Final 1

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***

Rápidamente, me comencé a sentir mejor sin el tratamiento que con él, tal como lo había dicho Unohana. Salí de ahí recuperada totalmente en tan sólo tres noches.

Cuando volví a la mansión Kuchiki, me di cuenta de que se había convertido en un lugar al que, no importaba cuantas veces estuviera ausente, o por cuanto tiempo; siempre podría llamar: "hogar".

Luego de un par de meses saliendo públicamente, Byakuya comenzó a cambiar su actitud conmigo, siendo cada vez más y más caballeroso.

Y también con los demás, ahora era capaz de sonreír ante alguna broma una que otra vez.

Una tarde, después de haber permanecido tranquilamente leyendo un poco en la biblioteca, Byakuya llegó y me dijo seriamente:

-Ven conmigo, quiero que veas algo.

Lo seguí un poco nerviosa y ansiosa. No sabía cómo era capaz de encontrar la manera de hacerme sentir siempre tan inquieta y a la vez, tan tranquila y en paz.

Esa tarde nos habían dejado solos, Rukia estaba en otra misión y Byakuya les había dado el día a los sirvientes.

Dirigió sus pasos hacia la azotea donde me dijo que cerrara los ojos y permaneciera quieta.

Sentí su ausencia durante unos instantes y enseguida, unas manos empujándome hacia el jardín.

No grité, comprendí perfectamente su plan.

La luz de unas velas me hicieron abrir los ojos... los brazos de Byakuya me sujetaban con fuerza, mientras caíamos lentamente.

-Igual que la primera vez que nuestros caminos se cruzaron. -me dijo cuando habíamos llegado al suelo y me había dejado con delicadeza sobre mis propios pies.

-No. -dije sonriendo, algo exaltada aún. -Esa vez no me habías asustado así. -dije gritando algo enojada.

Se rió.

-Está bien, ¿me disculparías si te llevo a una cena? -dijo mostrándome con la diestra el jardín repleto de faroles antiguos y hermosos, y velas aromáticas encima de una mesa para dos.

-Tal vez...

Fue aquella noche cuando, luego del peor susto que me di en la vida, sacó un pequeño estuche de su uniforme de capitán (el cual aún llevaba puesto para revivir mejor la escena) y se dispuso a mirar la luna.

-Natsuki... verás... -se comenzó a sonrojar bastante rápido -Te contaré algo.

Yo estaba sentada en el césped, mientras él seguía de pie observando el cielo. Inspeccionaba cauteloso cada pequeña nube en ese cielo que a veces parecía tan grande y otras... tan, pero tan pequeño.

-Hace un tiempo, una chica le robó la felicidad a un hombre, cuando murió. Ese hombre no podía dormir, ni comer, ni ser feliz. Pero no podía ser débil, por eso tuvo que diseñarse una fría máscara de hielo. Así las personas no llegarían nunca a diferenciar su sufrimiento de aquel disfraz.

Se convirtió en un profesional al usarla, pero esa máscara le impedía sentir, y cada vez que la usaba, le costaba más el quitársela.

Una tarde, el hombre no volvió a poder retirarla de su rostro. Así duró durante mucho tiempo, y pensó que estaba bien. Derramar lágrimas siempre le había parecido una debilidad. Una muestra total de falta de autocontrol.

Pero, aunque su corazón era lo suficientemente fuerte como para soportar la soledad, nunca aprendió a quererla.

Y una tarde, luego de mucho tiempo, apareció un monstruo al cual enfrentar. Ya lo había hecho muchas veces, pero esta vez, por alguna extraña razón, el joven se preocupó por la batalla contra esa bestia.

Y entre sus brazos rescató a una pequeña chica, una mujer que lo miró de una manera en la que nadie más lo había hecho.
Ella fue capaz de ver el fuego de su interior, y no solo la máscara que todos creían era su cara.

Pasó así unos meses y él no podía sacarla de su mente. Con el tiempo sus destinos se volvieron a cruzar. Cada vez que esa bella joven estaba cerca, la máscara se derretía un poco más. Hasta que ya no le era difícil sonreír, o... ya sabes... sentir.

Fue luego de un par de estaciones más a lado de esa dama que se dio cuenta que no quería volver a separarse de ella, nunca más. -se giró para verme directamente a los ojos.

-Y fue entonces cuando él dejó de hablar de ellos en tercera persona y le confesó la pregunta...

Se arrodilló y, abriendo el estuche mostró el anillo de bodas.

Mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad rápidamente.

-Y... aguarda. -cerró el estuche un momento. -antes de saberlo, quisiera un beso más. Por si acaso me dices que no... solo por si acaso... -aún se sonrojaba al hacer esta clase de juegos.

Lo tomé del rostro y besé su mejilla dulcemente.

-Tal vez lo tengas después de la respuesta.

-¡Rayos! -se lamió un poco los labios y volvió a abrir la caja. -Solo por favor no me digas que no ahora... ¿Te casarías conmigo?

Reí.

-Solo si seguirás hablando de nosotros algún día en tercera persona... es lindo. -dije finalmente.

***

La boda se celebró a las dos semanas.
Era un hermoso verano fresco.

Aún nos quedaban historias por vivir, pero teníamos mucho tiempo para vivirlas, juntos.

|Bleach| Narraciones de la Luna...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora