Capítulo 4

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—¡Los atrapé!- Doyoung alargó la mano y tomó en brazos a los cachorros que se volvieron para mordisquearle la piel con aire juguetón. —Yo también los quiero, pequeñines. Pero el tío Johny y su nuevo amigo tienen que comer, así que tendrán que quedarse en el suelo. 

Los dejó después de abrazarlos. Los cachorros se metieron debajo de la mesa sin perder tiempo y uno de ellos se acurrucó sobre las botas de piel sintética de Tae. El peso y el calor de su cuerpo hicieron que las lágrimas se formaran en sus ojos. 

En un esfuerzo por ocultar su reacción, bajó la vista a la mesa y se concentró en el modo en que Johny asía aún sus mechones del cabello. 

Deslizaba los dedos entre ellos, como si le gustara el tacto contra las yemas de los dedos. Aquel movimiento fluido y repetitivo resultaba extrañamente excitante… ¿Acariciará otras partes del cuerpo con un mimo tan exquisito?

Si no se andaba con cuidado, pensamientos como aquellos podían hacer que acabara internado en el Centro.
Había experimentado más sensaciones en las últimas horas que en el resto de su vida. Aquello le aterraba y, sin embargo, sabía que volvería por más.
Volvería hasta que alguien lo descubriera. Y entonces lucharía hasta la muerte.
No permitiría que lo sometieran a rehabilitación, que convirtiesen su mente en una patética sombra de lo que él era.

—Aquí tienen.- Doyoung colocó un plato delante de cada uno de ellos. —No es nada elaborado, pero les dará fuerzas.

Taeyong miró fijamente su plato. —Pitas.- Conocía el nombre de muchas cosas.

Al igual que la mayoría, utilizaba ejercicios mentales para mantener la mente en forma. Uno de los ejercicios era memorizar listas; su placer culpable, elegir las que despertaran sus sentidos. Como la de comida. La otra lista preferida había sido recopilada por el ordenador de un antiguo libro de posturas sexuales.

—Es mi especialidad «Labios
picantes».- Doyoung guiñó un ojo. —Un poco de chile nunca le ha hecho daño a nadie.

Johny tiró de los mechones que aún no había soltado. —¿Sí?- ¿Qué haría él si arrojaba toda precaución por la ventana y comenzaba a tocarle?

Siendo hombre, seguramente pediría más.

—Puede picar demasiado si no se está acostumbrado.

La terquedad siempre había sido el talón de Aquiles de Taeyong. —Sobreviviré. Gracias, Doyoung.

—No hay de qué.- El hombre acercó una silla. —¡Coman!

TaeYong agarró un pedazo de su pan pita y le dio un bocado. Casi le estalló la cabeza por el picante. Sin embargo, gracias a su adiestramiento, nadie que lo viera podría haber adivinado su malestar.

Johny dejó de juguetear por fin con su cabello y devoró la comida en un abrir y cerrar de ojos.

—¿Y bien?- preguntó Doyoung. —¿De verdad podrías convertir a mis cachorros en ratas?

Tae pensó que Doyoung hablaba enserio hasta que vio el brillo de aquellos ojos color caramelo. —Podría haber hecho que creyeran que eran unas ratas.

—¿Enserio?- El castaño se
inclinó hacia delante. —Creía que los psi tenían graves dificultades para trabajar con la mente de los cambiantes.

Sería más exacto afirmar que los psi tenían graves dificultades para «manipularles» la mente.

—Sus patrones de pensamiento
son tan inusuales que sí, es difícil trabajar con ellos. Difícil, pero no imposible. Aunque, por lo general, el resultado no está a la altura de la cantidad de energía que se precisa para controlarlos.

JohnYong Donde viven las historias. Descúbrelo ahora