Trabajo.

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Las calles del pueblo eran iluminadas por el sol que jugueteaba a esconderse detrás de las nubes grises. El fuerte viento hizo que Tweek se despojara de su bufanda color café con el motivo de ofrecerla a Craig, quien se negó en un principio a aceptarla. El rubio insistió, usando el resfriado que sufría para que no pudiera rechazarlo. Y funcionó, pues Tucker no tuvo más remedio que aceptarla, envolviéndose a sí mismo con la bufanda que había sido un regalo suyo para Tweak en su cumpleaños número dieciocho.

Su caminata se detuvo cuando llegaron a casa del pelinegro. Cuando entraron, se encontraron con Laura, quien se sorprendió no solo de ver a su hijo tan pálido y enfermo, sino también de ver que Ruby no estaba con ellos. La mujer se apresuró en darle la agenda telefónica a Tweek para que contactara con el médico, luego salió corriendo para llegar a la escuela de su hija a tiempo para la salida.

Los dos tomaron asiento en uno de los sofás. Tweek se dedicó a repasar la agenda en búsqueda de un número útil, siendo auxiliado por el otro, quien realmente no tenía ánimos de ser revisado por un médico.

—Déjalo, iré mañana —pidió, volviendo la espalda al cómodo respaldo.

—Ni siquiera lo pienses. Tu madre me dijo que llamara —se aferró a la agenda mientras sacaba su teléfono celular para marcar.

—Yo llamo —ofreció, estirando su mano para tomar la agenda.

Pero el rubio ya había logrado contactar con el doctor, por lo que cerró la agenda al tiempo en que conversaba acerca de los síntomas. Bastó un minuto para acordar el encuentro y cortar la llamada, entonces sintió la mano de Craig sobre su hombro.

—Gracias, Tweek.

Lo volteó a ver enseguida y sus ojos se encontraron. Se perdió en el sonido de su voz y en la linda sonrisa que poseía y rara vez mostraba en los últimos meses. Devolvió la sonrisa, adentrándose en el momento, en el movimiento de la mano contraria hacia su cuello. Sus rostros estaban muy cerca...

—¿Quieres contagiarme? —cortó, retrocediendo ligeramente.

El pelinegro negó con la cabeza, alejándose también, deslizando apenas la punta de sus dedos sobre el brazo del otro. Tweek giró la cabeza a la dirección contraria, adentrándose en sus pensamientos sobre lo que acababa de ocurrir. ¿Por qué no podía dejarse llevar y simplemente corresponder a los intentos de su novio por besarlo?

En la preparatoria, Clyde encontró a Tolkien y poco después ambos se encontraban en su camino a la residencia Tucker, en donde el médico atendió a Craig, le recetó un par de antibióticos y se marchó, no sin antes recibir su respectivo pago.

Tweak volvió a sentarse a un lado de su novio, no sabía qué hacer, por lo que mantuvo una pequeña conversación con él sobre su día en la escuela. La verdad es que deseaba saber cuál era ese tema tan agobiante para él del que el pelinegro habló con Tolkien, pero no fue capaz de reunir el valor suficiente para preguntar, puesto que no pasó demasiado tiempo antes de que Laura regresara con Ruby y un par de invitados más: Karen, Ike, Tolkien y Clyde.

—¿Ves, Tolkien? Te dije que se veía mal.

Tucker agradeció las amables palabras del castaño con su bondadosa seña del dedo medio. Su madre se acercó para preguntarle qué le había dicho el médico, suspirando el alivio ante el diagnóstico de resfriado común. Posteriormente, tomó la receta y se dirigió a la cocina para llamar a Thomas e informarle de la situación.

De vuelta en la escuela, el entrenamiento de fútbol americano finalmente terminó y, tras un tiempo en los vestidores, los chicos fueron retirándose hasta que sólo quedaron Kenny, Butters y Kyle, este último no le había dirigido la palabra a nadie desde que conversó con Stanley.

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