Mi vida ha cambiado tan drásticamente.
Con la ayuda económica que recibo de los adultos responsables de mis cuidados puedo salir a comprar lo prioritario de cada semana y pagar el hospedaje aquí en Boston, en donde se supone que cuido a un extraño de cuarta que sería el recipiente del señor Tengen ¡Vaya mentira perfecta que se les ocurrió a esos dos! Aunque casi todo lo que una embarazada requiere para estar cómoda es increíblemente caro las clases de yoga en línea que tomo me ayudan a sentirme tranquila de la conmoción que me causa cada que voy a las tiendas y descubro los precios tan altos.
Odio tener que pedir más dinero del que me mandan.
Retiré la mesada mensual del cajero automático que se hallaba a dos cuadras de mi estancia temporal. Era tarde y justo iría al centro comercial a por los alimentos que faltaban y de pasada vería si habían sacado el nuevo masajeador de pies, es que los tenía muy hinchados y la propaganda mencionaba que era un producto innovador y de última tecnología que prometía calmar al instante las molestias en la zona, eso no podía no ser una prioridad para mí.
Los dolores de espalda y las ganas frecuentes de ir al baño comunes en este último mes de embarazo indicaban que estaba a punto de dar a luz así que mi doctora me prohibió cargar peso y viajar más lejos de normal por lo que la ropita y los accesorios de mi hijo están ubicados en su respectivo bolso que cargo conmigo a todas partes en el carrito de las compras ya que no estoy en casa la mayoría del día por el aburrimiento, enserio había que ser precavida en cuanto a eso, en cualquier momento podía parir según ella.
Mi teléfono empezó a sonar después de subir al taxi que pedí por aplicativo.
—¡Moshi, moshi! —contesté al saber que era Shoko.
—¡Hanna, linda! ¡Buenos días por aquí! ¿Qué tal te va por allá? —se escuchaba de fondo una pelea.
—Ah, bien, bien —respondí en japonés, el conductor me dio una mirada por el retrovisor y volvió a lo suyo— ¿Te parece si luego te llamo? Estoy en medio del tráfico.
—¡No, que ni se te ocurra colgarme, eres mi pase para evadir la furia del sensei!, Suguru sacó otra vez sus maldiciones sin permiso por culpa de Satoru, ya sabes, la alarma del colegio lo despertó de nuevo. Está que nos muele ahora en duelos de uno a uno.
Reí. Estaba segura que del otro lado mi amiga hacía un puchero.
—¿Qué no... ¡Ay! —me toqué la pelvis, los cólicos de la mañana habían vuelto con más rapidez, no esperaba esto, eran diferentes de lo normal, eran... contracciones.
—¿Hanna?¿Te encuentras bien?
—No, la menstruación está haciendo de las suyas. Mas tarde te escribo, ¿Sí?
—¡Mmh, okey! —sonó triste.
Corté con prisa.
—Disculpe, cambio de planes, lléveme a esta clínica —le pasé una tarjeta con la dirección exacta—, creo que estoy en labor de parto.
—Señorita, lo lamento, no puedo hacer eso. El dispositivo...
—¡Me vale!, tengo una cesárea programada pero se me ha adelantado mi bebé ¡Tengo que ir! Le pagaré el doble de lo que acordamos, es más, ¡si quiere el triple! —el dolor se intensificó.
—En ese caso tranquilícese y agárrese fuerte, el viaje se volverá un poco movido.
El motor del coche resonó profundo, había aumentado la velocidad.
¡Hijo de puta, nos vamos a chocar!
Nos saltamos varios semáforos. En este lugar no ponían multas si la situación era urgente, lo cual era un alivio, supongo.
—Llegamos —se giró a verme—, permítame ayudarla a bajar.
Estaba a punto de abrir su puerta.
—No gracias, puedo sola —hice una mueca y salí del auto arrastrando mi carrito de compras—. Tenga, quédese con el vuelto.
Le había dado 100 dólares. Mi generosidad era lo que no muchos humanos recibían pero por hoy podía pasar ese hecho ¡A la mierda el dinero! Mi hijo nacería en unas horas.
Ingresé a la recepción con prisa.
—¡Voy a dar a luz, tengo contracciones, llame a la doctora Miller! —exclamé acercándome a la secretaria del lugar.
—Sus datos, por favor.
—Hanna Suzuki, ... —le brindé mi información.
—Correcto, acomódese en esta habitación, segundo piso en el área de maternidad —me entregó un papelito con el número 306 y señaló unos escritos—. Llénelo y la llamaremos cuando la doctora venga, su cesárea ha sido cambiada para las 8 p.m. de hoy. Si siente que quiere ir al baño hágalo y no se preocupe, normalmente el proceso de parir dura varias horas, no le va a suceder nada al bebé si espera con calma hasta su operación, en tanto respire y ponga en práctica lo que aprendió de sus clases de preparación de parto usted estará en estupendas condiciones para recibir a su pequeño.
—Perfecto.
Me desplacé por los corredores al llegar a la planta y volteé la manija del cuarto al llegar.
¿Será que llamo al profesor Yaga para avisarle?
Sin pensarlo mucho le marqué a su celular.
—Hanna, ¿Qué ocurre?
—Sensei, es hoy —cerré la puerta—. Se ha adelantado la cirugía.
Un silencio de su parte me angustió.
—¿Y... quieres que vaya?, también puedo enviar a Tengen si deseas.
—No, no. Solo... tengo miedo.
Me senté en la camilla, dejando el carrito y los papeles a un lado de esta.
—Todo va a salir bien niña, estarás en las mejores manos de todo el continente. Deja tus nervios y haz caso a las indicaciones que te den los subordinados de Miller, recuérdalo —suspiró—. Cuando nazca el bebé Tengen te dirá que le tomes muchas fotos, se las mandas.
—Lo haré.
Oí como finalizaba la llamada.
La tarde pasaba lentamente, a medida que intercambiaba mensajes con Shoko y me enteraba de los recientes chismes de los clanes el aumento de cólicos se hacía cada vez más presente.
¡Ya no aguanto esta estupidez, sáquenme a mi mocoso ahora mismo!
Satoru también había intentado comunicarse conmigo sin embargo simplemente lo mandé a buzón de voz, mi genio no estaba de buenas como para reírme de sus chistes malos ahora.
—¿En dónde está nuestra maravillosa paciente?
Una enfermera entró con un aura de cansancio.
—¿Me ve con cara de aguantar su falsa amabilidad señora?
—Nop —se colocó unos guantes quirúrgicos y examinó mi vientre—. ¡Genial!, estás lista para tu cesárea, ¿algún tutor tuyo está contigo? Necesito hablar con un adulto responsable para proseguir.
Le mostré los documentos previos necesarios.
—Directo desde Japón, todo suyos —dije a duras penas.
—Parece que está todo en orden, ¡bien! —los guardó— Siéntate aquí, serás madre dentro de no mucho, es esencial que no hagas nada de esfuerzo —me acercó la silla de ruedas que había en una esquina de la habitación y me ayudó a ocuparla.
Nos dirigió a la sala de operaciones con prisa, un grupo de doctores, enfermeros y la doctora Miller se encontraban esperándonos.
—¡Okey, a sus posiciones! —gritó la jefa— ¡Es hora de traer a ese bebé al mundo!
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𝑴𝒐𝒕𝒉𝒆𝒓 𝑴𝒐𝒕𝒉𝒆𝒓 | Gojo Satoru
أدب الهواةHanna Suzuki de verdad no esperaba que alguien se fijara en ella por sobre su habilidad maldita. Había pasado toda su corta vida ignorando los halagos y las curiosas miradas de demás hechiceros, le cansaba que fueran tan hipócritas como para olvidar...