(Dedicado a mis queridas amigas, Maria Galán y Paulinss. Gracias a las dos por ayudarme en este capítulo).
Me levanto con dolor de cabeza y los ojos rojos de tanto llorar.
Tengo que salir de esta maldita casa sin que nadie me vea.
Los odio a todos.
Cojo una maleta de mi abuelo de debajo de su antigua cama, y meto dentro toda la ropa que tengo por allí, no es mucha.
Entro en el baño y me visto con un buen abrigo, unos pantalones vaqueros y unas botas. Estoy congelada. Me peino con una trenza muy apretada para no dejar ni un pelo por fuera. Cojo también el gorro, la bufanda y los guantes de lana que me regaló mi madre en mi anterior cumpleaños.
Mi madre.
No puedo pensar en ella ahora. Me ha mentido, me ha engañado. Pensaba que mi madre y yo no teníamos secretos. Me equivocaba.
Cojo la maleta por el asa y me dirijo a la puerta. Me paro en seco. Esta será la última vez que veré esta habitación con tantos recuerdos: mi abuelo, que se sentaba en la cama a mi lado, y me contaba siempre historias en las que una bella princesa, con mi nombre, gobernaba un gran reino y que luchaba contra unos brujos malvados que quería apoderarse de su reino; mi madre, que me ayuda a hacer la cama de mi abuelo, yo siempre quería hacérsela pero necesitaba ayuda, era demasiada grande para mí y mi abuelo y yo leyendo libros con pastas brillantes pero con hojas oscurecidas.
Tantos recuerdos que quieren ser olvidados, pero que nunca se irán.
Cierro la puerta de la habitación y al momento la abro. Se me ha olvidado la foto. Me acerco a la cómoda y saco la foto del cuadro. Me veo, enmedio de mi madre y mi abuelo. Cuando nos hicimos esa foto, yo apenas tenía 9 años. Acaricio la cara de mi abuelo con la yema de los dedos.
-Tu nunca me engañarías, ¿verdad abuelo?
Una lágrima cae por mi mejilla. Me la limpio. Ahora no puedo ser débil.
Salgo de la habitación y cierro la puera con delicadeza. Nadie debe de saber que me voy.
Ando por el pasillo, de puntillas, para no despertar a nadie. Miro al reloj que hay al final del pasillo pegado a la pared, son las seis de la mañana, tengo que darme prisa.
Paso por delante de la puerta de la habitación de mi madre y la abro lentamente. Esta dormida, desperdigada por la cama. Ya entiendo porque todo el mundo dice que dormimos igual, la cama entera para nosotras solas, nadie más cabe en ella. La miro, tan guapa como siempre, con su piel tan perfecta, con su pelo tan perfecto, con su cuerpo tan perfecto, con sus labios tan perfectos y con su cara sin ojeras y sin arrugas. Ojalá me pareciera a ella. Quiero decirle que me voy, pero no puedo, porque entonces no me iría nunca. Tarde o temprano me tengo que ir de su lado y crecer. Crecer duele, pero es inevitable. Por fin reflexiono y cierro la puerta de la habitación sin hacer ruido.
Avanzo por el pasillo en dirección a la escalera. Llego a ella y me agarro a la barandilla. Bajo lentamente y por fin llego al recibidor. Me pongo el gorro de lana y abro la puerta.
-¿A dónde se supone que vas Catherine?
Me doy la vuelta y veo su pelo rubio como el oro y sus ojos azules mirandome intensamente.
-Me voy para siempre, ¿eres ciego Tobias?-le digo señalando la maleta.
-Para siempre es demasiado tiempo.
No contesto solo le miro.
-Me he equivocado de pregunta. Espera que la vuelvo a formular correctamente. Ejem, ejem, ¿por qué te vas?
Estoy a punto de responder cuando me interrumpe.
-A espera, ya lo se, no hace falta que respondas: no puedes aguantar el que vivamos juntos, que nos miremos a los ojos cada día y que aún no nos hayamos besado desde que llegué.
Rápidamente me acerco a él, odio cuando es tan creído.
-¿Sabes por qué me voy? ¡Porque me habéis mentido todos!-empiezo a llorar-¡Tú me has mentido! ¡Nunca me has querido y eso es lo que más me duele de todo esto! ¡Todo ha sido un juego para ti, pero para mí no, porque yo te quiero!
Las lágrimas caen por mis mejillas. Tobias se acaricia el pelo mientras me mira. Avanza unos paso y se acerca para abrazarme, pero yo le aparto.
-Un abrazo no vale para que olvide todas tus mentiras, todos tus engaños. Un abrazo ahora no sirve para nada. Me aparto de su lado y me dirijo de nuevo a la puerta.
-¡No podía contarte nada y sigo sin poder contartelo! ¡Te mentíamos para protegerte de ellos! ¿No lo entiendes?-me dice Tobias mientras las lágrimas salen de sus ojos.
-¿No entiendes que me habríais protegido más contandomelo? He andado por la calle sabiendo que un grupo de personas quiere matarme por ser La Elegida. Pero, ¿para qué soy Elegida?
-No puedo contartelo aún; pero, ¡yo te quiero! ¡Te protegía!
Giro el pomo de la puerta por fin y abro la puerta. Salgo afuera, pero antes de irme, me giro para mirarlo de nuevo.
-De lo único que me tendrías que haber protegido es de ti mismo y de tu falso amor-le digo mientras le señalo con los ojos llorosos.
Finalmente me giro hacia fuera y cierro la puerta.
Adiós Mama, adios Edi, Magi, Anné y Johnny.
Adiós Tobias.
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La Elegida
Science FictionDos palabras que ahora le dan nombre: La Elegida. Una realidad que se convirtió en mentira: Su vida. Un nombre que puede condenarla: Catherine Slyon. Soy Catherine Slyon, vivía en Regiwick antes de que la realidad saliera a la luz, antes de salir de...