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no sé quién es, pero sí sé quién lo ha mandado. su padre biológico. el mismo que me contrató a mí. debe haberse compinchado con la agencia para mantenerme ocupado y que pudiera mandar a otro de sus secuaces para rematar la faena.

se han tomado muchas molestias para urdir este plan, pero no se van a salir con la suya. no van a arrebatarnos a doyoung y a mí nuestra nueva vida.

apenas el vehículo estaciona frente a la puerta de mi edificio, le tiendo un billete de cincuenta, a sabiendas que me tiene que devolver el cambio, y salgo como alma que lleva el diablo.

subo los escalones de tres en tres hasta nuestra puerta, que se encuentra medio abierta y, como suponía, la cerradura está forzada.

me percato del dispositivo que está instalado junto al marco, inhibiendo la alarma que instalé. por eso no me había llegado la notificación de que habían entrado en el apartamento.

inspiro profundamente varias veces para serenarme, no queriendo cometer un error que pueda costarle la vida a mi chico.

empujo la madera lentamente y, sin hacer ruido, me quito los zapatos y los dejo en la entrada. más sigiloso que nunca me adentro en mi propio hogar, yendo a hurtadillas para no alertar a nadie de mi presencia.

escucho las voces de dos personas diferentes en el salón, así que me dirijo hacia la zona. tengo que contenerme cuando veo a doyoung amarrado a una de las sillas del comedor, con una pistola apuntándole directamente a la cabeza.

me armo con el arma que guardo bajo la encimera de la cocina para casos especiales como aquel y le coloco el silenciador, acercándome cada vez hasta ellos y ubicándome para que el ojicafé pueda verme. sus ojos destellan con esperanza al reconocerme, pero sabe mantener su rostro inexpresivo muy bien.

"cierra los ojos" le gesticulo, pues no quiero que vea esto.

apunto hacia el tipo que tiene el cañón de su arma pegado a su sien y, cuando el joven me obedece, aprieto el gatillo. el castaño se sobresalta al oír el ruido sordo del cuerpo inerte cayendo al suelo y aprieta con mayor fuerza los párpados, encogiéndose en la silla.

los otros tres hombres se quedan petrificados durante un segundo al ver a su compañero muerto, pero enseguida se giran para buscar el origen de la bala.

demasiado tarde, me han dado el tiempo necesario para que termine con su vida de manera rápida y eficaz, por lo que en menos de un segundo ya me encuentro arrodillado ante un doyoung lloroso que no deja de repetir mi nombre.

―estoy aquí, cariño, ya está ―intento calmarle mientras beso sus labios y acaricio su rostro. ―estás a salvo, ya ha acabado.

―taeyong ―lloriquea, removiéndose con violencia en la silla, tratando de liberarse.

rápidamente me deshago del nudo que atan sus muñecas a su espalda y, una vez ya no se encuentra inmovilizado, sus brazos se enredan en mi cuello y su boca se pega a la mía. me besa con frenesí, como si no hubiera un mañana, como si se tratara de un caso de vida o muerte.

le correspondo de inmediato, sintiendo cómo sus lágrimas humedecen nuestros rostros.

―estoy aquí, cariño ―repito, desatando sus tobillos y levantándolo por lo muslos. ―shh, ya está, doyoungie, no llores más.

―tae ―sigue diciendo sin alejarse ni un ápice, intercalando sus sollozos con besos húmedos y salados. ―era mi padre... ―hipa en mitad del llanto.

―shh, cariño, no pienses más en eso ―sin darnos cuenta ya estamos en la habitación. ―estás a salvo, ya no podrá hacerte daño nunca más.

me besa de nuevo, ahogando su pena en el gesto, aferrándose a mí con ansias, acercándome más a él. sus manos tratan de arrancarme literalmente la ropa de mi cuerpo, gimoteando con frustración cuando no logra su cometido. yo mismo me encargo de desnudarnos a ambos instantes antes de tumbarnos en la cama.

doyoung abre las piernas para que me acomode entre ellas y junte nuestros centros, sacándonos un suspiro de placer.

deja de llorar en el segundo exacto en el que mi boca viaja por su cuello hasta su pecho. el sentimiento de malestar desapareciendo a medida que voy marcando su piel con mis chupetones y mordidas. sus dedos enredados en mi cabello me empujan más hacia sí mismo, como si no tuviera suficiente.

―quiero sentirte, amor ―me suplica, arqueándose y subiendo una pierna hasta mi cadera, dejando vía libre hacia su entrada. ―necesito sentirte a ti, solo a ti.

―pequeño... ―pronuncio en un tono precavido, pues sé lo que me está pidiendo y no estoy demasiado convencido.

―por favor, taeyong ―insiste, su mirada anhelante me desarma por completo.

―iré despacio ―aviso, guiando mi erección hacia su agujero fruncido.

lo ensalivo bien, al igual que su entrada, y empiezo a empujar con cuidado y lo más lento que puedo, observando en todo momento la expresión de dolor del ojicafé.

me detengo cuando suelta todo el aire de golpe y sisea por lo bajo, aguantando la respiración. sus manos se instalan en mis nalgas desnudas y tiran de ellas mientras me mira.

―no pares ―apenas sí puede hablar y, aunque estoy tentado de sacar mi miembro y prepararle bien, no puedo negarme a sus ojos suplicantes.

hitmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora