No recuerdo la última vez que desperté así, sin alcohol, sin drogas. No recuerdo la última vez que desperté de esta forma, destrozado.
La cabeza duele, los músculos igual, ni siquiera doce horas de sueño en esta cama han ayudado; tal vez nunca volveré a estar bien, mi cuerpo siempre ha estado más alerta que mi mente. Lo más seguro, es que todas las alarmas estén advirtiendo, de aquello que me niego a ver.
Todo está volviendo, todo se está yendo a la mierda.
Me pongo de pie, mi cuerpo no soporta la “comodidad” que me da esta cama. Me asomo por la ventana del apartamento para ver las congestionadas calles, los estudiantes van y vienen, los trabajadores igual, el mundo sigue en movimiento, nada ha cambiado… El mundo no se ha detenido por mí, no le ha importado mis ocho meses en coma.
Ocho meses, ocho meses postrado en una cama, por eso no me sorprende lo de Eliot y Vicky.
Un gruñido escapa de mis labios, pensar en esos dos sigue provocándome una ira que quema todo a su paso, ¿a caso pensaban en mí cuando se besaban como dos putos adolescentes? ¿Acaso fueron a verme alguna vez?
¿Alguna vez les, importe?
La soledad logra agobiarme, las congestionadas calles se callan, la luz deja de filtrarse por mi ventana. Todo queda en silencio, hundido en la oscuridad, y en medio de eso estoy yo.
Lo único que logro oír es el palpitar de mi corazón, siento que va a escapar, saldrá de mi pecho. Tomo mi cabeza dejando salir jadeos de dolor, agobiado por la oscuridad, intentando dormir mi cerebro, intentando dejar de pensar.
—No es real. No es real. Solo está en mi cabeza.
Me repito las mismas palabras en voz alta, intentando traerme de regreso a la realidad, tratando de dormir el caos que desea despertar.
—Yo soy muy real.
Su voz, su voz suena tan vivida… No… No puede ser.
Cierro mis ojos, tapo mis oídos, retrocedo con miedo hasta terminar contra la pared y me deslizo por ella hasta quedar tirado en el piso, como un niño aterrado, como una pobre alma en pena que desea huir de su realidad.
Aun con los ojos cerrados puedo verlo bien, su brazo velludo se acerca a mi cabeza, los vellos erizados le dan la apariencia de un monstruo, su mano llena de grasa se ve totalmente oscura, sus uñas se ven afiladas. La mano de la “bestia” está por jalar mis cabellos y lanzarme contra el piso, dentro de poco sentiré el peso de su cuerpo sobre mí y su puño destrozando mi rostro.
El jadeo de dolor sale de mis labios al sentir el jalón fantasmal, estoy por sufrir la peor paliza de mi vida. Mi teléfono suena, la música instrumental rompe el delgado silencio; oigo un gruñido, y seguido a él, los pasos de la “bestia” alejándose, y con él, la oscuridad se va.
El teléfono sigue sonando, yo sigo contra la esquina intentando controlarme, sintiendo la humedad de mis lágrimas sobre mis mejillas, sintiéndome igual de aterrado que aquella vez.
«¡Maldición…! Maldición!».
El teléfono calla, me toma unos segundos volver a la normalidad, o lo más cercano a ella, eso es… Dios. El teléfono vuelve a sonar, el tono logro aturdirme y sin más voy por el.
—Diga.
Oculto lo mejor que puedo mi tono deshecho, definitivamente no estoy bien.
—¿Te desperté Mikey? —preguntan con un acento italiano bien marcado.
Massimo… Llevo todo el dolor al rincón más oscuro de mi cabeza, oculto mis demonios lo mejor que puedo. Massimo no me puede oír así, pensará que soy un malagradecido, que preferiría estar muerto.
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Street of Sin
Aksiyon"Hasta la persona más insignificante se puede dar por vencido y terminar a merced de la oscuridad". ¿Como podría llegar alguien como él, alguien "normal" a la mafia? ¿Qué tan cruel puede ser el destino, para mandarte a las manos de los demonios de l...