𝑴𝒐𝒕𝒉𝒆𝒓 𝑴𝒐𝒕𝒉𝒆𝒓 | Gojo Satoru

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-Vale. Chicos, no se confíen, sigan buscando las restantes -advertí, viendo al Zenin aparecer repentinamente frente a mí.

¿Qué...?

-A la orden.

Nitta colgó la llamada grupal para todos.

Guardé mi teléfono.

-¿Qué pasa? -le pregunté, confundida.

Acabar a la criatura le debía de tomar no más de dos minutos al teñido.

-Tienes que venir conmigo, los de Tokyo están circulando los alrededores -hizo una mueca a la vez que cruzó los brazos-. Necesito respaldo por si hay una confrontación.

-Mmh... Bien, andando -me mostró el camino hacia la ubicación de la maldición y partimos a la par a gran velocidad-. Oye, ¿si sabes que pudiste mandarme un mensaje en vez de venir tú mismo, cierto? -le planteé luego de unos segundos con una socarrona sonrisa.

Se dio una palmada en la frente.

-Cállate -me adelantó unos metros- ¡Sé lo que hago!

-Ajá.

La rapidez a la que íbamos era muy extrema.

La técnica maldita que Naoya poseía era la llamada "Técnica de Proyección", con ella tenía un ángulo de visión donde lograba que los movimientos de sus enemigos se realizaran en un trazo de veinticuatro frames por segundo. Para ser más claros un segundo de tiempo lo dividía en veinticuatro partes iguales, podía trazar todos los movimientos que ocurriesen en esos veinticuatro cuadros, incluidos los suyos, ocasionando también que todo lo que tocase en ese lapso con la mano se quedase congelado y posteriormente hiciese su próxima movida en el siguiente segundo; pero no solo eso, su técnica así mismo le daba una velocidad brutal que utilizaba para avanzar a ciertas distancias en tan pocos segundos que hacía como que desaparecía y aparecía en puntos diferentes. Además, cada que usaba la técnica su rapidez iba en aumento.

Yo, por otro lado, me la había pasado escuchando varias canciones para manifestar tal habilidad, pero triste y únicamente logré tener una rapidez capaz de igualarle.

-¡Allí está! -al momento de verla a lo lejos fuimos a escondernos detrás de unos arbustos que habían cerca- No percibo a ninguna más en la redonda -dije después de examinar el perímetro con mi técnica.

-Fantástico, entonces...

Oímos el crujir de una rama a nuestras espaldas.

Nos cayó la fregada.

Volteamos nuestras cabezas.

-¡Por tu santa madre! -le susurré al niño de lentes, el menor de los de Tokyo- ¡Casi me das un paro cardíaco! -el chiquillo tenía el cuerpo tieso y la vista puesta en la enorme maldición, lucía espantado- ¿Hola? ¿Qué te sucede, nunca has visto una tan grande o qué?

Quise soltar una carcajada.

-¿De qué año eres?

-Es de primero, igual que Nitta -le contesté por él a mi compañero.

-¿Y que hace acá?

Levanté ambos hombros.

-M-me trajeron de a-apoyo -reaccionó acomodándose las gafas con torpeza y sacó su celular escribiendo deprisa algo en él.

-Eso no tiene sentido.

-¡A la mierda el sentido! Apuesto a que acabas de avisarles a los de tu equipo -el novato bloqueó la pantalla y apretó el aparato entre sus manos- ¡Dame eso!