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me despiertan unas manos colocándose sobre mi pecho, muy cerca de mi cuello e, instintivamente, retengo las muñecas ajenas en una maniobra defensiva. doyoung se encuentra sentado a horcajadas sobre mi regazo y me observa claramente sorprendido por mi reacción. casi podría decir que luce culpable.

―¿ibas a ahogarme mientras dormía? ―inquiero con rudeza, claramente molesto por no haber pensado en que algo así podría ocurrir.

no debería haber confiado en él, no debería haberme quedado dormido, dándole la posibilidad de deshacerse de mí. ya me lo había dicho en la cocina, no pensaba rendirse sin luchar y yo le había servido la oportunidad perfecta en bandeja.

―no ―responde, frunciendo el ceño. ―iba a montarte ―me informa, descolocándome, de nuevo. ―me he despertado y te he visto aquí, desnudo, y he decidido aprovechar el momento.

sus caderas se mueven en círculos sobre mi entrepierna, como si quisiera corroborar la veracidad de sus palabras. escaneo su rostro con minuciosidad, fijándome en sus ojos e intentando detectar cualquier cosa que me indique que me está mintiendo. no hallo absolutamente nada, doyoung me está diciendo la verdad.

―jamás te haría daño, taeyong ―añade, soltándose con cuidado del agarre en sus muñecas y acariciando mi pecho suavemente.

―ven aquí ―pido, tirando de sus brazos para que se tumbe sobre mí y besándole con avidez.

no sé cuánto tiempo hemos dormido, pero ya echaba de menos el sabor de sus labios, la manera en la que mi corazón se acelera cuando lo siento tan cerca y lo bien que se acoplan nuestros cuerpos, como si estuvieran hechos a medida.

mientras nos saboreamos con frenesí, nuestras entrepiernas comienzan a crecer debido a la fricción que el joven se ha encargado de mantener, moliéndose sobre mí de una manera demasiado sensual. el deseo irrefrenable de volver a poseerle regresa a mí como un tsunami, golpeándome con fuerza y haciendo que comience a elevar mis caderas, simulando pequeñas embestidas.

―doyoungie ―susurro contra su boca, logrando que se aleje y me observe con curiosidad, ―te necesito, pequeño.

no me doy cuenta de lo ciertas que son mis palabras hasta que las pronuncio en voz alta, haciendo sonreír ampliamente al castaño. me fijo en todos y cada uno de los detalles de su rostro cuando dibuja esa expresión, en cómo sus ojos se arrugan a sus lados y brillan con emoción, la manera en la que su nariz se mueve sutilmente y sus labios se tersan, mostrándome su perfecta hilera de dientes.

―¿me dejas montarte? ―inquiere con inocencia y un deje juguetón. ―prometo que te gustará.

―por supuesto ―le concedo, desesperado por sentir sus paredes a mi alrededor de nuevo.

doyoung no se hace de rogar más y, empuñando mi bien despierta erección para guiarla hacia su entrada, se va sentando despacio de nuevo sobre mí, en esa ocasión penetrándose. siseo ante la increíble sensación que es tenerle en esa posición, jamás había disfrutado tanto de estar con alguien en esta situación tan íntima.

ansío que se mueva ya, rápido y duro, como la última vez, pero el joven parece tener otros planes en mente. sus caderas trazan figuras circulares y en ocho sobre las mías, sin despegarse de mi regazo y enloqueciéndome por completo. no puedo hacer otra cosa que no sea apretujar sus nalgas con fiereza y gruñir de manera ronca con excitación.

pasan los minutos y el menor sigue sin empezar con las embestidas, desesperándome a más no poder. al fin parece comprender mi estado y, apiadándose de mí, alza su pelvis para volver a descender, penetrándose con lentitud pero llegando bien profundo.

―dios, eres completamente adictivo ―jadea, adoptando un ritmo un poco lento para mi gusto, pero le dejo llevar las riendas de la situación.

―me lo has quitado de la punta de la lengua ―ambos sonreímos ante mis palabras. ―mírate, eres tan precioso ―alabo, paseando las palmas de mis manos sobre sus costados, pecho y abdomen, antes de regresarlas a sus caderas, donde ayudan a los movimientos que hace.

―ah, taeyong ―gime con fuerza, cambiando el ángulo de penetración y alcanzando su próstata. ―mierda, me encantas.

doyoung me cabalga cada vez más deprisa, a medida que nuestros orgasmos están más cerca. mi pelvis ha ido acompañando sus estocadas, coordinándose para conseguir más profundidad en cada penetración y sacándonos auténticos gemidos y gruñidos de placer.

una capa de sudor cubre el cuerpo del castaño debido al enorme esfuerzo que está haciendo, y su respiración acelerada solo lo corrobora. se nota el cansancio en sus movimientos, que cada vez son más erráticos, por lo que decido echarle una mano y, sujetando sus nalgas en el aire, comienzo a moverme en su interior, acelerando los embistes y apretando los dientes ante la oleada de placer que me inunda.

―oh, sí, así, justo así ―gime con fuerza el menor, aferrándose a mis pectorales y enterrando sus uñas en la carne de mi torso. ―mierda, sigue, sigue, no pares.

―no lo haré ―prometo, dando pequeñas pero rápidas embestidas. ―no pararé nunca, pequeño.

―eso, nunca ―repite, arqueándose y tratando de acompañar a mis movimientos con sus propias caderas. ―mm, sí, sí, ahí, oh, sí... ah, tae, tan bueno...

―adoro oírte, precioso ―gruño respirando con fuerza al estar acercándome de nuevo al orgasmo. ―me tienes loco.

―mierda, estoy cerca ―advierte, llevando una mano a su miembro y comenzando a masturbarse con velocidad. ―ah, ah, mierda, mierda, un poco más, yong, solo un poco más

hitmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora