

- Pensé que no ibas a llegar – dice esa bella voz pero no la veo.

- Hola señorita Freda – me giro y está a mis espaldas -. Un gusto venir a tomar el té de la tarde.

- Has llegado temprano hoy juguetero – sonríe -. Voy a mi paseo vespertino, ¿gustas unirte?

- Es un honor para mí – no sé de donde me sale tanta cortesía con alguien a quien no conozco -. ¿Me permite?

Entrelaza su brazo con el mío y comenzamos a caminar por el sendero frente a nosotros. Asombrándome más de lo enorme que es este lugar para ser un sueño.

Diviso un lago a lo lejos donde se refleja el sol, acercándose a los cerros verdes del otro lado.

- Freda.

- ¿Dime?

- ¿Es real este lugar? – me detengo observando todo con mucha atención -. Es decir, no existe tal belleza en el mundo. ¿o sí?

- ¿Sientes el calor de mi piel? – asiento con la cabeza -. Entonces cree que es real, tan real como yo.

- ¿Y usted? ¿Podré encontrarla en la realidad?

- Estoy más cerca de lo que crees William – sonríe y me suelta -. Pero deja esa formalidad, me haces sentir incomoda.

- No puedo, discúlpeme – carraspeo -. Debo ser un caballero.

Suelta una carcajada que me contagia a reír con ella.

Caminamos un rato más hasta que llegamos a la pequeña mesa con dos sillas ahora cerca del lago, con todo listo para el té.

- ¿Por qué estás aquí?

- No es momento – sacude la cabeza mientras prepara el té -. Es apenas el tercer encuentro, no estás listo para malas noticias.

- Mi vida apesta y estoy completamente solo, así que puedo asimilar lo que sea.

Sonríe y sus bellos ojos verdes tienen un brillo único, hipnotizan. Sé que los he visto en algún lugar, pero no recuerdo donde.

Abro los ojos cuando caigo de la cama y el ruido de los coches es notorio, el cielo está tan iluminado que parece ser que he dormido más de la cuenta.

Después de volver de los mandados, comprar un nuevo teléfono y comer adecuadamente, decido ir al taller a seguir trabajando. Mientras más pronto termine, mejor.

- Bien muñeca sin nombre – tomo la cabeza -, sigue lo más complicado. Tus cejas quedaron perfectas y tu cuerpo se ha secado completamente, quedaste muy bien – suspiro -. Debo estar completamente loco en verdad para hablar con una muñeca.

Observo detenidamente la imagen.

- No tienes pecas, eso es curioso para una muñeca de tu edad – sonrío -. No se verían mal, pero respetaremos el modelo original.

Al girarla para pintar la parte de atrás, noto algo borroso cerca del número de serie.

- Una "F" – digo sosteniendo la lupa -. Tu nombre comienza con "F".

Giro la fotografía buscando alguna pista, pero no hay nada.

- Bueno, hora de secarte para poder terminarte – acomodo la cabeza en la base.

Procedo a armar el resto del cuerpo y al terminar suena el teléfono. Ignoro al ver el número en la pantalla, o es que acaso, ¿está arrepentida? Me atrevo a contestar.

- Estoy afuera de tu tienda Will, ¿podemos hablar?

- Ya voy...

Salgo a abrir la puerta y entramos para ir al departamento después.

- Después de ti Joanne - sonríe y subimos -. ¿Qué haces aquí?

- Vine a disculparme, sé que todo lo haces de buen corazón y no debí actuar como lo hice, pero...

- Ya no hay nada entre nosotros, no tienes por qué disculparte – ni siquiera la miro -. Si es lo único a lo que has venido puedes marcharte. El destino no quería que estuviéramos juntos.

- William yo...

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