12 Ya no hay más

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William

Subí con la esperanza de seguir conversando con Freda, así que cené a prisa y me fui directo a la cama; pero por extraño que pareciera no podía conciliar el sueño. Dando vueltas opté por levantarme y salí a beber un poco de agua a la cocina. Me adentré al baño y me di una ducha rápida, sintiendo como mis parpados comenzaban a pesar y el sueño llegaba rápidamente a mí.

El bosque está iluminado por el sol tenue y el ambiente se siente helado, la mesa de té está sola y el agua está servida. Camino por el sendero hasta llegar a la cama y la noto vacía, helada.

Miro en todas direcciones y no hay rastro de la pequeña Freda, lo que me deja demasiado preocupado. El viento frio comienza a soplar fuerte y comienzo a desorientarme.

- ¡Freda!

Grito una y otra vez su nombre.

Al llegar a la orilla del lago su camisón está tirado lleno de lodo y mi mente imagina lo peor.

Se ha ido.

Realmente se fue.

Desapareció.

El cielo oscureció considerablemente y me quedé ahí sentado en la orilla, con la esperanza de verla salir de algún lado, aunque fuese del agua.

El viento susurra mi nombre, tan débil, tan lejano.

Coloco mis brazos sobre mis rodillas y dejo caer la cabeza, sintiéndome solo y miserable por dejarla tan expuesta, por dejar que alguien más la lastimara, sin medir las consecuencias.

Abro los ojos y el cielo sigue oscuro, apenas son las cuatro de la madrugada, pero los autos ya están en movimiento. La cabeza me duele y el sueño se fue por completo.

Voy a la cocina y tomo algo de agua, recargo ambos brazos a los lados del fregador y trato de analizar lo que ha sucedido, porque no puedo ver a Freda hoy. Hay algo que no puedo recordar. La última vez que nos vimos tomamos el té y paseamos cerca del lago. Después estuvo recostada en la cama sin ánimos así que le conté un poco de mi vida. Y ella me contó porqué terminó así.

Bajo al taller y enciendo la luz, todo está en orden.

- Ay Freda, me traes hecho un embrollo – rasco mi cabeza y miro las piezas -. No sé si eres real, eres un sueño o es tanta mi necesidad de sentir afecto que alucino con alguien que no existe y quiero para mí.

Tomo la brocha y comienzo a pintar de nueva cuenta lo dañado. La delicadeza y precisión debe ser exacta, para que el trabajo se vea pulcro y detallado.

El sol ha comenzado a salir, me levanto de la silla y dejo todo para que se seque. Salgo del lugar y salgo a la calle una vez más.

Camino sin rumbo hasta que encuentro un café y entro para comer algo. Mirando a la gente pasar mientras bebo un sorbo de café, la mesera se acerca y deja un baguette y una pequeña nota a un lado del plato; la miro sorprendido y me regala una sonrisa.

- Me pidieron que le entregara esto – se da media vuelta y se aleja.

Abro la nota y mi corazón se hace pequeño ante terribles palabras plasmadas en el papel:

"Señor, estaré en deuda con usted un tiempo, ha ayudado más de lo que pedimos. Lamentablemente mi hermana se ha ido de este mundo dejando dos criaturas bajo mi cuidado. Si, ella es la mujer de las flores, la madre del pequeño William, él me dijo quién era usted y que recomendó esta cafetería para que probara unos deliciosos bollos. Por ahora solo le dejo esta nota y que disfrute un rico desayuno, puesto que ahora mismo estamos armando nuestra pequeña floristería. Esperamos nos visite pronto.

Atte: James Wilson"

Esa mujer falleció, dejó dos pobres criaturas solas con su hermano. Que cruel es la vida a desamparar a quien menos lo merece.

- Pero, yo solo le di unos cuantos billetes – volví a leer -. Creo que solo arrime el alimento de un día, no más.

Voy de regreso a casa, mi cabeza se siente abrumada, estoy aturdido, desvariando.

- ¡Señor William! – una voz algo familiar me llama -. ¡Vino a vernos!

Ese pequeño niño se atravesó en mi camino y me dio un fuerte abrazo por las piernas. Rápido lo aparté y me hinqué colocando una rodilla en el piso, regalándome una bella sonrisa me miró.

- Sabe, mi mamita está en el cielo, pero mi tío James se ha encargado de cuidarnos a mi hermanita y a mí – señala un pequeño local -. El sueño de mamá se hizo realidad y ahora la tienda llevará su nombre.

- ¿En serio? – miro el interior y hay botes llenos de flores, me pongo de pie y de inmediato toma mi mano -. William espera

- Enano – lo llaman de adentro -, te dije que no te salieras.

Un hombre algo mayor que yo se asoma y mira al niño y después a mí.

- Tío es él quien compró todas las flores la otra noche – se acerca al sujeto y me señala -. Él le dijo a mamá de los ricos bollos.

Extiende la mano y me saluda, se presenta y hago lo mismo. Invitándome a pasar al sitio, me explica lo que su hermana le dijo la otra noche. Resulta que la pobre mujer acababa de dar a luz un par de semanas atrás, pero no tenían dinero y necesitaba trabajar para llevar comida a casa. El pobre hombre hacía lo mismo que ella y juntos vendían flores, pero no ganaban lo suficiente para levantar la florería.

Ella estaba débil después del parto y el no cuidarse y no alimentarse bien, provocó que se debilitara demasiado. Iban camino a casa y un auto no la vio, arrollándola, su cuerpo no lo soportó. El hombre supo de mí por el niño, quien le dijo de la cafetería con los bollos, así que la chica supo deducir que era yo, puesto que voy seguido y mis ojos me delatan.

Me atrevo a pedir varios arreglos para la tienda, darle un poco de vida y de paso ayudar a esta familia. Al salir me topo a la señora Jones quien iba de paso.

- Señor, que sorpresa – sonríe -. No pensé verlo aquí.

- Bueno - miro a la tienda -. Vine a pedir unas flores para la relojería – el hombre miraba animado al niño -. Es más ayúdeme a escoger.

- ¿Yo? Pero yo no...

- Ande, vamos.

Entramos a la pequeña tienda y noté como ese hombre miraba a María y ella a él. Definitivamente hubo una conexión extraña ahí. Me despedí y dejé a la mujer escogiendo los arreglos para volver a casa. Después de todo hoy ella no trabaja, así que espero que tenga un bello día.

Me quito la chaqueta y me tiro a la cama, enciendo la televisión y cambio los canales sin encontrar nada bueno para ver. Salgo y hago algo rápido para comer.

Sí, tengo buenas manos para la cocina también.

Bajo al taller y tomo la cabeza de la muñeca entre mis manos.

- Me pregunto si, si todas las muñecas tienen una maldición o solo tú – suspiro -. Creo que me estoy volviendo loco, ¿sabes?

Salgo a la tienda y miro las otras muñecas en los aparadores, con sus rostros finos y bien pintados, haciéndolas ver tan reales. Sus cabellos ondulados, en bucle o lacio las hacen ver tan lindas.

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