25: Cuerpo bañado en fuego azul.

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"Vuelve conmigo"

Acorralados en medio de esa multitud. Las espadas se movían como las olas del mar, filosas y deseosas de sangre. Tratando de alcanzar la arena. Como si una ola se levantara y se abriera paso en medio del lioso desastre de los demás; la traición se levantó por sobre lo otro cargando una espada afilada, tan peligrosamente cerca del cuello del rey. Era el deseo intenso y vehemente de conseguir lo que para si había sido difícil de lograr, lo que movía la fuerza en aquella espada.  Wei Ying mirada como el príncipe que desde su llegada había sido un ser piadoso y benevolente, ahora señalada con la traición a su hermano. Un solo movimiento en falso y la garganta del rey sería atravesada por los destellos de una espada repugnante.

—¡Majestad! —, Wei Ying escuchó sobre su oído un grito aterrado, repleto de desesperación y constante ira. Pronto fue consiente de que sus propios labios estaban separados, y que el grito que había sobrevolado su oído era el suyo, había salido de manera inconsciente.

—Es tu última oportunidad, Wangji —, los ojos inyectados en sangre del príncipe Lan Xichen se enfocaban en su hermano, deseoso de aplastar la amenaza que este representaba, como si hubiera contenido desde hace mucho tiempo ese veneno peligroso en su ser. Ahora se liberaba tan maliciosamente que Wei Ying sentía, que en cualquier momento la espada extendería su filo y se encontraría verdaderamente con la piel pálida del rey. Un sentimiento de angustia y genuina preocupación se instalaron en su pecho con intensidad, junto a la impotencia  y desventaja que ya estaban acunados ahí.

—Debí matarte cuando pude, Wangji. Pero, ¿cómo podría ponerle una mano en cima a mi menor? ¡dime! ¡¿cómo podría?!  —, dijo Lan Xichen. La voz que Wei Ying escuchaba estaba llena de suplicio y profunda pesadumbre, se tambaleaba, emergiendo y volviendo a sacudirse. Su semblante era una expresión terrible de desesperación, un rostro putrefacto por el odio y la aversión que sentía por su hermano menor. Sus palabras eran igual de afiladas que sus intensiones y tan peligrosamente acechantes.  En comparación, Wei Ying podía ver el pálido rostro del rey bañado en llamas y cubierto de espinas enterradas en sus músculos, las cuales no podían moverse o causarían aun más dolor. Si eso no era suficiente tenía una expresión de cansancio, de desconsuelo y decepción; las palabras de Lan Wangji se expulsaron de sus labios bañadas en sangre y manchando su recorrido.

—Solo hazlo. Mátame como siempre has querido. Inténtalo. —, exclamó. Wei Ying estaba detrás de él, sintiendo el temblor del rey. Había escuchado lo glorioso que era este actual monarca en las batallas y de las miles de guerras que lo llevaron al éxito. ¿Cómo es que ahora parecía solo un pobre hombre con un agudo dolor en el corazón? Podría luchar sus batallas y levantar su espada contra sus enemigos sin problemas. Quizá era esa la razón por la que era tan fácil para el rey derramar sangre y impartir su poder; el golpe más duro y inesperado era que su contrincante no era un enemigo, no uno del que estuviera consiente.

¿Cómo podría no ser indefenso ahora? Cuando las armas eran dirigidas a enemigos, no dudaba en lanzar a la hoguera a quien lo mereciera. Para su mala suerte, sus llamas nunca habían quemado ese pulcro rostro amigable, el rostro de un hermano de sangre y un compañero de vida. Lan Wangji tenía una mano en su espada, aquel filo que señalaba a Jin Guangyao por cualquier movimiento apresurado que pudiera hacer, mientras otra igual de peligrosa lo señalaba a él. Wei Ying, detrás de su espalda, notó la mano flotante detrás de las túnicas tintadas de rojo y carbón del rey, una mano escondida que se apretaba con dureza, hasta volver sus nudillos completamente blancos. Wei Ying por su parte, también se encontraba en una situación complicada; aun si el rey se esforzaba por protegerlo, la parte trasera  se encontraba descuidada, Wei Ying mantenía su reluciente espada marina por sobre los filos de las demás, girando de un lado a otro.  Viendo el temblor de aquella tímida mano, Wei Ying se sintió impulsado a sujetarla, un deseo ardiente de detener ese tambaleó, la envolvió como si tratara de sujetar una tierna rosa, aun si aquella extremidad lo doblegaba en tamaño y era más fría que la suya, casi como un cubo de hielo. Los delgados dedos del príncipe trataron de acariciar torpemente el dorso de su mano, en un intento de consuelo, queriendo expresar su ingenuo apoyo.

—¿Me estás retando en un momento como este? ¡¿te burlas de mi!?  —, gritó Lan Xichen. Las reacciones del rey aun eran dolorosas y duras, pero la calidez que recibió desde un extremo de su cuerpo fue suficiente para que dejara de temblar, como si entendiera el mensaje. Respondiendo con el mismo gesto y acoplando sus dedos entre los de Wei Ying; una respuesta que hizo que las mejillas del príncipe ardieran. Sus próximas palabras salieron firmes y expresivas, y por sobretodo estables, tan dignas de un rey.

— Ya no puedo hacer nada para salvarlo, Xiongzhan. Tu mismo te has condenado y solo el infierno podrá purificarte —, después de las palabras dichas por Lan Wangji, otra voz que resonó con fiereza  y desespero, fue la de Lan Xichen. Wei Ying supo que aquel príncipe había perdido el control total, aquello bien podría ser una ventaja o ser incluso más peligroso que antes, era un arma de doble filo que Lan Wangji debía jugar a su favor.

— ¡¿Cómo te atreves a llamarme impuro!? ¿¡con qué derecho!? ¿No has sido tú quien ocasionó todo esto? ¿Quien arrastró al príncipe del mar a esta guerra? ¿No fuiste tú quien planeaba utilizarlo a su beneficio? —, gritó. Al igual que él, sus palabras eran igual descontroladas, una marca expresa de su perdida de juicio.  Algunas palabras resaltaban, y dolían para Wei Ying, moviendo sus cejas hasta contraerse —, ¿ya lo sabe príncipe?, ¿que todo lo que mi hermano ha hecho por usted ha sido meramente porque le interesaba su futura corona? ¡Ja! ¡una joya más a sus trofeos!

En la mente de Wei Ying se desplazaron dolorosos recuerdos y destacaron unas aletas brillantes enmarcadas en ámbar y madera, una procreación de inhumanidad. Aunque deseaba arrancarse aquellos recuerdos y encerrarlos en los profundo del mar, ahora solo podía disiparlos con la calidez y un apretón en su mano, obligándolo a mirar al rey; este también conectaba su mirada y una sincera disculpa se desprendía de ella, una preocupación por las palabras que deliberadamente salían de la boca de Lan Xichen. Entonces Wei Ying recordó que el rey Lan Wangji aun no sabía sobre sus descubrimientos en el palacio frío, probablemente a eso se debía su semblante oscurecido y su intento por  negarlo.

— No es así... mis intenciones nunca fueron como las tuyas y lo sabes —, las palabras estaban dirigidas al príncipe Lan Xichen pero su mirada estaba conectada con la de Wei Ying, como si solo su reacción fuera la que tuviera importancia para el rey.

—Príncipe del mar, ¿acaso le cree? ¿No ha visto nada extraño en este palacio? —, las insinuaciones del príncipe Lan Xichen eran más rápidas que antes, ahora sabiendo donde tenía que atacar para provocar dolor en los contrarios. La daga estaba girando y esta vez su filo los apuntaba a ellos. El silencio del príncipe del mar confirmó lo que el rey temía. Lo cual fue un momento oportuno para el enemigo —, ¡lo ha visto! ¡ya lo ha visto!

La situación era peor si sus sentimientos volvían a ser inestables, pudo notarlo cuando el rey separó sus labios habiendo entendido lo que sucedía, y como el agarre de la mano que sostenía la espada y la que lo envolvía a él se debilitaba. Justamente la reacción que Lan Xichen quería provocar. Lan Wangji movía sus labios levemente, como si intentara hablar, tratar de dar una explicación que Wei Ying no podía imaginar. Hasta el momento, Wei Ying no se había preparado para una explicación del rey y tenía el miedo a que aquellas posibles palabras no fueran lo que su corazón necesitaba escuchar. Provocando que su cuerpo se sintiera débil y confundido, sin notarlo, sus manos también se debilitaron.

—Príncipe, ya que ha visto la sala de trofeos del rey, seguramente notó la atracción principal —, Lan Wangji volvió sus ojos al culpable de su desequilibro y lo señaló con su propia espada, esquivando la que ya lo apuntaba. Debido a la furia, su fuerza salió desplomada y golpeando el agarre de Lan Xichen.


Wei Ying dudaba entre sus palabras; quizá era un beneficio que el rey dejara de tener consideración con su hermano y desatara su fuerza, una oculta fiereza que Wei Ying admiraba, por otro lado, quería aclarar ese tema con Lan Wangji, dejarle en claro que no lo culpaba por lo que sus antepasados hicieron, lograr que esa expresión de dolor en su rostro se borrara con sus palabras. Mientras se debatía internamente, el brillo de una espada morada se agitaba frente a él, mientras un cuerpo delgado se acercaba también; había olvidado a una tercera persona en el escenario.

— Wei Ying, si lo que dijo es cierto. ¿De qué lado estarás? —, Jiang Cheng se pegó a él mientras con su afilada espada atravesaba los cuerpos que no dejaban de venir. ¿De dónde habían salido tantos guerreros?.  Wei Ying sabía que su amigo sin duda estaba en contra del rey y del mundo terrenal en general —, no diré que escuches a tu corazón, diré que mantengas el juicio y escuches la razón. Igualmente, te seguiré incluso si piensas es lanzarte de una montaña.

—¿No le explicaras al príncipe, hermano? —, las voces seguían en segundo plano. El consejo de Jiang Cheng solo fue útil para darle confianza y para avivar su deseo de aclarar el tema con el rey.

—Aquí el único hipócrita es usted. ¡Y es al único que desprecio!

Sin duda Lan Wangji solo esperaba desprecio, fue una explosión de emociones observar como el rostro antes contraído por el dolor, despegaba sus penas y pasaba a un semblante de sorpresa, si eso era posible en un rostro neutro y inamovible.  Lan Xichen se recuperó rápidamente, y volvió a elevar su espada, esta vez con la única intención de derramar sangre. Sonriendo con satisfacción cuando su filo comenzó a descender, sus ojos plagados de envidiar y deseo reflejaban una escena que Lan Wangji jamás habría imaginado.

Mientras la tensión sellaba el ambiente con su usual remolino de emociones; como si hubiera caído un trueno del cielo, las murallas se partieron a la mitad y se desenrolló un peligroso brillo rojizo entre el humo y polvo de las paredes. A Lan Wangji apenas le dio tiempo de cubrir con su cuerpo el de Wei Ying. Sin embargo, el trueno derribó el cuerpo de Lan Xichen por segunda vez, golpeando fuertemente sus extremidades hasta aplastarlo. El polvo apenas se estaba desvaneciendo, cuando una figura temida en oscuridad se elevó por sobre los destrozos; los guerreros aliados con la traición no tardaron en recuperar sus fuerzas y levantar sus espadas nuevamente, incluso Jin Guangyao había sido ensuciado con algo de polvo blancuzco y cenizas, pues se había protegido del impacto inteligentemente mezclándose con sus guerreros.

— ¡He querido hacer esto desde hace muchos años! ¡wow!  —, la figura escurridiza que los había salvado de una filosa espada, era nada más y nada menos que el avivado y feroz rostro de Xue Yang. Estaba bañado en lluvia y su cabello se pegaba a los bordes de su pálido y malicioso semblante; tenía marcas de guerra y sus armaduras dobladas por posibles ataques.

—Xue Yang...

Gran parte de sus guerreros se habían vuelto en su contra, alzándose a Jin Guangyao con la promesa de tesoros o de solo los dioses sabían que; por lo que ver a ese guerrero luchar a su favor parecía un total milagro. Bien dicen que la maldad trabaja de manera misteriosa, y Lan Wangji solo podía sorprenderse por la lealtad de Xue Yang. Un único guerrero que no lo había abandonado, quizá porque Jin Guangyao no tenía algo lo suficientemente atrapante para enredar al mejor de sus servidores, o por real y firme lealtad. Lan Wangji no lo sabría, pero estaría agradecido por segunda vez.

—Majestad, ¿se encuentra bien? Debo disculparme por lo que acabo de hacer, pero le había guardado ese golpe hace mucho... —, Xue Yang retiró sus botas de los trozos sedimentados que hace solo unos segundos formaban un techo seguro y se posicionó frente al rey  —, debemos irnos, Lan Xichen no durara mucho retenido ahí.

El hecho de que Xue Yang dejara de usar honoríficos con el príncipe Lan Xichen, era una clara muestra de la falta de respeto que sentía hacía el antes mencionado. Pues incluso en las ocasiones más agrias en el pasado, Xue Yang no tenía permitido y nunca había osado sobrepasar la confianza que le brindaba el rey; ciertamente, Lan Xichen ya no merecía ningún tipo de consideración. Wei Ying lo entendió muy bien desde su punto de vista, sin embargo, podía percibir que era difícil para el rey aun si su semblante apenas se moviera.

—¿Qué haces aquí...? —, aun sorprendido, Lan Wangji preguntó. Wei Ying no tenía una posición respecto a Xue Yang, pero agradecía que hubiera aparecido en el momento preciso. Batiendo sus túnicas, ambos se levantaron del suelo. Xue Yang estaba cubierto de lluvia y desprendía un olor metálico, quizá era la pronta oxidación de sus armaduras y los marcas rojizas que las manchaban; era escalofriante solo mirar esa apariencia.

—Le juré lealtad, majestad. No iba a marcharme en un momento como este —, Wei Ying escuchó las palabras y en esta ocasión si se sintió sorprendido, pues consideraba que al igual que todos los falsos sirvientes, incluso si Jin Guangyao no había logrado atraparlo con sus brillantes, viendo su vida en peligro, Xue Yang habría elegido huir y permanecer a salvo. Pero la locura y los sinsentidos rodeaban a ese ser, y era impredecible saber cual sería su siguiente movimiento.

Ya que el techo había caído sobre el príncipe Lan Xichen, capturando su cuerpo y con ello su maldad, se había formado una abertura del tamaño de un salón entero; Xue Yang había usado a un dragón enemigo para derribar la pared, y este había colapsado entre las cenizas hasta volverse humano nuevamente. El agujero dejaba los bordes de un cielo oscurecido que aun desprendía gotas ácidas de sentimientos reprimidos, con las quemaduras del sol abriéndose paso en el horizonte, apenas unas minúsculas manchas amarillentas se extendían sobre los mares indicando que el tiempo en ningún momento se detuvo, aunque Wei Ying pudo por ratos percibirlo de esa manera.

—Esto es hermoso, pero les recuerdo que cientos de soldados nos apuntan con espadas y hay otros esperando afuera —, Jiang Cheng se había cubierto detrás de una de las murallas que no se habían venido abajo, y ahora se levantaba sobre los escombros con una larga espada entre sus manos. Wei Ying arrastró su mirada a la situación dentro del palacio frío, o lo que quedaba de él, de ese santuario que colindaba con el mar y que le había mostrado la amabilidad del calor. Como Jiang Cheng decía, los soldados de Jin Guangyao los seguían acorralado; Wei Ying se preguntaba porque se demoraba tanto en atacar, parloteando sobre esto y aquello, el ser enrollado en gemas tenía la única intención de hacer tiempo. Pues la joya más preciada seguía en manos enemigas y aun si lo liquidarán más de mil veces, se levantaría como si nada hubiera sucedido, pues en sus manos estaba la concentración más poderosa de resurrección.

—Majestad, si el fuego azul no vuelve al mar, será inevitable que las llamas rojizas lo quemen todo a su paso, y no precisamente me refiero a su excelencia —, Xue Yang escupía las palabras de sus labios mientras se quitaba las armaduras, con audacia mostraba las escamas en su cuerpo, cubriéndolo enteramente desde los pies a la cabeza; indicando que estaba a un tiempo de incienso de retornar a su naturaleza. Si Wei Ying no volvían al mar pronto las aguas perderían su centro de gravedad y la propia vida. Si no tenían al príncipe del mar en ellas, la vida marina se evaporaría con la salida del sol.

El tiempo estaba reducido a el cielo oscuro de la noche que se estaba volviendo cada vez más y más pálido en los bordes y las siluetas de las montañas circundantes se hacían más visibles contra el horizonte del agua. De pronto, Wei Ying sintió como su cuerpo era envuelto por una corpulencia que lo rebasaba en fuerza y tamaño, extremidades que parecían ir de brazos humanos y extensas alas de dragón, alargadas y escamosas, que trataban de ser lo más gentiles con el peso que levantaban; los orbes purpura del príncipe apenas tuvieron oportunidad de girarse cuando fue elevado en solo un incienso de tiempo, siendo enrollado por unos brazos que lo estrujaban, como si se tratara de una pequeña ave intentando escapar con su polluelo sobre los aires. La vista debajo de si era la descripción gráfica del caos, pues el palacio estaba tan incendiado que ni siquiera la lluvia conseguía apagarlo y las llamas iban y venían en los tonos rojizos y verdosos. Un palacio destruido por la crueldad y por sobre todo, la traición.

—¡Wangji!

El grito vino desde abajo, desde el agujero del que habían salido, y el desespero solo podía pertenecerle al príncipe Lan Xichen que se levantada de los escombros con el rostro ensangrentado y las prendas más manchadas de lo que alguna vez fue un pulcro príncipe. Los brazos que lo envolvían solo podían pertenecerle al rey Lan Wangji, abrazando su cintura con temor de soltarlo, como si no quisiera soltarlo; desde la perspectiva de Wei Ying, podía solo pegar su rostro al pecho del rey y observar como este los elevaba en lo mas alto del cielo. El cuerpo del rey no se había transformado completamente en un dragón, pues aunque su masa era gigantesca, no era la que alguna vez vio Wei Ying; tenia unas extendidas alas sobresaliendo en su espalda, admirables por su fuerza al seguir elevando los dos cuerpos. Wei Ying sabía que el rey no se encontraba en las mejores condiciones, pero sus bellas alas lo reflejaban visualmente de una forma cruel y profunda; quemadas por la intensidad con la que volaban.

—Wei Ying, tengo algo que decirte.

No pudo evitar sobresaltarse cuando escuchó la profunda y herida voz del rey sobre su cabeza, tan cercana y dolorosa. Entonces y solo entonces, Wei Ying levantó la cabeza para mirar al rey. Sintiendo una abalanza de emociones al conectar sus purpuras pupilas con las cristalinas esferas de Lan Wangji; como si solo esa mirada bastara para herirlo o mejorarlo, pues la sinceridad de esos ojos era la misma que recordaba haber visto en la visión de Wen Ning. Una mirada profunda y laminada de pasión.

—Majestad, no creo que sea el momento adecuado...

En los aires, solo ellos habían llegado tan lejos en los cielos y Wei Ying quería atrapar ese momento de paz y locura en un frasco y llevarlo a todos lados consigo. Como si estuvieran cerca de una caída más profunda y quisiera retenerse en ese instante de paz.

—Nunca será el momento adecuado para lo que tengo que decir.

—Majestad...

—Lo siento, por todo. Lamento haberte arrastrado a esta tormenta de arena. Fue culpa de mi clan que tus padres hoy no existan para ver en el glorioso príncipe en el que te convertiste y en el rey que llegaras a ser. Asumo la responsabilidad. Fue mi culpa que mi Xiongzhan apuntara en tu dirección, exponerte al peligro que no sabía que él representaba. Lamento no haberte dicho lo que sabía, y sobre todo lamento haber traicionado tu corazón... No se como, Wei Ying, puedo jurarte que nunca había experimentado un anhelo tan grande como el que tengo porque te quedes conmigo.

Wei Ying analizó cada una de las palabras. Como se revisa una herida, meticulosamente y con la esperanza de que esta cerrara pronto. Ciertamente el rey Lan Wangji lo había arrastrado a un mundo nuevo, a una nueva descripción de la realidad y escenarios que nunca hubiera imaginado en su cárcel de agua solidificada. Pero no iba a culparlo por eso. La muerte de sus padres también había sido aclarada, fue un golpe demasiado brusco a su corazón, pero el culpable no era Lan Wangji. El rey también se acusaba a si mismo de los actos desenfrenados que Lan Xichen estaba llevando acabo, un último suspiro de compasión por parte del rey hacia su querido hermano. Ninguna de sus proclamaciones eran ciertas.

Lan Wangji no lo sabía. No estaba en su conocimiento los perplejos sentimientos de Wei Ying; el perdón que estaba impulsándose en su garganta. Un aro de dolor la estrujaba, una sortija que estaba tratando de liberar. Para su mala suerte, las disculpas nunca habían pasado por su garganta nunca antes y no sabia como expresar lo que su corazón estaba sintiendo. Quería decirle tantas cosas, que ni siquiera su cabeza estaba clara con el lío de palabras que trataban de salir.

Llego un punto en el vuelo en el que ya no podían avanzar más, quizá porque las alas del rey por fin habían agotado su fuerza o tal vez porque el propio Lan Wangji había detenido su cuerpo; cualquiera de aquellas opciones, los suspendan entre las nubes y la suavidad de una mezcla de azul celeste y naranja, quizá unos toques rosados también se podían percibir. Al final, Wei Ying, que nunca había soltado un agradecimiento y Lan Wangji, que jamás había pedido perdón, pudieron encontraron la forma más expresa e intensa de coincidir sin la necesidad de palabras.

Wei Ying no cerró los ojos cuando sus labios se pegaron con los de Lan Wangji, pues esa perspectiva para él era especial, era lo único que nadie más podía tener. Primero se sintió como un roce delicado, como si un pétalo mojado pasara por sus labios dejando una sensación húmeda; después la intensidad fue subiendo conforme ellos decencia del cielo. Lan Wangji pronto pidió permiso para profundizar el beso, lamiendo con su húmeda lengua la entrada de Wei Ying, este disfrutaba el contacto como si la guerra fuera solo un recuerdo de antaño. Cuando sus lenguas se unieron, el sabor podría asemejarse al misterio de la noche y a la intensidad de un amanecer, una mezcla rotunda de pasión. Lan Wangji besaba como nunca antes lo habían besado y sabía que nadie podría superar esas sensaciones.

El sabor del rey era como aire nocturno, a las noches que pasó en soledad observando la luna y al viento que soplaba entonces. A trazos lejanos de leña y matiz de carbón, como si el fuego esperara paciente ser avivado por el viento. Y extrañamente, también sabia a hogar.

Cuando por fin encontró las palabras que necesitaba, se vio obligado a detener el beso; colocando ambas manos en el rostro mojado de lágrimas del rey, notando lo hinchados que se encontraban sus labios y como los parpados se despegaban para mostrar aquellos cristalinos ojos. Las palabras de Wei Ying salieron como humo deslizándose suavemente y con detenimiento por su garganta.

—Majestad, yo lo perdono—, la calma que sintió después de liberar sus sentimientos fue tan refrescante como el agua cuando la garganta agoniza por la sed y le es entregado un trago de agua —, solo usted puede hacerme desear permanecer aquí.

Wei Ying aun tenía las manos en los contornos del rostro del rey, y uso estas para acercar nuevamente sus labios, extinguiendo la cercanía en un beso pequeño y lleno de ternura. Lan Wangji mantenía sus brazos como si no quisiera soltarlo nunca, aferrándose a su cintura hasta que la piel de Wei Ying comenzó a doler, el único dolor que Wei Ying estaba dispuesto a soportar era ese, el que Lan Wangji le propiciaba con esa intensidad y fiereza característica. Lo abrazó con fuerza, ocultando el rostro de Wei Ying en su cuello, donde pudo percibir el olor a sándalo mezclándose con el sudor de su piel. Sintió como su cabeza era acariciada levemente, donde un besa también fue depositado con ternura.

— Vuelve conmigo, Wei Ying. Por favor.

La voz era necesitada, débil y cruelmente triste. Si la gente escuchara aquellas palabras, solo podrían pensar en una persona débil y lastimosa, pero quien diría que alguna vez esa oración atravesaría la garganta del rey de naciones enteras, del dueño de un imperio y un gobernante duro. Fue lo último que Wei Ying escuchó y la última sensación de contacto con el rey; no supo en que momento habían comenzado a descender lo suficiente para volver a divisar al palacio frío. Sorprendentemente ya no llovía, las nubes se habían arrinconado en los horizontes a punto de desaparecer y el cielo por fin había completado su transformación para terminar en una tintado azul celeste.

Lan Wangji lo soltó.

Abrió sus alas para volver a sacudirse y permanecer a esa altura. Pero Wei Ying continuó cayendo.

Ni siquiera tuvo tiempo de sujetarse, no había nada con lo que pudiera evitar su caída, solo Lan Wangji, y ahora este se suspendía en las nubes mientras el cuerpo de Wei Ying descendía. Movió sus manos, intentado alcanzarlo, pero solo podía tocar el aire y esto evidentemente no era de ayuda para llegar al rey. Los ojos de Lan Wangji nunca dejaron de verlo, así como sus alas jamás detuvieron su marcha, sin intenciones de alcanzarlo. Era extraña la manera en la que Wei Ying deseaba que eso sucediera, que Lan Wangji volviera a tenerlo en sus brazos y siguieran en las nubes sin que nada más importara.

Siguió mirando los ojos del rey mientras se alejaba, tristes y llorosos. ¿Era una despedida? ¿En verdad quería dejarlo ir? Todo le decía que simplemente debía alejarse, que su verdadero hogar era el mar. Pero el solo quería quedarse junto al rey.

Entonces dejó de luchar contra la gravedad. Dejó de poner resistencia y se entregó nuevamente al mar; como si fuese el tributo que ese oscuro azul, casi griseo y obsoleto, necesitaba para avivar su oceánico color. Primero el viento rozaba su piel, haciendo que esta se congelará de una manera fugaz, fueron solo unos últimos instantes de miedo y intento terror. Cerraba los ojos mientras extendía sus brazos, deshaciéndose de las ramas que se habían comenzado a crecer de su piel, los sentimientos entremezclados de nerviosismo, y un extraño nacimiento de libertad. El mar fue su hogar, lo acuñó en sus aguas cuando sus aletas no eran lo suficientemente rápidas para nadar, lo mecía en sus olas cuando la tristeza lo inundaba, y era parte de su naturaleza, de su ser. Mientras descendía, podía ver el cielo sobre él, las nubes pálidas y difuminadas, como los montañas celestiales, como olas poéticas en un lienzo celeste; atravesando estas montañas, seres volátiles se movían en direcciones distintas, batiendo sus extremidades dirigidos a quien sabe donde. Tan libres y sin ataduras.

Pronto la lejanía hizo de las suyas y Lan Wangji desapareció del lienzo azul.

Wei Ying era parte de ambos lugares, las puertas cerradas habían sido rotas por sus olas. Se despidió del mundo terrenal al cerrar sus ojos, al cubrir su visión por sus parpados; soltando su cuerpo y dejando que la gravedad hiciera de las suyas, esperando el impacto con los mares.

"Vuelve conmigo"

La última repetición de la voz intensa de Lan Wangji en los oídos de Wei Ying antes de ser golpeado por una ola que lo sumergió, fue como un susurro profundo junto a su piel. Los mares grisáceos lo atraparon en sus olas, como si de una mata de tratase, lo acobijaron entre sus frías partículas. Se sintió como un abrazo, como un agradable recibimiento, o Wei Ying también podría describirlo como si encajara una pieza. La sensación de no tener nada a lo cual sujetarse, era incomparable a la de tener un suelo bajo sus pies; por lo mismo, Wei Ying no podría decir cual le agradaba más, pues ambas eran tan diferentes y extraordinariamente agradables.

El silencio del océano era similar a un vacío; mientras en el mundo terrenal los pájaros creaban música con su canto, el silencio de lo profundo del mar era sepulcral. No abrió lo ojos, dejó que las aguas recorrieron su cuerpo hasta llenarse de ellas; entonces su piel se sintió resbaladiza como mármol mojado, como los pisos del palacio frío. Las prendas se desprendieron de su piel sin necesidad de que él las quitara, pues parecía que las aguas estaban ansiosas por entrar en Wei Ying. Mientras eran arrebatadas los rastros del mundo terrenal, sintió que seguía cayendo; quizá por el peso de sus ropas y porque se estaba dirigiendo a lo más profundo, él no lo sabría. Su cuerpo se volvió liviano, como si fuera una pluma bailando con las olas, con el silencio.

Cuando las mariposas en sus ojos desplegaron su vuelo, su campo de visión se convirtió en un lienzo azul nuevamente, oscuro, intenso y por, sobre todo, silencioso. Sintió su pecho arder, como fuego, y se preguntó si su corazón se estaba quemando o si era la lejanía con el rey. Algo lo estaba incomodando.

Seducido por el dolor, su mirada bajó a su pecho, a su piel desnuda; era una luz saliendo de su pecho como llamas azules, tan magníficamente que tuvo que abrir enormemente sus ojos para asegurarse de que sus pupilas no lo engañaban. El brillo no solo provenía de su pecho, si no que recorría mediante las venas de su cuerpo toda la extensión de este. Como si su sangre hubiera sido intercambiada por llamas azules. Las pequeñas partículas brillantes provenían de él, danzando alrededor; sus piernas formaban una aleta bañada en cristales azules, también relucientes, y incluso pudo percibir que se sentía más pesada que antes y de una forma inexplicable, diferentes.

No solo su cuerpo era diferente. Ya no estaba cerca de la superficie, se había sumergido lo suficiente para que lo que sucediera de de bajo, pasara completamente inadvertido arriba. Sus manos pareciam ser cristales, translúcidos y brillantes, reflejando una luz interior de la cual no estaba seguro su origen. Escuchó una voz, familiar y a la vez desconocida.

—Ha vuelto...





Desde el cielo, las nubes se disipaban conforme el viento comenzaba a fluir; ya no había una tormenta acida sobre sus cabezas y el cielo se limpiaba tan rápidamente que el sol comenzaba a elevarse cada vez más. La punta de sus dedos cosquilleaba, denotando el deseo que tenia de retener ese cuerpo en sus brazos; y no solo era su cuerpo, su propio corazón latía salvajemente, con un miedo interno, como si hubiera perdido algo.

El rey trababa de convencer a su inestable corazón con las palabras que provenían de la razón, la poca que le quedaba; "estará bien" "ese es su hogar" "no volverá". A pesar de que sus palabras le suplicaban al príncipe que regresara, que sus brazos lo esperarían hasta volver a encontrarse y sus corazones se enlazarían de nuevo. Quiso expresar todo eso en solo dos palabras. Pero su razón era bastante diferente a lo que su corazón pensaba, estas no solo habían dirigido sus acciones, también le gritaban que dejara de sentirse con la esperanza de que el príncipe volvería.

En toda su vida, la razón había dominado los impulsos del corazón; ¿por qué entonces esto debía ser diferente. Y en cada ocasión el corazón era silenciado de una manera u otra por los pensamientos racionales, se podría decir que gracias a eso había llegado hasta ahora. Pero, ¿no ahora la situación era terrible?; su pueblo se había vuelto en contra de una manera inimaginable, siendo contaminado por la mente ambiciosa de Jin Guangyao y su propio hermano, y por sobre eso, había devuelto al príncipe del mar a su hogar en la lejanía del océano. ¿Eso no era terrible?

Ceder a sus impulsos nunca fue una opción en el pasado. Y nunca deseo tanto romper las reglas como ahora.

 Y nunca deseo tanto romper las reglas como ahora

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"Vuelve a Gusu conmigo"

¡Hola! Espero estén teniendo una buena semana y que todo resulte como deseen. Aquí estamos de nuevo con un nuevo capítulo, como siempre espero que lo disfruten y sea de su agrado. Gracias por leer y que Lan Wangji los bendiga <3.

El príncipe del mar || WangXian Donde viven las historias. Descúbrelo ahora