17| Caos

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Un mes para planear esto, todo un mes, pero hoy es el día.

Hoy Massimo recibirá un mensaje.

El frío me recibe, se filtra através de mi chaqueta y toca mis huesos; un jadeo solitario escapa de mis labios... Un abrazo de Auri me quitaría el frío.

Aprieto mis puños, siento como la mueca se dibuja bajo mi máscara. Él se llevó nuestros planes, nuestra felicidad, su sonrisa... Él me la arrebato, y me las va a pagar.

—Palabras fuertes para un mocoso tan patético —gruñe.

—No estoy de humor para tus mierdas —replico.

—Cierto, tienes un suicidio que cumplir, debes reunirte con ella —se burla y suelta grandes carcajadas.

—Cállate, Hall.

—No, Jonas, no lo haré.

Me detengo en medio de la calle, un hombre tropieza conmigo, otro me maldice; mi vista viaja con lentitud, todos están terminando de quitar los adornos de Halloween, desean recibir la navidad... Yo podría estar haciendo esto con ella, en nuestra propia casa, lejos de toda esta locura.

—Y ahí estás, perdido en tus fantasías de nuevo. ¿Por qué no te vas con la perra? Serían muy felices en el infierno.

Suelta varias carcajadas, un dolor punzante se adueña de mi cabeza.

Cierro mis ojos.

—¡Cierra la puta boca! —ordeno.

Toda la atención viaja a mi, incluso un adorno de Hallowen escapa de las manos regordetas de su dueña y termina haciéndose añicos contra el piso... Maldita sea.

—Solo te pedí que te quitarás —replica el hombre que me maldijo—, lunático.

—Oye...

El hombre voltea a verme, mi mano choca contra su rostro y lo manda directo al piso. Un chillido de horror rompe el tétrico silencio, camino hasta donde cayó el hombre, mis pasos resuenan en mi cabeza.

Me detengo delante de él, tapa con esfuerzo su sangrante nariz.

—Tu... Tu...

—Agradece que no tengo tiempo que perder con la basura —replico y suelto un escupitajo.

Acomodo mi chaqueta, dejo escapar otro suspiro, sigo mi camino.

Ya perdí mucho tiempo, y este es muy valioso.

Tengo un lugar al que llegar, un mensaje que dar.

Massimo, nos veremos muy pronto.

                    [———————]

Solo un golpe y el panal se alborota, la policía quiere mi cabeza. Pero es obvio, no me buscan por haber golpeado a un civil, me buscan porque la noticia llego a oídos de Massimo, y ellos trabajan para él.

Así que, ¿aún me odia por haberlos matados? Es justicia poética. Y solo está comenzando.

Me escabulló por los callejones, veo a las pequeñas en las esquinas, vendiéndose por un poco de dinero; recorro las calles con calma, la policía quedó atrás, y veo a unos niños dejar caer unos paquetes, los mismos son recogidos por hombres que van corriendo, la forma más fácil de vender drogas, mandar un cordero. Estás son las "Calles del Pecado", aquella que todos se niegan a ver...

Es el infierno que Massimo termino de forjar.

—¡Ahí está!

El grito del oficial alerta a los jóvenes "camellos", empiezan a correr como ratas... No van por ustedes pequeños, a ellos no le importan, ni un poco.

Street of SinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora