005

188 15 0
                                    

mientras sigo saboreándole ávidamente, me voy deshaciendo de sus pantalones, acariciando la piel desnuda de sus nalgas cuando lo he logrado.

dios, es tan suave y tersa que podría pasarme horas admirándola. miles de imágenes vienen a mi mente sobre lo que me gustaría hacerle al castaño, pero sé que no puedo cumplir con todas mis fantasías.

estamos demasiado calientes ahora mismo como para alargar lo inevitable y no tendremos más oportunidades más allá de esta noche, así que más me vale disfrutarlo al máximo.

―tae, por favor ―gimotea cuando succiono su cuello con fervor y sigo pasando tranquilamente mis manos por sus nalgas. ―te necesito ya.

―no tienes ni idea de las cosas que se me pasan por la cabeza ahora mismo, doyoungie ―gruño en su oído, adentrando un dedo entre sus mejillas y tanteando su entrada. ―me tienes loco, precioso.

―t-taeyong ―jadea al sentir como mi falange se introduce en él. ―oh, dios.

el sonido de mi nombre siendo gemido por él me pone a mil y tengo que contenerme para no poseerle en ese mismo instante. debo prepararle primero para no hacerle daño, pues sus paredes están lo suficientemente estrechas como para no soportar ni siquiera tres de mis dedos.

doyoung me busca de nuevo para acallar sus quejidos de molestia en mi boca y no dudo en darle lo que me pide. su sabor en mi lengua me resulta completamente adictivo y sé que podría acostumbrarme a él con facilidad.

el joven se deshace de su camiseta, alegando que tiene demasiada calor, dándome una perfecta visión de su espalda trabajada, que no dudo en besar, lamer y morder mientras sigo penetrándole con dos de mis dedos.

―mierda, tae, ahí ―ronronea cuando alcanzo su próstata, empujando sus caderas hacia atrás para embestirse más profundo. ―te necesito a ti, por favor.

―aún no estás listo para mí, doyoungie ―le contradigo, queriendo dilatarlo bien para que no sufra nada.

―podré aguantar un poco de dolor ―me dice, excitándome todavía más, ―pero quiero sentirte en lo más hondo de mí. ahora.

sonrío ante su voz demandante, solo él se atrevería a ordenarle algo a un sicario, solo mi pequeño doyoung es lo suficientemente valiente para eso.

decido hacerle caso y, aunque lubrico muy bien mi pene con mi saliva me cuesta adentrarme en él. me detengo al escuchar sus sollozos, queriendo darle tiempo para que se acostumbre, pero su mano aferrándose a mi cadera y empujándome hacia él me lo dificulta.

―no pares ―replica entre dientes, respirando con fuerza. ―no pares ahora, taeyong.

―mierda, doyoung ―gruño fuertemente y termino de embestirle de un solo movimiento, sacándole un grito desgarrador. ―shh, ya está, pequeño, cálmate ―susurro sobre su oído, acariciándole sus costados y besando delicadamente su hombro.

agacha la cabeza y le oigo respirar profundamente, serenándose y obligando a su cuerpo a adaptarse a mí.

yo intento frenar las intensas ganas que tengo de empezar a moverme en su interior, pues la estrechez de sus paredes a mi alrededor me está enloqueciendo.

su pelvis dibuja pequeños círculos para dilatarse todavía más y debo reprimir un gruñido de satisfacción.

―taeyong ―me llama con la voz entrecortada, ―muévete.

―no hay prisa, precioso, tranquilo ―murmuro acariciando la piel de sus muslos, no queriendo incrementar de manera innecesaria su dolor.

―hazlo ―insiste, y se gira para conectar su azulada mirada con la mía, ―necesito sentirte, por favor.

todo en él me suplica que comience con las embestidas y no puedo evitar obedecerle, no cuando me observa con tal intensidad.

gemimos a la vez cuando mi miembro sale y vuelve a entrar despacio, abriéndose paso hasta su próstata, que golpeo con intensidad. repito el gesto, anhelando volver a escuchar el sonido placentero que se escapa de sus labios.

―más... más rápido ―jadea y se arquea cuando acelero el ritmo. ―oh, joder, así, justo así ―celebra, echando la cabeza hacia atrás y exponiendo su cuello, zona que succiono con avidez.

―¿te gusta así, doyoungie? ―ronroneo en su oído. ―¿te gusta cómo te follo?

―¿en serio me lo preguntas? ―inquiere, incrédulo, girando su rostro para observarme. ―estoy en la puta gloria, sigue.

estampo mi boca con la suya para acallar el gruñido que nace de mi pecho, mordiéndole sus labios y haciéndole lloriquear de placer.

hitmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora