(Capítulo dedicado a mi querida amiga Maria Galán y a mi gran amigo Jose. Gracias a los dos por ayudarme).
El viento helado me da en la cara mientras ando.
Nose a donde ir, pero se que ese lugar tiene que estar lo más lejo posible de este pueblo, de Regiwich.
Me dirijo a la carretera de afuera del pueblo, mientras escucho a los primeros pájaros piar.
Me detengo un momento. Todavía me duelen las quemaduras y las heridas. Apoyo la maleta en el suelo y me siento encima de ella. Inspiro y espiro, el andar tan rápido no me viene bien. Finalmente decido levantarme, hay que continuar.
Llego a la carretera. La única forma que tengo para salir de aquí es haciendo autostop. A lo lejos viene un coche. Levanto el brazo, levanto el pulgar y sonrío de oreja a oreja. El coche se acerca pero no para. Primer intento, fallido. A lo lejos viene otro y vuelvo a hacer lo mismo y no para. Segundo intento, fallido. Veo otro coche y esta vez grito.
-¡Por favor! ¡Pare! ¡Se lo pido!
El coche para delante de mí. Es una furgoneta negra con los cristales tintados y de última tecnología, nunca había visto un coche así en persona. Observo por los cristales tintados, dentro van tres personas. El conductor baja la ventanilla del copiloto. Es un hombre de mediana edad. Tiene el pelo negro y un poco de barba. Sus ojos son color caramelo, muy parecidos al color de la arena cuando le dan los rayos del sol.
-Didisculpe, necesito salir de Regiwich-le digo al hombre acercándome a la ventanilla.
-¿A dondé vas?
Nose que decirle.
-A cualquier lugar lejos de aquí. A donde usted le venga bien.
-Vaya, ¿quieres olvidar verdad?
Asiento con la cabeza.
Si, olvidar.
-Vienes con una condición, que no me digas usted, llámame...
-¡Jackson! ¿Por qué paras?-dice una voz desde los asientos traseros.
-Pues porque esta chica...-me señala.
Un joven se acerca de la parte de atrás a la de delante, con unos auriculares blancos conectados a un reproductor Mp3 y me mira. Mis ojos se clavan en sus pupilas verdes como la hierba en primavera. El sol se refleja en su pelo moreno y crea destellos ocres. Sus mejillas rojas por el frío, traspasan su piel morena y sus labios rosados son mordidos por sus dientes tan blancos como la nieve. No puedo apartar mis ojos de él. Necesito seguir admirando su belleza. Se quita los auriculares y apaga el aparato.
-Em...Jackson no podemos perder tiempo. Si la señorita no se decide, lo siento mucho pero nos vamos sin ella-me dice sin dejar de mirarme.
-Lo-lo siento. Necesito ir-irme de aquí y-y...
-Tenemos prisa-dice el joven mientras me interrumpe señalando el reloj.
-Ryden, no seas maleducado. ¿Vienes?
Asiento y Ryden sale del coche.
-Vamos entra.
No soy capaz de hablarle. Es tan perfecto.
Entro y veo a otro joven pelirrojo con ojos azules.
-Este es Brandon.
El joven me saluda y me siento a su lado. Ryden se sienta también a mi lado.
-¿Cuál es tu nombre?-me dice Brandon mientras mira por la ventanilla.
-Catherine.
Jackson mira hacia atrás y Ryden y Brandon se miran.
-¿Catherine?-dice Jackson.
-Si, Catherine Slyon.
Los tres me miran.
-Ryden coge el pañuelo. Brandon el líquido.
-¿Pañuelo y...?
Al momento noto como alguien me tapa la nariz y la boca con un pañuelo.
-Avisa a Matthew, la tenemos-dice Jackson.
Mis ojos empiezan a cerrarse y el cansancio se apodera de mi.
ESTÁS LEYENDO
La Elegida
Science FictionDos palabras que ahora le dan nombre: La Elegida. Una realidad que se convirtió en mentira: Su vida. Un nombre que puede condenarla: Catherine Slyon. Soy Catherine Slyon, vivía en Regiwick antes de que la realidad saliera a la luz, antes de salir de...