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la imagen de doyoung sobre mi regazo, montándome y tocándose al mismo tiempo mientras gime mi nombre es lo único que quiero ver en este mundo. muy a mi pesar, mi estómago se tensa, anunciándome la inevitabilidad de mi clímax, haciéndome ir más deprisa todavía, queriendo proporcionarnos a ambos lo que tanto anhelamos.

―doyoungie, vamos ―le animo, queriendo volver a sentir sus paredes estrecharme con mayor intensidad. ―córrete para mí, precioso.

―mmm, no... ―se nota que intenta contenerlo todo lo que puede, pero varias estocadas especialmente duras y certeras en su próstata se lo impiden. ―¡ah, joder, taeyong, sí!

grita con fuerza mientras se derrama sobre mi pecho, haciéndome seguirle un nanosegundo después, gruñendo su nombre. empujo varias veces más, vaciándome por completo y llenándole con mi semilla, que no tarda en resbalar por sus nalgas y aterrizar en mi entrepierna de nuevo.

se sienta sobre mí, con mi pene todavía en su interior y respira profundamente, serenándose. su mueca cambia a una seria y determinante que me preocupa, pues no entiendo su cambio de actitud.

―estoy listo ―me dice, tomándome por sorpresa y sin terminar de comprender a qué se refiere. ―hazlo ahora, taeyong, estoy listo para marcharme.

tardo varios segundos en procesar su petición, dándome cuenta de lo que me está pidiendo. mi corazón se estrecha al averiguar que lo me que dice es que ha llegado su hora. simplemente me pide que ejecute lo que había ido a hacer, pero no puedo hacerlo. no ahora, ya no.

―doyoungie... ―comienzo, acariciando sus costados en un intento por desviar el tema, pero me interrumpe.

―no quiero esperar más ―insiste, haciendo que una mueca desagradable se dibuje en mi rostro. ―este es el mejor momento para morir y estoy listo, solo hazlo.

al ver que no tengo intención alguna de moverme, lleva mis manos hacia su cuello y las deja ahí, esperando que cierre mi agarre en su gaznate y corte su respiración. me quedo varios segundos en silencio, observando cómo ha cerrado sus ojos y su rostro demuestra mucha serenidad. de verdad parece preparado para marcharse, pero yo no estoy dispuesto a dejarle ir.

se sorprende al sentir mis labios sobre los suyos, besándole con delicadeza. abre sus ojos cuando mis manos acarician la piel de su cuello y luego descienden por sus hombros y hasta su cintura, en un abrazo protector que lo descoloca por completo.

―no voy a matarte, doyoungie ―le digo cuando me separo de su boca. ―de hecho, no dejaré que nadie te haga daño nunca más.

mi pecho se llena de un sentimiento cálido cuando una lágrima de felicidad y alivio corre por su mejilla y se abraza a mi como si su vida dependiera de ello. no tardo en devolverle el gesto, susurrándole al oído promesas que pienso cumplir, aunque sea lo último que haga.

hitmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora