Confesiones.

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Entró a su casa sin parar el ritmo frenético de sus pies que no se detuvieron sino hasta alcanzar el cuarto de baño en el segundo piso. Se encerró con su mochila que cayó al piso de azulejos color hueso y se tapó la cara con ambas manos, recreando suave en su mente los labios sobre su boca, el tacto de sus propias manos en el cuerpo ajeno…

—Kyle, ¿eres tú?

L

a voz de su hermano distrajo sus recuerdos, corriendo a jalar la palanca de la taza como si hubiera estado ocupando el inodoro. Apretó los ojos y negó con la cabeza para alejar el nerviosismo sin sentido.

—Sí, ¿por qué?

—Papá y mamá salieron a hacer las compras. ¿Tienes hambre?

Recargó su peso en el lavabo frente al espejo. Cuando sus padres salían a hacer las compras, solían comer afuera y dejarles alimentarse de la chatarra que quisieran. Aunque la comida chatarra no era mala idea de vez en cuando, su cabeza se llenó de otro pensamiento más importante.

—Sí. Salgo en un momento.

—Está bien. ¡Voy a hacer sándwiches!

Los pasos de Ike se difuminaron escaleras abajo, entonces abrió la llave del agua para lavarse las manos y la cara, queriendo lavar de su mente las vivencias de su día al menos por un rato.

Tan sólo diez minutos más tarde, Kyle abrió la puerta de su casa para dejar pasar a Craig, a quien había convocado a través de mensajes de texto. Ike se exaltó un poco al verlo, ya que su primer pensamiento fue que el chico quería tratar asuntos relacionados con su hermana, pero, para su suerte, se equivocaba. 

Kyle aprovechó que sólo su hermano menor estaba en casa para contarle de su supuesta relación con Craig, pues ambos llegaron a un acuerdo de apoyo mutuo para explicarles a sus hermanos la situación antes de que algún malintencionado pudiera decirles cosas que no eran ciertas. 

Para Ike, Craig era una persona muy reservada y de temer, aunque nunca había tratado con él, sino que creía conocerlo con base en las escasas y resentidas descripciones de Tricia. Por eso se sentía tan abrumado al poder convivir con él, ya que no era esa persona desagradable que llegó a pensar que sería, sino todo lo contrario.

—Entonces... ¿es para engañar a alguien? —preguntó una vez que la ambigua explicación de ambos mayores terminó.

—Sí.

Le dijo simple su hermano. Ike volvió a interrogar:

—¿A quién?

Craig miró a Kyle y éste tragó saliva. No tenía que ocultar de quién se trataba si no sentía nada más por él, ¿cierto?

—A Stan.

—Ah... —Ike sonrió en confidencia a sí mismo—. ¿Por qué quieres engañarlo?

Y el pelirrojo sabía a dónde quería llegar su hermano con esa pregunta, pero no se lo permitiría.

—Eso no te incumbe, Ike.

—Me acabas de involucrar, claro que me incumbe.

Kyle maldijo en sus adentros haber educado tan bien a su hermano menor. No podía engañarlo ni evadirlo, y a pesar de eso, lo siguió intentando.

—Bueno, suficiente. Mejor ve a comer algo —mandó, parado junto al pelinegro frente al sofá desde el que el menor les escuchó.

—Claro. ¿Quieres un sándwich, Craig?

El mencionado aceptó la invitación, yendo a la cocina detrás de Ike. Kyle los miró con la boca abierta, sin poder prever lo que su querido hermano planeaba dentro de esa increíblemente espontánea mente suya.

Paralelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora