Nota #8: Las piezas están unida, secas y la vestimenta está terminada. Es momento de colocar la cabeza, una vez terminada la reparación. El cabello está en su lugar y los ojos reparados. Las pestañas ya fueron cepilladas y acomodadas una por una.
Procedo a vestirla y la coloco en la base, tomo el cepillo con sumo cuidado de la caja y acomodo su cabello. Tomo el pequeño sombrero y lo coloco amarrándolo de forma que quede un moño perfecto.
- Señora Jones, puede llamar al señor Heredia - digo una vez abro la puerta -. Joanne...
Me asombra verla aquí de nuevo después de la última vez.
- Dile a esta mujer que se quite, vine a verte y no me deja pasar – se cruza de brazos molesta -. Dile que se vaya.
- María – mi rostro serio se gira a la mujer -. Nos da un momento, ¿por favor?
- Iré a llamar al cliente y calentar la comida – se da media vuelta y sube las escaleras a mi departamento.
- Will – se abalanza hacia mí y me abraza, me percato del aroma a alcohol-. Perdóname yo...
- Te pedí que no volvieras – la aparto y coloco el letrero de cerrado en la puerta -. Creí que habíamos sido claros.
- Estoy arrepentida – sus bellos ojos avellanas brillan -. Quiero volver contigo.
Me giro y camino al taller, la gente pasa por la calle y no quiero que nos vean así.
- Joanne quisiera creerte pero...
- Créeme – se pone de puntas y besa mis labios -. Sé que no me has olvidado, yo te amo.
Esa bella sonrisa que tanto quería ver y ahora está ante mí. Entonces me golpea el recuerdo de cómo me dejó en el restaurante hace un par de meses, cómo se fue con otro hombre, como me abandonó.
- Oh Joanne – la tomo de la cintura -. No sabes cómo moría por escuchar esas palabras – su sonrisa se ensanchó más -. Pero, ya no puedo creerte, me lastimaste y ya no quiero estar contigo...
- Pero que... - su rostro es un poema -. Es esa vieja, ¿no es así? Te revuelcas con esa vieja viuda.
- Deja a María en paz, creo que es la única que ha estado para mí, no tienes derecho a hablar de ella de ese modo – trato de mantener la calma -. Además tienes a alguien más, ¿no?
- Eso no significó nada, a quien amo es a ti, todo este tiempo no he podido sacarte de mi mente Will – me rodea nuevamente el cuello jalándome hacia ella -. Te amo a ti.
- Lo lamento...
- ¡Bien! – me empuja y me avienta a un lado entrando al taller -. ¡Si eso quieres!
- ¿Qué haces? Sal de ahí, no tienes derecho...
- ¡Siempre han sido más importantes tus baratijas que yo!
Comenzó como loca a tirar todo, sin darse cuenta de lo que hacía.
- ¡Señor Archer! – Me giro para ver al hombre que entró a la tienda -. Vine por mí... ¡No!
Al voltear veo a Joanne que tiene la muñeca en las manos y va a arrojarla al piso.
- ¡Detente! – llego hasta ella sin tener mucho éxito.
La muñeca se estrella contra el piso y espero lo peor...
- ¡Bien! – grita -. Fue tu última oportunidad William Archer.
- Adiós Joanne – le señalo la puerta para que se vaya.
Sale azotando la puerta y el señor Heredia está inmóvil, no respira, no parpadea y sus ojos se llenan de lágrimas. Entro al taller y levanto la muñeca con sumo cuidado.
- Esto es... es imposible – digo al notar que no se desbarató -. ¿Cómo?
Invito al hombre a pasar al taller y comienzo a desvestirla nuevamente. Su rostro se ha fracturado un poco, pero puede reparase. Una de sus piernas se ha roto y tiene un hoyo, pero puedo cubrirlo, repararlo.
- Lo lamento señor, no creí que ella...
- Pobre de ti, pequeña mía – los sollozos que deja me perturban completamente -. No llegué a tiempo...
- Puedo repararla, no se preocupe – lo miro -. No sé qué urgencia tenga, o si tiene que irse, puedo enviarla por correo cuando esté lista.
Su rostro se iluminó completamente, dándole una nueva esperanza a este hombre tan obsesionado con las muñecas, o al menos con esta.
- Dígame señor Archer, si pudiera pedir un deseo, ¿cuál sería?
- ¿Qué?
- Confío en usted, tengo que salir fuera un mes, dígame cuánto tiempo más necesita y aquí estaré.
- Un par de semanas, tengo que desarmarla toda de nuevo, para poder reparar las piezas dañadas.
- Bien, hasta pronto – salimos del taller y lo acompaño a la puerta -. Sé que mi querida Freda está en excelentes manos.
Mi mente no reaccionó en el instante sino hasta que el hombre se perdió entre la gente.
- ¿Escuché bien?
- Señor William – María me toca el hombro -. ¿Se encuentra bien?
- Si, es solo que – la miro -. Creo que estoy volviéndome loco.
Sonrío y cierro la puerta.
Durante la comida, le platiqué lo sucedido con Joanne a la mujer. Y me atreví a contarle de mis extraños sueños, a lo que me dijo que el destino me está danto otra oportunidad para salir adelante, aunque sé que no me cree del todo.
- Ya sé que estoy loco María, pero ahora que ese hombre dijo que es el nombre de la muñeca...
- ¿Y dice que la mujer de sus sueños tiene los ojos verdes?
- Si.
- Ese sujeto, así los tiene y la muñeca también – nos quedamos en silencio unos instantes mirándonos -. Y si esa muñeca es algún recuerdo de ese señor.
- La muñeca tiene más de un siglo, es imposible.
Terminamos de comer y fuimos a la tienda para proceder a limpiar el desorden que Joanne ha dejado abajo. Al fin mostró su verdadero ser, no me queda duda.
- Si me permite – habla la mujer -. Me alegro que la echara, solo falta que su corazón la olvide para que sea feliz.
- Ya no duele como antes – suspiro recogiendo unas cajas del piso en el taller -. Lo peor de todo es que mi trabajo casi se va a la basura, imagínese – muestro la muñeca -, que se haya roto en mil pedazos...
Contemplo con atención la cara de la muñeca y viene el recuerdo de Freda a mi mente, notando algunos rasgos similares.
El resto del día me la pasé reparando y tallando las partes dañadas de la muñeca. Lo que menos quiero es quedar mal con un cliente.
Al llegar a casa, lo único que quería era dormir. Quiero saber más de esa chica misteriosa.
ESTÁS LEYENDO
Te encontré
Roman d'amourDetrás de un hombre seco, algo frío y que parece no tener sentimientos hay una verdad triste y una inmensa soledad. Pero, ¿qué hay en toda esta situación? William Archer es el mejor relojero de Londres y de Inglaterra entera, a parte de reparador y...