El Polo Norte

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Miguel parpadeó con pesadez en los ojos al tiempo que veía cerca de sí el humo de su aliento.
Se irguió con un bostezo para luego chasquear la lengua mientras miraba de un lado a otro.

Sentado en la alfombra que cubría al alebrije, vió que a su lado yacía Dante, el perrito multicolores que había adoptado hacía mucho en el Templo Aire del Sur.

Su panza se inflaba y se vaciaba conforme respiraba con sus patitas sobre su cabeza en pose loca. Sí que había crecido.

Su mirada entonces se paró en la espalda de Marco, quien frente a sí conducía a Appa tomando las riendas con suavidad. No era necesario, al menos para él, usar la fuerza para indicarle el camino, pues se entendían perfectamente como si se comunicaran a través de la mente.

Miguel entusiasta notó que está vez volaban tan cerca del mar que inmediatamente perdió el sueño y con prisa se asomó por la orilla del acolchonado borde.
Recargó su pecho y apenas asomó la cabeza, sintió el frío viento golpear su rostro.

—¡Hacia mucho que no sentía este clima!....— colgado en el borde, balanceba sus piernas mirando el mar pasar velozmente bajo los pies de Appa—Creo que he estado tan lejos de casa que incluso yo..... siento frío....

Se sintió triste al reflexionar lo antes dicho, pues era irónico para alguien que creció en la Tribu Sur. sentir frío.

Marco al sentir el silencio,  por un momento pudo creer adivinar los pensamientos de Miguel, que llegó a sentirse mal por él.
Para quitarle ese malestar de encima, inmediatamente le hizo una broma.

—Ja, yo estoy perfectamente bien con mi nueva ropa.

Miguel con un gesto molesto notó como la capa roja de Marco lo cubría completamente del frío y ondeaba de vez en cuando.

—Creo que ya es mi turno de vigilar.....— dijo retirándose del borde.

Marco asintió al tiempo que se levantaba.
Ambos cruzaron el estrecho espacio casi rozando hombros, haciendo que el ojos claros viera de soslayo algo que no estaba ahí antes.
Miguel al sentarse adelante cruzó sus piernas en pose de mariposa y sujetó la correas.

Marco se paró en seco y se giró torno a Miguel, quien ahora le daba la espalda.

—¡Oye!.....

—¿Sí?— preguntó ajeno, con la vista fija en el camino.

—¿Cómo recuperaste tu collar?

Miguel al oírlo, no pudo evitar sobresaltarse dando un pequeño gritito ahogado, lo cuál hizo a Marco fruncir el ceño.
El chico balbuceó un poco buscando una manera de explicarle sin sentirse avergonzado.
¡Pero no había! Tendría que mentir.

—C-creo que fue cuando..... Emmm.— rascó nervioso su nuca— Jejeje ¡La verdad no lo recuerdo!

Qué estúpido, ni siquiera él mismo se la creyó, fué muy torpe de su parte, pero no le agradaba recordar que ese Maestro Fuego le había colocado el collar, mucho menos recordar lo que significaba para su cultura dicho acto.

Marco con sólo ver a Miguel balbucear, se desesperó.

—Dejalo así....— algo molesto siguió su camino. Ya no quería obligarlo a decirle cosas que no quería.

Estaba cansado de insistir siempre.
Además, el escondió ser el Avatar desde los 7 años ¿Quién era él para pedir explicaciones por un collar?

Miguel no quería contárselo, punto.

Se fué hasta la parte trasera y se tumbó exhausto, había estado conduciendo toda la noche sin descansar, no tenía tiempo para preguntar trivialidades

AVATAR HiroguelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora