Tenías una opinión muy bien formada de los chicos que eran como Raichi, pero no era una buena opinión.
Por eso, cuando el entrenador del equipo de fútbol te pidió que ayudaras a Raichi a estudiar para que pasara los exámenes y así pudiese participar en el torneo, accediste únicamente porque también se trataba de tu profesor encargado.
Te habías dado cuenta de que el chico no era tan malo como parecía, pero aún así eso no quitaba que te exasperaras al ver sus pocos avances.
—Hagamos una apuesta entonces—te ofreció el chico de la nada, con voz calma pese a que tú lo habías regañado.
Por alguna razón el chico se mostraba mucho más tranquilo de lo normal cuando hablaba contigo. Solo alzaba la voz cuando se enojaba de verdad y ni siquiera podías decir que te gritaba.
Hasta ese momento habías pensado que era porque en parte él dependía de ti para pasar los exámenes.
—Si quieres ya no me ayudes a estudiar. Pero si yo pasó los exámenes sin tu ayuda, entonces saldrás conmigo.
Te le quedaste viendo como si te hubiese dicho que la tierra era plana. Obviamente eso lo ofendió.
—¿Por qué me miras así? ¿Qué tendría de malo salir conmigo? Tú me dijiste que yo era un buen chico, ¿Quién no querría salir con un buen chico?
De hecho, tus palabras textuales habían sido "Muy en el fondo, parece que eres un buen chico".
—Bueno, sí. Pero...
—¡Ja!—soltó Raichi, triunfal—. Anda diciéndole a todos los tipos que se te acerquen que tienes novio, porque voy pasar esos exámenes.
—Hey, espera. Yo no he aceptado nada—le dijiste, pero Raichi ya había salido del salón de clases—. ¿Qué mierda acaba de pasar?—le preguntaste a la nada.
En un primer instante, te dijiste a ti misma que debías aclarar las cosas con Raichi, pero a medida que fue pasando el tiempo le restaste importancia. No pensabas que fuese capaz de pasar los exámenes y mucho menos sin tu ayuda.
Pero el día que entregaron los resultados el chico se acercó a tu mesa, sonriente. Y por eso ahora te encontrabas almorzando junto con él, ya que todos los días en los que tenían clases, a la hora del almuerzo, espantaba a tus amigas y ponía su mesa frente a la tuya para comer contigo.
—¿Qué te pasa? Llevas rato viéndome—te preguntó, con la boca llena.
Ni siquiera habías tocado tu comida. Estabas observando al chico con tus manos entrelazadas bajo tu barbilla, pensativa.
Salir con Raichi era muy diferente a lo que habías pensado. Pensaste que un chico con su personalidad sería tóxico en exceso, pero aunque sí era bastante celoso, normalmente en tanto le pedías que se calmara te obedecía. Protestaba cuando no podía pasar tiempo contigo, pero terminaba por acceder, además era increíblemente paciente. Ni siquiera habías dejado que te besara, pero él nunca se enojaba cuando lo rechazabas. Se podría decir que hasta era respetuoso.
—¿Quieres?—te preguntó, refiriéndose a su comida. Lo miraste con el ceño fruncido.
—No me ofrezcas tu comida solo porque no te gusta, tonto—lo regañaste.
