El final de un ciclo.

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La alarma sonó repetitivamente. Kyle tardó un par de segundos en percatarse de que no era el tono de su celular y de que no había ningún mueble al lado de su cama. Abrió los ojos asustado, recordando lo que había pasado la noche anterior, sintiendo el cuerpo de Stanley a su lado.

Se estremeció al querer levantarse y descubrir que un brazo ajeno le rodeaba la cintura. Todavía dentro de su estado adormilado, tanteó debajo de la almohada en busca del celular para desactivar la alarma, pero lo único que encontró fue la mano del otro que ya estaba sobre el dispositivo.

—¡Stan! —soltó en un murmuro sobresaltado.

Le hacía falta el aire para hablar correctamente, además de que el dolor en su brazo volvió a ser intenso por haber pasado toda la noche sobre él. Como pudo giró con la incomodidad de la ropa gruesa, quedando frente a frente con su amigo antes de que este abriera los ojos. Kyle titubeó, pero tan pronto los abrió, volvió a cerrarlos acercándose todavía más para abrazarlo, provocándole un jadeo por lo inesperado de la situación; sus mejillas se sonrosaron; agradeció que Marsh no estuviera del todo consciente y aprovechó para soltarse del abrazo como fuera.

Cuando lo logró salió de la cama, temeroso de terminar en alguna otra posición comprometedora. Una vez de pie se acomodó la vestimenta, percatándose de la hora tardía que era. Entonces comenzó a mover a su amigo empujando su brazo.

—¡Stan, despierta! Debemos ir a la escuela.

El mencionado estiró el brazo a ciegas para alcanzar el del contrario, deslizando su mano hasta tocar la del pelirrojo.

—Kyle...

En ese preciso momento abrió los ojos de golpe, como si de pronto hubiera recordado todo. Broflovski tomó asiento a su lado para ayudarle a levantarse.

—¿Por qué siempre haces esto?

El pelinegro se alejó de él, sentándose en una de las esquinas de la cama.

—¿Eh...? ¿Hacer qué?

El otro se cruzó de brazos y frunció el entrecejo.

—¿Me estás jodiendo? ¡Siempre tomas como idiota sin control! Y la única persona que paga las consecuencias soy yo.

Stanley no supo qué responder, se limitó a salir de las sábanas para sentarse a su lado. Tomó su adolorida cabeza con ambas manos, encorvándose al frente antes de poder hablar.

—No tienes por qué ocuparte de mí...

Kyle perdió la paciencia.

—¡Que no tengo por qué ocuparme? Soy la única persona a la que llamas para que te saque de los inusuales lugares en donde decides tomar hasta perderte. Soy yo quien termina perdiendo más que tú al ayudarte, ¡además de...!

El abrupto silencio hizo que su compañero levantara la cabeza.

—¿De?

Él judío lo miró con el mismo ceño fruncido ante la insistencia de Stan por fingir que nada más había pasado el día anterior.

—Te estás aprovechando de mí —su voz fue baja, tímida.

El pelinegro lo vio con los ojos bien abiertos, temeroso, enderezando su postura.

—¿Cómo? ¿De qué estás hablando?

—¡Deja de actuar como si no supieras lo que pasó!

Ambos desviaron la mirada a lados opuestos en la habitación. Marsh bajó la vista al piso, encogiéndose de hombros mientras tomaba su cabeza una vez más.

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