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el sonido de alguien llamándome y unas manos acariciando mi rostro me sacan de mi reparador y corto, muy corto sueño. lo primero que veo son los enormes y profundos ojos cafés de doyoung mirándome con cariño, seguidos del movimiento de su mano al apartarme un mechón de la frente.

―tae, tienes que levantarte ya ―repite de nuevo, inclinándose para dejar un suave beso en mis labios.

inmediatamente cierro los párpados ante el contacto, gruñendo cuando se aleja. paso mis brazos alrededor de su cuerpo y lo tiro hacia mí a la vez que vuelvo a atrapar su boca con la mía, besándole largamente.

suelta un chillido cuando, en un gesto rápido, invierto posiciones y lo inmovilizo entre la cama y mi propia anatomía.

me trago el suspiro que emite al entrelazar nuestras lenguas, así como el gemido que se escapa de su garganta al pasar mis besos por su mandíbula y cuello. nuestros dedos se encuentran enredados sobre nuestras cabezas mientras seguimos besándonos húmedamente.

me remuevo sobre él para abrirme un hueco entre sus piernas y poder juntar nuestros centros, sacándonos un quejido apurado a ambos.

―no tenemos tiempo para esto, amor ―me recuerda arqueándose bajo mis dientes raspando su yugular. ―tu vuelo hacia moscú sale en tres horas, tienes que salir para el aeropuerto en diez minutos.

―hace demasiado que no podemos estar juntos ―me quejo, escondiendo el rostro en el hueco de su hombro y volviendo a girarnos en la cama, afianzando mis brazos en su espalda baja.

―lo sé ―asiente, apoyando su barbilla en una de sus manos y trazando dibujos imaginarios en mi pecho desnudo con un dedo. ―últimamente has tenido mucho trabajo, pero ya solo te queda este encargo y luego podrás pedirte unas largas vacaciones ―anima, estirándose para picotear suavemente mis labios. ―vamos, que te he preparado el desayuno.

y dicho esto se levanta con energía de la cama y se dirige hacia la cocina, mostrándome que tan solo viste una de mis camisetas viejas que le cubren un poco más allá de sus voluminosas nalgas.

la vista funciona como un imán para mí, pues mi cuerpo se incorpora solo y lo sigue como si de un perrito faldero me tratara.

―echo mucho de menos desayunarte a ti ―confieso sin despegar mi mirada del balanceo que hacen sus caderas al andar.

me responde con una melodiosa carcajada mientras me coloca delante un plato con huevos revueltos, dos tostadas con mantequilla y mermelada y un café solo.

luego se inclina sobre la encimera de la isla y observa con una sonrisa pícara cómo me zampo la comida con voracidad.

―lo bueno de que estés en primera clase es que podremos hacer una videollamada ―dice sin borrar esa mueca de su rostro. ―quizás un striptease en directo te levante el ánimo.

―sabes que el ánimo no es lo único que me levantas, precioso ―respondo, intentando no abalanzarme sobre él y hacerlo mío aquí mismo.

y es que me cuesta mucho contenerme cuando le tengo delante. es como si todo el autocontrol que tengo se fuera por la borda cada vez que doyoung me mira, me habla, me toca o me besa. mi mente no es capaz de pensar con claridad, mi cuerpo reacciona a él al instante y mi corazón late desbocado cuando está a menos de dos metros de mí. y a él parece ocurrirle lo mismo.

no siempre fue así. al principio le costó mucho aceptar cuál era mi profesión. después de aquella noche en su apartamento, hace ya más de un año, estuvo tres meses sin hablarme, "tratando de asimilar a qué me dedicaba".

la espera se me estaba haciendo eterna y sabía que él no querría estar con alguien como yo, así que una noche me presenté en su casa y le dije que renunciaba a todo con tal de que estuviera conmigo.

se negó. dijo que él no era quién para variar el rumbo de la vida de una persona de aquella manera, que no tenía que cambiar de trabajo solo por él, que no merecía la pena. pero lo hacía. lo hace. eso también le costó entenderlo, que estuviera dispuesto a cualquier cosa por él. creo que sigue sin comprenderlo del todo.

llegamos a un acuerdo. me permitió empezar a salir con él siempre y cuando no le contara absolutamente nada de lo que hacía. no lo hubiera hecho de todas maneras.

aun así le prometí dejarlo. primero tendría que terminar con lo que tenía entre manos, no era tan fácil salir de un negocio como este, pero quería empezar una nueva vida con él. y eso implicaba cambiar todos los aspectos de mi rutina, incluido mi trabajo.

eso terminó por convencerlo y ahora, que estoy a un solo "encargo" de poder retirarme para siempre, estamos ambos radiantes de felicidad y deseosos por poder iniciar esta nueva etapa juntos. juntos, qué bien suena.

en eso estoy pensando mientras espero a que abran las puertas de embarque. me acomodo mejor en el duro asiento al ver a los de primera clase comenzando a formar una fila, sabiendo que aún me queda un buen rato hasta que llegue mi turno. pero entonces algo en mi mente hace clic. yo voy en primera clase.

una alarma empieza a sonar en mi cabeza. la agencia nunca compra billetes en primera clase. nunca. eso llama mucho la atención y si hay algo que en nuestra profesión es vital es la discreción.

por eso siempre viajamos como un turista cualquiera, es mucho más fácil mezclarse con la gente y más difícil que alguien recuerde nuestros rostros.

entonces todos los datos se van ordenando y uniendo en mi cerebro, los cabos se van atando solos. la gran multitud de encargos estos últimos meses. los viajes inesperados a lugares lejanos. las horas extra de vigilancia. todo era un señuelo. han estado manteniéndome ocupado adrede. pero la pregunta es ¿por qué?

saco el móvil de mi bolsillo y abro la aplicación de vigilancia. las cámaras de seguridad que instalé en nuestro apartamento no muestran nada sospechoso, lo que lo hace todo más raro aún. normalmente siempre suelo ver a doyoung correteando de un lado para otro por el piso, cargando ropa sucia o simplemente bebiendo una taza de té.

ahora no le veo. no hay ni rastro de él. rebobino en la grabación hasta que le encuentro en pantalla de nuevo. está en el sofá, ordenando las facturas que tiene esparcidas por la mesita ratona.

mi corazón late con fuerza en mi pecho cuando observo cómo levanta la cabeza de golpe en dirección hacia la puerta de entrada. se levanta despacio y mi estómago se encoge al ver cómo mueve los labios, supongo que preguntando si hay alguien ahí.

la respiración se atora en mi garganta cuando una sombra aparece en mi campo de visión. salgo corriendo en dirección a la parada de taxis, no me molesto en seguir viendo la grabación. hay un intruso en casa y no puedo perder el tiempo.

―¡taxi! ―exclamo con fuerza, jadeando fuertemente.

le indico la dirección correcta y le ordeno, más bien le suplico, que se dé la mayor prisa que pueda. mi pierna se mueve velozmente con nerviosismo, estamos yendo demasiado lento. no me va a dar tiempo, necesito llegar al apartamento ya o puede que sea demasiado tarde.

hitmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora