- ¿Me permite una charla? – se dibuja una bella sonrisa en su rostro - , por favor.
- Con gusto – asiento con la cabeza -. Aunque no entiendo cómo me conoce, no la recuerdo señorita.
- Soy señora, aunque no parezca – ríe y me señala con su mano -. Por aquí por favor.
Nos adentramos al teatro de nuevo y veo a todos los actores acomodando vestuarios y demás, cuando escucho una risa que me hace voltear de inmediato, buscando a la dueña de esa bella voz que por días no he escuchado.
- Freda – susurro.
- ¿Perdón? – dice la mujer -. Mi esposo está acá.
Me señala una puerta y entra ella primero, seguido yo. Es un cuarto espacioso, de color gris claro con aroma a madera. En una esquina está un violín y una guitarra.
Hay una pequeña mesa de madera con dos sillas, igual a las del bosque; y ese mismo juego de té está sobre ella.
- ¡Ah! Señor Archer – Andrei sale de otra puerta que hay y me saluda -. Una disculpa por lo informal que estamos, pero quería agradecer que viniera hoy. No sabe lo mucho que significa para nosotros que alguien muy especial venga a vernos, ¿no es así Claudia?
- Lo es querido mío – el hombre la abraza por la cintura y se me viene la historia de Freda a la mente -. El resultado, espero haya sido de su agrado, ¿puedo llamarlo William?
- Sin problema – respondo pensativo -. Lo que no entiendo, es el por qué están felices con el resultado si la muñeca ha desaparecido, se ha esfumado con el fuego que consumió mi tienda
- Bueno, el destino es así, no podemos alterarlo o cambiarlo por más que queramos – dice -. Pero estoy segura de que el empeño que le puso a la reparación de la pequeña rindió frutos y su vida ahora está más tranquila William.
- Lo está – guardo silencio cuando el teléfono en mi bolsillo suena y lo saco -. Disculpen, no es importante.
Pero por más que cuelgue vuelve a marcar.
- Debo retirarme, fue un gusto ver su espectáculo – miro al hombre -, prometo que en cuanto tenga el dinero, será reembolsado señor Heredia, le fallé y no hay nada que pueda reparar mi error...
- No me ha fallado.
Me disculpo y salgo de la habitación, sin fijarme por ver el teléfono choco con un cuerpo pequeño.
- Discúlpeme – dice y me pierdo en esos ojos verdes -. No me fijé que venía saliendo.
- Cariño – dice la mujer -. Ven aquí.
El tiempo se ha detenido, todo queda sordo a nuestro alrededor, su mirada resplandeciente me ha dejado sin palabras, no puedo articular ni una sola. No puedo mover ni un solo musculo, quiero estrecharla entre mis brazos, probar una vez más sus labios.
Saber que respiramos el mismo aire me hace sonreír.
- Freda – logro decir.
- Con permiso – pasa por mi lado y entra a la habitación cerrando la puerta tras de ella.
¿No me reconoció?
Quise volver y tocar la puerta, pero el teléfono tan molesto no dejaba de sonar.
- ¿Qué buscas ahora Joanne?
Contesto mientras camino para salir del sitio. Esta mujer se convierte en un dolor molesto peor que la jaqueca.
- Espero estés viendo las noticias – dice del otro lado de la bocina -. Lamento tanto tu perdida y espero me des oportunidad de remendar lo que hice Will, sabes que te quiero mucho y quiero estar contigo.
- Deja de humillarte que no te queda con tu cara de muñeca – respondo -. No veo noticias, no me importa nada que venga de ti, así que deja de dar rodeo a las cosas y dime lo que quieras ahora, ya no estoy para bromas y ya no tengo tiempo para ti.
- Tu tío ha muerto – dice y me quedo pasmado, aunque sabía que eso pasaría -. Su foto está en todos los noticieros y se preguntan quién será el heredero del magnate de Londres Will. No puedes dejar que alguien más ocupe tu lugar, no...
- ¿Y tú? -interrumpo - ¿Por qué no lo ocupas tú, si tanto te preocupa?
El silencio es incómodo.
- Si no hay más que decir, deja de llamarme, olvídate de que existo – aprieto el aparato con fuerza -. La próxima vez no respondo.
Voy a entrar cuando me topo con una anciana, la misma que narró la historia en la función.
- Buen caballero, supongo que buscas a mi estrella – sus ojos arrugados demuestran paz infinita -. Pero verás, aun no es momento de bajarla del cielo, te podrías quemar.
- No sé de qué me habla...
- Abuela – envuelta en una manta gris y su cabello suelto sale detrás de la mujer -. Te dije que puedes enfermar, afuera hace frío y la luna no tiene piedad.
- Ah, mi pequeña estrella – toma su mano –, justo este caballero me llevaría adentro, ¿no?
Asiento con la cabeza.
- Pero ignoren a está anciana que solo dice palabras sin sentido – llega la mujer que me ayudó a entrar hace rato y se la lleva.
- Freda – por fin puedo hablar -, ¿me recuerdas?
Me mira unos instantes tan dudosa que muero por saber que dirá.
- Lo lamento, no sé quién es usted – entrecierra los ojos -. Vino a ver el espectáculo supongo.
- Si.
- Es usted quien estaba con mis padres, ¿verdad?
- Sí, soy William.
- No sé cómo sabe mi nombre, pero no sé quién es usted – da un paso atrás -. Si me disculpa, tenga buena noche caballero.
Entra y me deja ahí solo, hecho un vistazo y voy a entrar para hablar con ella, pero no me lo permiten, ya es demasiado tarde. Salgo corriendo de ahí. Ya nada importa, mi pequeña chica no me reconoció.
Al llegar a casa, me tiro en la cama. Miro la luna que se asoma y reclamo en mis pensamientos por estar tan cerca y a la vez tan lejos; no quiero pensar en nada más.
El cielo gris cae con intensidad, el río ya ha crecido demasiado. Los árboles siguen llenos de hojas, pero el piso está tapizado de ellas, suceso extraño. Camino por la orilla y piso una rama que hace que me queje, la levanto y la arrojo hacia el otro lado.
- Podrías lastimarme William – está aquí otra vez.
Levanto la mirada y esa bella sonrisa resplandece e ilumina todo. Sus ojos son como imanes que atraen considerablemente a no dejar de verlos jamás.
- Creí que no volvería a verte otra vez – comienzo a sonreír sin dejar de verla -. Aunque dime, ¿cómo es posible?
- ¿El qué?
- Que estés aquí y en la realidad, pero no me conoces – sacudo la cabeza -. Olvídalo, aquí estas ahora.
Nos quedamos mirando unos instantes, mientras la lluvia moja nuestros cuerpos y nos decimos todo con la mirada.
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Te encontré
RomansaDetrás de un hombre seco, algo frío y que parece no tener sentimientos hay una verdad triste y una inmensa soledad. Pero, ¿qué hay en toda esta situación? William Archer es el mejor relojero de Londres y de Inglaterra entera, a parte de reparador y...