10 ¿Donde estás?

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Abro los ojos y estoy cerca del lago. Me levanto apresurado para saber dónde está Freda, siempre es su voz la que me saca de mi trance y me trae acá.

- Freda – la llamo mientras camino -. ¿Dónde estás?

No hay respuesta, lo que ya me tiene preocupado, ¿y si realmente es la muñeca y Joanne la daño?

Después de andar un rato encuentro la mesa donde tomamos el té regularmente y todo está solo.

- William – escucho a lo lejos -. William.

- ¡¿Dónde estás?!

Mi desesperación aumenta.

- William...

Al fin llego tras seguir su voz.

- Freda – me acerco rápido al verla postrada en una enorme cama con dosel -. ¿Qué sucede?

- Mi mente se va...

- No, no puedes irte – tomo su mano -. No puedes dejarme ahora.

- Tú, ¿te preocupas por mí?

- Eres importante para mí, he soñado contigo cada noche casi dos meses – sonrío -. Claro que eres importante para mí.

Me indica que me siente a su lado. Noto su cuerpo más delgado, el camisón está extendido sobre el colchón y se transparenta demasiado haciendo que desvíe mi mirada.

- No seas vergonzoso – sonríe y noto sus labios pálidos -. Llegó el momento William...

- No te vayas, por favor – me atrevo a acariciar su frente y parte de su cabello -. No quiero perderte ahora.

- ¿Serías capaz de aceptarme en tu vida?

- Ya lo hice – nuestras miradas se conectan y mi boca habla por sí sola -. Quiero saber cómo terminaste así, porque esa muñeca... eres tú, ¿no es así?

- Es una historia larga de contar y que te hayas topado conmigo, no es casualidad...

- Ese hombre y tú, tienen el mismo color de ojos...

- ¿Crees en la magia?

- No.

- Mi maldición tiene lugar hace mucho tiempo, en tu mundo, apenas tengo veintiún años, pero he vivido más que eso – gira la mirada perdiéndose en el infinito -. Siempre tuve todo lo que una niña podría desear; amor, cariño, juguetes, dinero y todo cuanto pedía. Pero no era suficiente para mí, necesitaba más, exigía más: volviéndome grosera, arrogante y poco amable – sus ojos brillaron a punto de llorar -. Y la luna me maldijo.

- Eso no existe – la miré incrédulo -. Las maldiciones no existen.

- ¿Y por qué sueñas con alguien que no conoces?

Me quedé en silencio y cerró sus ojos, lanzó un suspiro y siguió.

- Cuando cumplí dieciocho años, estaba en la universidad. Mi compañera de cuarto era muy seria y estudiaba demasiado – sonríe amargo -. Sí, quería estudiar, no me mires así. Pero yo quería todo en la vida, me sentía merecedora de todo despreciando a cuanto chico se acercaba amable conmigo. Respondía grosero a los maestros. Hasta que cometí la peor humillación de mi vida...

- ¿Qué hiciste?

- Mi madre fue a buscarme ese día para indicarme que debíamos irnos, mi abuela había enfermado – se entristeció totalmente -. El desprecio hacia ella fue lo peor que pude hacer. Iba en las peores ropas que tenía, puesto que acababan de volver de una gira en España.

- ¿Gira?

- Si, mi piel pálida es el rechazo a mi raza, mi padre es gitano al igual que el resto de mi familia – alza un brazo y mira su mano -. Solo mi madre y mi tío Jared no lo son, pero se unieron un par de años antes de que naciera. Aunque mi tío viva en la ciudad con la tía Ana, mi abuelo Fausto estaba en la casa del bosque con su novia.

- Espera – sacudo la cabeza -. Me estás diciendo que tu familia es de sangre gitana pura, ¿verdad?

- Así es – tomo su mano y dejo un beso en el dorso de esta, mientras me regala una bella sonrisa -. Traicioné a la luna al despreciar a mi madre como lo hice ese día, yo tenía que verme elegante ante mis amigos; o los que se hacían llamar mis amigos. Pero, no medí las consecuencias y una maldición cayó sobre mí.

- Freda – limpié las lágrimas que habían comenzado a salir de sus bellos ojos -. No hagas esto...

- Es hora...

- No, no me iré de aquí hasta que me digas todo, no puedo dejarte ahora - acarició mi mejilla con su mano y la sentí helada -. Cúbrete.

Tomé la sábana que estaba en la cama y la cubrí. El piso se llenó de neblina y subí mis pies.

Me recosté a su lado para que siguiera la historia.

- Humillé a mi madre frente a todos en la escuela ese día, era prestigiosa y vivía no solo de apariencias, si no de lujos también. Ella se fue triste puesto que la gente se reía de ella.

Se acurrucó en mi pecho y me atreví a rodearla con mis brazos.

- Ese día, no me dijeron nada en casa, así que me fui a la cama. De pronto llegó un fuerte dolor de cabeza, fue entonces que abrí los ojos y estaba en los brazos de Tara, mi primera dueña – sonrió -. Entonces me di cuenta que no podía moverme, no podía hablar y mucho menos comer. Mi familia ya no estaba a mi lado y todo era confuso. Las calles estaban llenas de tierra, no había más que carrosas y caballos, la gente vestía raro y el modo de hablar era diferente. Al volver a la caja, mi mente me recordaba una y otra vez lo que le hice a mi madre, volviéndose un tormento para mí por más de cien años. Volver ahí una y otra vez cada que mis ojos se cerraban.

- Shh – la apreté contra mí -. No llores hermosa, todo estará bien.

- Ahora no puedo volver, ya no puedo estar más con ellos, los extraño en demasía y no sé cómo comunicarme con ellos.

Mi mente intentó encontrar algún modo de hacerles llegar sus palabras, cuando miré al cielo y estaba oscuro.

- Debes irte ahora o será demasiado tarde Will...

- ¿Te volveré a ver?

- Creo que sí...

Sus dedos acariciaron mi mejilla y me regaló una bella sonrisa tan triste, tan melancolica...

Te encontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora