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no sé cuánto tiempo pasa hasta que puedo pegar nuestras frentes, descansando ambos ante la intromisión. sus uñas se entierran en la piel de mis glúteos y, aunque escuece, sé que no soy el que peor lo está pasando.

su rostro contraído en una mueca de molestia me parte el alma, la manera en la que se muerde el labio inferior con fuerza y cómo de sus orbes celestes caen lágrimas gruesas me está matando.

―te amo ―susurro en un intento por distraerle.

parece que funciona, pues sus párpados se abren rápidamente y su boca forma una perfecta "o". es la primera vez que se lo digo en voz alta y claramente lo ha pillado desprevenido.

lentamente, sus facciones se van relajando y su boca dibuja una amplia sonrisa. todo su cuerpo ha perdido la tensión que tenía y se ha quedado completamente blando a mi alrededor.

―dilo de nuevo ―me pide, rodando sus caderas y comprobando que ya no hay ni rastro de dolor.

―te amo, pequeño ―repito, esta vez mostrando mis hoyuelos.

―te amo más, mi infame sicario ―responde, todo él brillando con emoción.

entrelazo nuestros labios en un beso completamente apasionado a la vez que comienzo con un vaivén de pelvis lento pero profundo, uniéndonos en cuerpo y alma.

ambos jadeamos tras la primera embestida, mas no nos alejamos del otro. seguimos besándonos mientras le hago el amor, sin cambiar la velocidad, simplemente sintiéndonos el uno al otro.

mis manos acarician sus costados a la vez que las suyas se enredan en mi cabello y me mantienen pegado a su rostro. gemimos en la boca ajena, nuestros corazones latiendo a la par, nuestras respiraciones sincronizadas.

mis caderas hundiéndose cada vez más profundo en su ser, él aceptándome con los brazos abiertos.

solo me alejo de sus labios hinchados para trazar un camino de marcas violáceas por su cuello y parte de su hombro. sus dedos en ningún instante dejan de juguetear con mis rizos, acariciándolos, mimándolos, tirando sutilmente de ellos.

―así, amor, oh... ―jadea arqueándose bajo mi cuerpo, disfrutando del momento mágico que estamos viviendo.

yo soy incapaz de hablar, simplemente estoy centrado en no correrme ya mismo, pues estoy al borde del abismo. me lo pone difícil cuando su anatomía se tensa bajo mí, anunciándome la inminencia de su orgasmo.

no varío la velocidad ni dejo de repartir cientos de besos por todo su cuello, mandíbula y labios. mi boca no puede alejarse de su piel, de mi sabor favorito.

―yong... ya casi ―gime agudamente, retorciéndose para acompañar mis embestidas con sus propias caderas.

―precioso ―atino a gruñir, no necesita más para saber que me hallo en las mismas condiciones que él.

―no pares ―pide empezando a temblar. ―oh, amor, no pares, sigue, sigue ―y, aunque me cuesta hacerlo tras nuestros arrolladores orgasmos, le obedezco. ―déjame verte.

me incorporo en la cama, apoyando mis manos a cada lado de su cabeza y continuo con las estocadas, que pueden ser ahora más profundas gracias a la posición. el castaño se arquea ante eso y gime largamente, hipnotizándome con la imagen y el sonido. no podría ser más perfecto.

él también tiene sus orbes celestes clavados en mí y no los despega de los míos ni por un segundo. mis caderas prosiguen con la intromisión en su amoldado cuerpo, que me recibe a la perfección, como si nuestros centros tampoco tuvieran suficiente del otro.

con una mano acaricia mi pecho mientras con la otra comienza a masturbarse al mismo ritmo que le penetro, abriendo su boca ligeramente para dejar escapar los jadeos y suspiros que produzco con el ritmo que llevo.

me está costando horrores no derramarme de nuevo en él ante la escena que presencio y lo bien que se sienten sus paredes a mi alrededor.

―doie ―le advierto, realmente incapaz de contenerme mucho más tiempo.

―lo sé ―asiente, sonriendo en mitad de un gemido. ―yo también.

―dios ―suelto todo el aire de golpe notando el hormigueo en mi abdomen.

―tae-ahh... ―gime con fuerza cuando se corre de nuevo, lanzándome de cabeza a otro arrollador clímax.

empujo hasta que no queda nada más en mi interior para darle, derrumbándome sobre él una vez he terminado. me abraza de inmediato por los hombros, ambos recuperando el aliento entre los brazos ajenos.

siento cómo su agarre va perdiendo fuerza a medida que se sume en su sueño post orgásmico, por lo que salgo de su interior, limpio con las sábanas su estómago y entrada y beso su frente con delicadeza.

hitmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora