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—No se altere mamá, ya casi terminamos.

Llevo una hora quieta, la ansiedad que siento no se compara con nada que haya sentido antes.

El enfermero que tomaba mi mano no ayudaba en nada, sus consoladoras palabras no me hacían efecto.

¡Si me dejaran darle una paliza...!

—¡Listo! Procedan con sumo cuidado.

—¿Qué sucede? —le pregunté preocupada al inservible.

Un llanto se escuchó en el quirófano.

—Tu niño ya está con nosotros, felicidades nueva mamá.

—No puede ser —lagrimé—, déjenme verlo.

Un médico apareció en mi campo de visión tras unos minutos en el que el pediatra lo midió, pesó y eso que hacen cuando reciben a un recién nacido. La tela celeste que habían posicionado al frente mío me impedía mirar más allá de esta por ende no sabía lo que pasaba de mi pecho para abajo. Observé que traía un bulto envuelto en la manta que tiempo atrás compré para la ocasión, mi hijo se hallaba en ella.

—Cárguelo, es un hermoso varoncito.

En efecto, era un bebé hermoso, pequeño, su pelo escaso era de color negro, tenía una nariz pequeñita, labios rosados y medianos, además de unos ojos que me hicieron dar un grito ahogado.

¡Salieron dorados!

Era una copia exacta de mí en miniatura.

—¿Sabes como se llamará? —el enfermero me sacó de mi burbuja.

—Hadashi, Hadashi Suzuki... Gojo.

Pasé los siguientes días en esta clínica postrada en cama, daba de lactar a mi yo diminuto de vez en cuando y las trabajadoras le cambiaban los pañales, por suerte había traído los suficientes. Aparte de que estaba siendo muy sobreprotectora les pedía que se alejaran cuando se pasaban de cariñosas con él, no me conocía la verdad, mi control sobre mis emociones estaba decayendo.

—Parezco vagabunda.

Me vi en el espejo del baño, saldría hoy de este sitio y haría el resto de reposo en casa.

—Ya debemos irnos señorita Suzuki.

El enfermero que me había acompañado en la operación se encontraba en el marco de la entrada.

—Voy...

—Las píldoras que debes tomar están en la bolsita que he dejado en el tercer cierre de la maleta de Hadashi.

—Agh. ¿Son de las que saben feo? —pase por su lado quitándole de sus brazos a mi hijo.

—En efecto.

Salí del cuarto junto con él y bajé al primer piso del local.

—No otra vez —mi móvil comenzó a sonar en uno de mis bolsillos.

Satoru... es la quinta vez en el día que me llamas, si sigues así juro que te bloquearé.

Dejé que continuara sonando soltando un bufido.

El enfermero me vio de reojo.

—¿Alguna persona molesta? —trató de adivinar.

—Es el padre de mi hijo... me molesta que no me deje en paz ni por un segundo.

—¿Sigues manteniendo comunicación con él? —mostró una cara de sorpresa— Creí que...

Además de inservible, metiche.

𝑴𝒐𝒕𝒉𝒆𝒓 𝑴𝒐𝒕𝒉𝒆𝒓 | Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora